Todos los días, que siguieron al incomodo día de la pelea entre Marco e Isabella, la joven se mantuvo firme en su posición, pudo haberse ido del lugar y volver a su pequeño apartamento o comprar uno más grande si ella quisiera, pero no quería, ella quería luchas por eso que tanto había querido, por momentos se preguntaba si valía la pena aguantar y esperar. La indiferencia de Marco tallaba y dolía, sentía la mirada de desprecio que Marco le brindaba cada mañana, para algunas personas podría parecer que la mujer estaba mendigando amor, o esperando que el joven se dignara a creer que ella era merecedora de sus palabras o atención. —Buenos días, Marco. —Isabella. ¿Cómo te encuentras de salud? ¿Alguna novedad? —en ningún momento la miro. —Mirame. —¿Cómo te encuentras de salud? —el joven