9. LAS CLAUSULAS DE CONVIVENCIA.

1117 Words
Gustavo miraba a Cristóbal y no podía creer lo que estaba escuchando, si bien su relación con el hombre no había comenzado de la mejor manera, luego de muchos acontecimientos, lo consideraba su amigo y casi confidente. —Es una broma ¿verdad? —No Gustavo, no lo es. Es muy serio y necesito que tanto tu como Alison y Marco firmen este contrato. —¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? —Protejo a mi hija. —No, estás actuando como... Se hizo un silencio incomodo entre los dos, ambos sabían a quién se refería Gustavo, pero Cristóbal era celoso y no iba a dar su brazo a torcer tan fácilmente. —No me interesa que me compares con la loca de la mamá de Alison, tu y yo sabemos que Marco ha sido un picaflor desde la secundaria y no voy a permitir que Isabella y mi futuro nieto salgan lastimados. —Ni siquiera sabemos qué quieren ellos. —Pues desde que Isa salió del hospital los veo muy felices viviendo juntos, ya han pasado dos semanas —Cristóbal fue firme en su afirmación. —¿Los estás siguiendo? —El rubio no podía creer lo que estaba escuchando, pues parecía que la sensatez había salido del cuerpo de su viejo amigo—. ¿Tu esposa lo sabe? —Cristóbal palideció y fue cuando Gustavo supo, que su amigo estaba pecando por obstinado. —Ella debe firmar esta noche. —Entiendo. Entonces propongo esto —Gustavo sonrío casi de manera sínica—, cuando tu esposa firme, si es que lo hace —agregó—, nosotros tres firmaremos gustosos. —Gustavo —dijo Cristóbal de forma amenazante. —Cristóbal —el renombrado médico se puso de pie y lo retó con la mirada. Afuera las elegantes esposas de los apuestos caballeros, tomaban el sol y reñían pacíficamente sobre el nombre de su futuro nieto o nieta. No querían algo exótico, más bien querían algo sencillo. Pero sabían que la última palabra la tendrían los padres, mientras tanto, se dedicaban a hacer compras muy innecesarias, para llenar al bebé de juguetes, ropa y cuanta cosa veían. —Cristóbal tiene miedo. —¿De qué hablas? —El no me dice nada, pero lo conozco, tiene miedo de lo que pueda pasar con la relación de los muchachos. Todos sabemos que no va a ser fácil. —¿Cuándo una relación lo es? —dijo en un suspiro Alison, recordado las infinitas peleas que enfrentaba con su esposo. —Tienes razón, pero supongo que Cristóbal cree que marco pueda seguir siendo un mujeriego y ahora... —Conozco a Marco y créeme, más de la mitad de las mujeres que solía llevar a las cenas regresaban solas a casa y la otra mitad regresaban en compañía de Gustavo y mía, pues Marco prefería irse a embriagarse que verle la cara a Isa. —¿Por qué nunca le dijo nada? —Supongo que por las mismas razones que Isa no lo hizo. —Orgullo —dijo Katerina casi para sí misma, aunque su amiga la escuchó a la perfección, pues lo había dicho en su mente también. Ambas sabían que el orgullo era algo que dominaba a sus hijos. Un grito las sacó de su amena conversación. Isabella venía entrando a la casa, con una maleta en la mano, Marco la seguía desesperado y le rogaba que lo escuchara. —Ni se te ocurra tocarme, lárgate de la casa de mis padres ¡eres el peor puto error que he cometido en mi vida! Los padres de ambos jóvenes se colocaron junto a sus respectivos hijos, pero no pronunciaban palabras, la joven no lloraba, su rostro estaba transformado por la ira. —Quiero saber que sucede, pero por dos razones muy importantes, la primera es que a mi casa NADIE —resaltó la mujer mirando a su hija— entra gritando y la segunda es que si están en mi casa ventilando sus problemas de pareja, tengo derecho a saberlos —casi estallan en risa los adultos con ese último comentario. —Explícales Marco, si es que te queda saliva para hablar. —Estaba en la entrada del Hospital, porque hoy debía recibir... —A los clientes nuevos —completo su frase Cristóbal, que sabía que el joven había quedado encargado de enseñar las nuevas instalaciones y hacer acompañamiento a los personajes en cuestión. —Y...bueno estaba Karen, fue una chica con la que tuve cierta relación —se rasco la cabeza a modo de disculpa. —¡Y lo beso! —grito Isabella con fuerza, tanta y tan sorpresiva que los asustó a todos— Lo beso como si fuese su novio, su esposo, su amante, así que me largue de su amplísimo apartamento y aquí estoy. Nadie quiso decir nada, porque la situación era un tanto graciosa, pero las mujeres sabían que debían acudir a la cordura y actuar. —¿Te das cuenta de lo que dijiste Isabella? La joven miraba extrañada a la que hasta hace unos minutos era su suegra. —Hija, dijiste que la mujer lo beso. ¿Marco respondió el beso? —Katerina —escucho como su esposo pronunciaba su nombre con rabia. —Cristóbal —ella lo reto. —Te lo dije Gustavo —Cristóbal miró a su amigo con impaciencia y le entregó el sobre. —Tenemos que hablar Marco —su padre estaba molesto y el joven lo sabía, pero también sabía que no había sido culpable, porque además este sería solo el primero de muchos problemas parecidos. —¿Qué es eso? —Preguntó Alison. —Una contrato de convivencia, para ellos dos. Pues me temía que esto pasaría. —¿Estas loco verdad? —su esposa lo mira como solo a él sabía darle miedo. Y Cristóbal sintió miedo— Ellos tienen que aprender a convivir ¡carajo! —Te das cuenta, que cuanta mujer este muchacho allá tocado, atacara su relación y la única que va a salir lastimada es mi hija. —También es mi hija y estoy segura que la enseñe a ser más fuerte que esto —miro a Isabella casi con desprecio, pues se sentía mala madre, no podía creer la rabieta que estaba formado—. Ustedes se van a ir a su casa y van a dialogar esto como los adultos que son y me van a dejar en paz a mi y a Alison y a sus padres. Isabela no podía comprender las palabras de su madre, ella buscaba apoyo y casi había obtenido una palmada en el trasero, esa que nunca le dieron, respetando la política de "a nadie se le pega" . 
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