Exploté en un gran orgasmo —el segundo de la noche—, apreté con fuerza la sabana bajo mi cuerpo y me retorcí en la cama mientras sentía como aquel hombre seguía deleitándose con mi placer. Oficialmente la daba el puesto numero uno en mi lista y también el segundo y el tercero, porque dudaba bastante que otros llegaran si quiera a sus talones.
—Tienes un sabor tan adictivo —me dijo en un ronco susurro, mordí mi labio inferior callando un suspiro de placer provocad por él.
En algún momento, en medio de nuestros jadeos, gemidos y una que otra palabra sucia por parte de él mas que todo, la ropa de nuestros cuerpos había desaparecido, yo había quedado sobre la cama, con el borde del colchón contra mis nalgas y él arrodillado frente a mí comiéndome toda.
Completamente.
Esta, hasta ahora, había sido la mejor decisión que había tenido en mi corta y aburrida vida.
Él definitivamente sabía lo que hacía y lo hacía de maravilla. Con su boca y dedos me había llevado a dos orgasmos en menos de treinta minutos. Y me atrevía a decir con toda seguridad, que eran los mejores orgasmos que me habían dado en la vida. No fueron fingidos, mis gritos suplicando más de él eran la prueba de ello.
Si tuviera una lista de hombres que mejor follaban de la ciudad, sin duda alguna este chico desconocido que ahora daba pequeños besos por mis muslo, encabezaba con honores aquella clasificación.
Gemí un poco más duro cuando sentí un pequeño mordisco en la cara interna de mi muslo.
—Quiero que sepas —comencé a decir víctima del placer —, que siempre te recordaré como el mejor sexo oral que me han dado en mi vida.
Lo escuché reír un poco y luego sentí su cuerpo sobre el mío, sus piernas a cada lado de mis caderas, su entrepierna cubierta únicamente por el bóxer hacia presión sobre mi zona v y podía sentir lo duro que estaba dentro de sus boxers, sus labios besaron mi cuello lentamente.
—Espero tampoco olvides nunca la forma en la que te follare esta noche —su sexy voz provocaba un río en mi interior.
Odiaba compararlo con mis anteriores amantes, pero es que nunca me había mojado tanto con tan solo unas palabras.
—Demuéstramelo —pedí rogando porque me follara duro, tanto como para mañana impedirme el caminar y quedar temblando como un borreguito recién nacido.
—Tus deseos son órdenes —, respondió y quise ver sus ojos, s rostro y si había provocado alguna sonrisa o no. Sus labios tomaron los míos besándome profundamente, le devolví el beso con el mismo ímpetu.
Recorrí con mis uñas su ancha espalda y los fuertes músculos de su espalda, no podía evitar tratar de ponerle una cara, imaginaba que era un hombre extremadamente guapo y su cuerpo me confirmaba que pasaba al menos tres días de la semana por algún gimnasio. Y quizás alguna proteína raras de esas en polvo se podía meter.
Lo escuchaba decir cosas, pero no entendía muy bien lo que quería decir, mi mente estaba nublada de placer y mi boca solo podía soltar jadeos y pequeños gemidos.
Sentí sus manos recorrer cada parte de mi cuerpo, apretar con fuerza mis pechos y lamer el monte de estos, los dedos de mi mano izquierda estaban perdidos entre su cabello y permanecieron mucho tiempo más allí cuando uno de mis pezones se perdió entre su boca siendo victima de sus dientes y su hábil lengua.
Suspiré temblorosamente mientras movía mis caderas contra su entrepierna buscando crear esa fricción que me liberara un poco de placer que tenía, él hizo lo mismo mientras seguía dándole atención a mis pechos.
—Por favor —pedí jalando un poco de su cabello y acercándolo más a mi cuerpo cosa que era imposible, estábamos pegados
—¿Por favor qué? —preguntó antes de chupar con fuerza mi pezón derecho. Grité.
—Follame ya —casi que le grité también aquella respuesta. Sentí su lengua dar varias vueltas a mi pezón antes de chuparlo con un poco más de fuerza y liberarlo con un pequeño plop.
Con dos de sus dedos acarició mi entrada, lo escuché jadear.
—Estas tan lista para mí —susurró en mi oído con voz ronca antes de lamer el lóbulo de este ultimo.
Se separó un poco de mí y escuché como retiraba su ropa interior, pronto lo sentí nuevamente sobre mí, está vez su m*****o tocando sin ninguna interrupción mi abdomen, con un suspiro tembloroso bajé mi mano y tomé entre ellas su pene sorprendiéndome de lo grueso y largo que era, comencé a recorrerlo de arriba hacia abajo a la vez que lo escuchaba jadear, su mano se posó sobre la mía y me ayudó a hacer más movimientos rápidos.
Me gustaba como se sentía y sabía con mucha seguridad que me iba a romper toda y estaba esperando con ansías que lo hiciera pronto.
—Espera —dijo en un jadeo antes de sentir como una gota de semen caía sobre mi pecho, un suave gemido brotó de mis labios —No quiero acabar tan pronto.
Detuve mis movimientos apretando un poco antes de soltarlo, lo escuché susurrar una maldición junto a un gruñido ronco muy sexy.
—No puedo encontrar mi pantalón para tomar un preservativo —solté un bufido y como pude comencé a buscar mi bolso, no podía conseguirlo.
—¿Te cuidas? —pregunté.
—Lo hago. —Respondió al segundo.
—Yo estoy limpia y tomo la píldora —solté un fuerte gemido cuando se enterró en mi sin aviso. Un gruñido de su parte se perdió dentro de mi boca.
—Estas tan apretada y mojada, te sientes jodidamente bien — su voz sonaba como si estuviera muy satisfecho con el hecho, su boca comenzó a dejar besos húmedos a la vez que comenzaba a moverse mucho más rápido, el choque de nuestros cuerpos producía un sonido bastante erótico que me tenía cautivada.
Sus movimientos comenzaron a ser mucho más rápidos y entre gritos y caricias, llegué a un nuevo clímax, poco después sentí como llenaba mi interior y caía sobre mi cuerpo besando dulcemente mi hombro izquierdo, nuestras respiraciones estaban bastantes agitadas y podía sentir como su espalda se movía mientras la acariciaba.
Minutos después, sentí como iba creciendo nuevamente en mi interior y una pequeña risa brotó de mí.
—¿Preparada para otro round? —preguntó separándose un poco de mí. Tan solo alejando su rostro de mi mejilla.
—Estoy preparada como para unas cinco —comenté entre risas, lo escuché jadear.
—¡Me vas a dejar seco! —su risa era profunda y ronca.
—Y tú me dejaras invalida —sus manos tomaron mi rostro con suavidad y acercó sus manos para besar los míos lentamente.
¿Qué no hacía bien este hombre?
Era gracioso, tenía un muy buen sentido del humor, su cuerpo era más que perfecto al tacto, follaba increíble y sus besos me dejaban tonta enviándome a una nube de placer. Imaginaba que su rostro era aún más perfecto y me encantaría conocerlo fuera de este lugar… pero sabía que nadie venía a este lugar para quedar nuevamente con alguien, solo sería una vez y nada más. Tenía que aprovechar al máximo.
—Tu mandas ahora —nos giró, terminando ahora él con su espalda sobre el colchón y yo sobre él con mis piernas a cada lado de sus muslos y mis manos apoyadas en su pecho, gemí al sentirlo muy profundo en mí.
—Joder… —siseé con un poco de dolor, sus pulgares acariciaron con ternura mis caderas y poco a poco me fui acostumbrando nuevamente a su tamaño y largor.
Sus manos acariciaban mi espalda y cintura lentamente mientras yo comenzaba a moverme en círculos, sentí que acariciaba mi tatuaje y repasaba todas las líneas con uno de sus dedos.
—¿Cuántos tatuajes tienes?
—Uno. —Respondí balanceando lentamente mis caderas sobre él.
—Entonces te dejaré otro —dijo provocando que mis labios se secaran, enterró su cabeza en mi pecho y chupó con fuerza el monte de mi seno.
No me quejé, me parecía genial la idea de poderlo recordar durante un tiempo y sabía que esa marca duraría bastante tiempo con la fuerza con que la estaba haciendo, incluso dolía un poco.
Y mientras seguía pegado a mi piel, comenzó a moverse a mi ritmo para llegar pronto a un nuevo orgasmo, creciendo así mucho más la lista de las mejores folladas de mi vida. Todas con él.
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Salir de la habitación fue una cosa complicada, primero porque la ropa estaba en cualquier lugar de esta al que no podíamos ver y segundo porque alguien más debía entrar y ayudarnos y eso no estaba en mis planes, me daba vergüenza.
Cuando entró una chica, escuchamos su voz mientras nos decía cómo funcionaba todo el protocolo para salir sin vernos el rostro, ella nos pasó la ropa y pertenencias a cada uno —algo riesgoso pues sin ver podíamos ser víctimas de estafa—. Aun así, todo estuvo más que perfecto, el primero en salir fue él.
—Gracias por esta noche, fue más que maravillosa —fueron sus palabras antes de besarme por última vez y alejarse, ya no lo escuché más.
La habitación quedó vacía y yo retiré la venda de mis ojos cuando una voz por altavoz me dio la orden, miré la cama y sentí mis mejillas rojas al darme cuenta de que aquella chica había visto lo que justo ahora mis ojos presenciaban, la sabana estaba completamente arrugada y había una gran mancha húmeda en el centro de esta, el último orgasmo había acabado en un squirt y ahí quedó la prueba de aquello.
Yo, estaba completamente sucia, sudada y pegajosa, el olor de aquel chico estaba impregnado en mi cuerpo y aunque quería conservarlo, necesitaba un baño urgente, así que entré por la puerta que había dicho la mujer, era un amplio y moderno baño con cerámica blanca tanto en las paredes como en el suelo, un espejo que ocupada prácticamente toda la pared dejándome ver a una Ainhoa totalmente desconocida para mí.
Tenía el cabello revuelto y con mucho más volumen de lo natural, mis mejillas estaban demasiado rojas y mis ojos brillaban muchísimo, me veía esplendida, como si hubiera pasado las mejores horas de mi vida. Y así era.
Toqué mi rostro acercándome al espejo, no me sentía yo misma, ¿Podía acaso el buen sexo hacer de mí una mejor versión? Porque justo era de esa manera como me sentía.
Bajé mi mirada un poco por mi cuerpo viendo con sorpresa todas las marcas que él había dejado en mi cuerpo, tenía sus dedos marcados en mis costados, marcas rojas alrededor de mi ombligo y por mis piernas, pero sin duda alguna, la más grande y notoria era esa que tenía en mi pecho. Mi tatuaje temporal.
Mi cuerpo era la prueba clara de que alguien había arremetido con fuerza sobre este… Y que fuerza y que rico se sintió.
Mordí mi labio inferior mientras me movía un poco volviendo a sentir aquel leve dolor que me impedía moverme con facilidad y si la noche hubiera tenido más horas, estoy segura de que me habrían tenido que sacar en silla de ruedas.
Abrí mi pequeña cartera y tomé mi celular, las notificaciones no se dejaron esperar y el celular se tildó durante unos segundos.
145 llamadas perdidas.
76 mensajes sin leer.
18 Correos nuevos.
Abrí la aplicación de w******p haciendo una mueca al ver tantos mensajes que había y unos cuantos que no dejaban de llegar.
Kellogs: ¡¿DÓNDE MIERDA TE HAS METIDO?!
Si, así era como tenía agendada a mi amiga en mi iPhone y también quizás —Vale, muy quizás— debí haberle avisado de que entraría al Blindradise.
Ella seguía en línea así que aproveché y la llamé por medio de la aplicación.
—¡¿ESTAS VIVA?! —alejé un poco el celular de mi oído ante su grito.
—Yo sí, mi oído derecho quizás muera dentro de los próximos cinco minutos gracias a tu grito —. Comenté con sarcasmo mientras hacia una mueca, si me había dolido.
—Por dios, Ainhoa. No tienes ni idea del susto que tuve al ver que no volvías, Gaby llegó poco después de que te marcharas y nadie más supo de ti en toda la noche, te buscamos por todo el lugar, ¿En dónde estás? —Dijo con rapidez.
—Sigo acá, estoy en el baño. —Comenté mientras me giraba y miraba mi espalda en el espejo.
Mi cintura y gran parte de mis nalgas estaban rojas y se notaba la marca de dedos.
—¿En el baño? ¡Pero si ese fue el primer lugar en el que buscamos! Esta en el baño —esto último se lo dijo a alguien más —¿En cuál de todos los baños estas?
—En el de Blindradise.
—…
—¿Hola?
—Es que se entrecortó la llamada y creí escucharte decir que estas en el Blindradise.
—Eso es exactamente lo que dije —respondí entre risas mientras metía una mano en la ducha y abría el grifo de la ducha esperando que se calentara
—¿Me estas jodiendo? ¡¿De verdad lo hiciste? —preguntó demasiado sorprendida.
—Por supuesto que lo hice —me reí un poco más fuerte —. Vine a este lugar a quitar todos los males y vaya que lo logré.
—Cuéntame más. —pidió.
—Te contaré en casa, voy a darme una larga ducha.
—Bien, nosotras nos vamos yendo. —escuché voces de otras personas saludándose al otro lado de la línea —¿Qué haces por acá?
—Vivo cerca —pude distinguir que dijo una voz que se me hacía familiarmente conocida, como Kelly ya no me seguía hablando, decidí colgar la llamada y meterme a bañar no sin antes dejarle un mensaje.
Yo: Iré a casa luego, tengo que ir a ver a mamá.
Kellogs: Ok, cuídate.
POV DANIEL
Caminaba hacia mí departamento cuando me encontré con Gabriela y Kelly, dos compañeras de mi trabajo, les regalé una sonrisa amable mientras las saludaba con un beso en la mejilla a cada una, Kelly hablaba por su celular, pero aún así correspondió a mi saludo.
—¿Qué haces por acá? —preguntó Kelly aún con el iPhone contra su oreja.
—Vivo cerca —respondí señalando el gran edificio a nuestro lado, ambas miraron así allí con interés y yo busqué rápidamente con la mirada a la chica que hacía mis días una tortura. No la vi, pero aún así no quería preguntar abiertamente por ella. —¿Y ustedes qué hacen por acá a esta hora?
—Estábamos en el bar nuevo, ¿Lo conoces? —preguntó Gaby, hice una mueca.
—Por supuesto, desde que lo inauguraron ya casi no puedo dormir por el ruido.
—Pobre —, comentó Kelly negando con su cabeza y soltando un fuerte suspiro, pero con una media sonrisa de burla.
—¿Quieren ir a mi departamento? Las invito a desayunar —moví la bolsa que tenía delante con la compra que había hecho unos minutos atrás.
—La verdad es que tengo mucha hambre y pocas ganas de hacer algo, así que yo me apunto —asentí sonriendo hacia Gaby, Kelly estaba mirando su iPhone de nuevo.
—¿Esperan a alguien más o vamos de una vez? —. Rasque mi cuello esperando no haber sonado tan curioso, Gaby miró a Kelly.
—Estamos solas —mantuve mi rostro inexpresivo —, así que vamos.
Hablamos de cosas triviales mientras entrábamos a mi departamento; desde que llegué a Nueva York buscando una mejor oportunidad de vida, conseguí este pequeño departamento en el último piso, me parecía un lugar muy agradable y tenía una vista muy bonita.
—Vaya —canturreó Gaby mirando todo a su paso.
Mi departamento era tipo loft, todo abierto, lo único que quedaba privado, por así decirlo, era el baño, pero de resto todo estaba unido, desde la cocina, la sala de estar, el comedor y mi habitación.
—Creí que tendrías un montón de tecnología —terminó diciendo, me encogí de hombros.
—Tengo lo necesario.
—Es muy lindo —comentó Kelly yendo hacia el gran ventanal y mirando directo al central park. —Es muy hermoso, es la vista más linda que hay. Deberíamos de mudarnos, Gaby.
—Hay que preguntarle a Ainhoa también —mi corazón comenzó a latir rápido ante la mención de su nombre y decidí ir a la cocina para servirles un poco de jugo de naranja —¿Sabes si hay algún departamento desocupado?
—Creo que cuatro pisos más abajo hay uno, pero dudo mucho de que Ainhoa este de acuerdo sabiendo que vivo acá.
—Tienes razón —dijeron ambas a la vez mientras reían.
—¿Tú si nos dirás porque se odian? —miré a Gaby negando con la cabeza, pero no abrí la boca.
Eso era cosa de ambos y no había necesidad de sacar los viejos trapos a la luz, menos cuando yo por Ainhoa sentía de todo, menos odio.
—A veces siento que ustedes dos tienen unas ganas acumuladas y algún día explotará en amor —solté una fuerte carcajada.
—Eso no pasara nunca —respondí carraspeando mi garganta. Anoche había decido salir a fumar con unos amigos y llevaba tanto tiempo sin hacerlo que el ardor en mi garganta aún seguía presente haciendo mi voz un poco más grave de lo que era.
—Nunca digas nunca.
—Dile eso a tu amiga —rodé los ojos mientras ponía varios panes a tostar.
—¿Y tienes novia? —levanté la mirada sin levantar mi rostro, Kelly miraba a Gaby con los ojos abiertos mientras ésta se encogía de hombros —, perdón pero tenía que preguntarlo.
—No tengo novia, pero a veces salgo con la vecina —pensé en aquella castaña de buen cuerpo, me atraía bastante y quitaba mis ganas de cogerme a cierta rubia follandome a la castaña. —¿Y ustedes?
—Solteras, ya sabes —rio Gaby meneando su cabello.
—Mmmm…
—Ainhoa también —respondió Kelly mirándome fijamente, cerré los labios en una fina línea.
—No me importa —mentí, pero por dentro comencé a celebrar que así fuera —Acá tienen. —Les pasé a cada una un plato.
—¡Esto se ve estupendo! —les sonreí mientras me sentaba también a comer mi desayuno.
Pasamos el desayuno entre risas y anécdotas, a pesar de que trabajáramos en el mismo lugar, casi nunca nos habíamos hablado tanto como hoy.
—Tu me caes muy bien, no eres tan horrible como dice Ainhoa —Gaby cubrió su boca con una de sus manos y me regaló una pequeña sonrisa apenada —Lo siento.
—No te preocupes, sé que no le caigo bien y hablará pestes de mi, pero me alegra que ustedes me conozcan y sepan que no soy tan horrible.
—Ojala algún día ustedes se lleven bien y puedan ser amigos —mastiqué lentamente mi último bocado.
—Hemos trabajado así mucho tiempo, dudo bastante que eso pase, además no me quedaré por mucho más tiempo —Kelly abrió sus ojos sorprendida y se acercó un poco a mi.
—¿Cómo dices? —preguntó en un pequeño jadeo.
—Me han ofrecido un ascenso para la sede de Chicago —sonreí dando varias vueltas al café que quedaba en mi taza con la cucharita para poner azúcar —. Soy de allí y cuando me ofrecieron el trabajo no dudé en aceptar, volver a estar con mi familia será bueno.
—¿Y te alejaras así como si nada? —fruncí un poco el ceño.
—No hay nada que me ate a este lugar, igual no será tan pronto como me gustaría, el viaje está programado para dentro de dos meses —. Gaby hizo un puchero.
—Eso es demasiado pronto y ya me estabas cayendo muy bien como amigo y ahora te vas a ir. —Le sonreí un poco mientras me levantaba de la mesa.
—Pueden ir a visitarme y yo estaré viniendo al menos una vez por mes para dar detalles de mi trabajo y esas cosas.
—Me siento triste —confesó Kelly con una mueca decaída —. Espero todo te vaya muy bien por allí y también que podamos compartir más antes de que te vayas.
—Gracias. Por mi parte sería increíble, siempre y cuando Ainhoa no se entere o luego dirá que me quiero robar a sus amigas —ellas rieron dejando atrás las muecas tristes.
—Eso si es algo que diría ella —. Asentí, la conocía demasiado bien.
—Tenemos que conseguirle un novio —bromeó Gaby, sentí una pequeña punzada en mi pecho.
—Cualquier tipo que sea lo opuesto a mí son los que le gustan —dije con fastidio.
—Lo dices como si te molestara eso —comentó Gaby levantando una ceja.
—¿A mi? No, para nada. ¿Por qué me molestaría? —pregunté maldiciendo en mi mente haber sido tan suelto de lengua.
—No lo sé, tú dime.
Me quedé callado fingiendo una sonrisa, ¿Molestarme? Por supuesto que me molestaba que la mujer que amaba, me odiara con todas sus fuerzas.