Luna titubeó, él le tendió la mano, ella la tomó, pero él no la soltó. La llevó hasta la mesa. Elio apartó la silla, Luna se sentó, èl tomó la silla frente a ella. Su mirada estaba clavada en sus ojos. Eso la puso muy nerviosa. «Esperaba encontrar a un hombre diferente, pero, este hombre no luce como yo pensé. ¿Por qué quiere a una esposa por contrato?», pensó. —Entonces, tú eres la famosa Luna, o más bien, la famosa cazafortunas. Los ojos de Luna se abrieron enormes al escucharlo decir algo así. —¡¿Qué has dicho?! ¿Me has llamado cazafortunas? Elio esbozó una sonrisa, asintió. —Eso dije. ¿Tienes una objeción? —exclamó severo. Luna no pudo soportar más. Se levantó de la mesa. —¡Claro que sì! Yo no soy ninguna cazafortunas. Y si tan mal concepto tiene de mí, ¿Por qué me aceptó c