Luna intentó cerrar la puerta, fue como un impulso, pero el hombre puso la mano sobre la puerta. —¡Por favor, déjame hablar! Ella mirò su rostro, no pudo detenerlo, pensó que era infantil, pero algo en su interior sentía odio y rabia contra ese hombre. Al final, Luna se alejó de la puerta, mirò su rostro. —¿Qué es lo que quieres, Rodrigo? —¿De verdad te vas a casar? Luna le mirò como si fuera un maniaco. —¡Claro que me voy a casar! ¿Y a ti, qué demonios, te importa? —No quiero que lo hagas. Luna le mirò incrédula, ese hombre debía estar ebrio o loco, o las dos cosas; ella estaba harta de lidiar con idiotas como èl. —¿Qué es lo que pretender? A mì lo que tú quieras, no me importa —sentenció con rabia. —Luna, aún te amo… Luna abrió ojos enormes, luego se echó a reír. Rodrigo la