CAPITULO 2
—¡Llegamos! —comenté alegre, el chico aparcó el carro a un lado de la vía y gemí cuando noté la larga fila que había.
Abrí la puerta del auto y salí primero, Kelly se quedó pagando el viaje y salió al cabo de un minuto con las mejillas muy rojas.
—Vendrá a recogernos también —enarqué una de mis cejas.
—¿Ah sí? Que buena persona es.
—Si, muy lindo, ¿No? —preguntó, reí comenzando a caminar hacia el final de la fila —Dijo que lo llamáramos cuando quisiéramos irnos y que él vendría por nosotras.
—Genial.
Media hora de fila y ya me dolían los pies de estar tanto tiempo parada con aquellos tacones, me moví un poco apoyándome en el hombro de Kelly cuando vi a lo lejos, entre las personas que ya estaban a punto de entrar una espalda muy conocida, abrí la boca para decirle a Kelly que ese se me había parecido a el tipo ese, pero decidí que no tenía importancia, no quería hablar de él.
Luego me reí, porque él definitivamente sí que era alguien que nunca de los nunca vendría a un sitio como este, se la pasaba pegado a los ordenadores día y noche, por eso era el jefe de todo lo relacionado con la tecnología ya que es ingeniero de sistemas y mi peor enemigo, cuando no estaba corrigiendo algún error en la base de datos de la página web de nuestra revista, era el encargado de recopilar toda la información que saldría al día siguiente y yo, que era una de las editoras que más paginas tenía a cargo, tenía que estar en constante plática con él, cosa que odiábamos, pero que aun así lo hacíamos por él trabajo y él disfrutaba verme perder la paciencia pidiéndome los informes mucho más antes del tiempo límite y yo, amaba entregarle todo faltando muy pocos minutos para verlo correr a montar todo y lanzar la revista semanal.
Y así llevábamos cuatro años.
Volví a mirar a donde se suponía que lo había visto, pero ya no estaba y era más que obvio, Daniel no estaría acá. Nunca.
Veinte minutos después por fin nos estaban poniendo el sello y dejando pasar al interior del lugar, para ese entonces, yo ya había visto a varios hombres que se me hacían muy interesantes y esperaba toparme con alguno de ellos en el Blindradise.
—¡Quienes se enamoren deben pagar una multa de quinientos dólares! —gritaba alguien del staff, codeé a Kelly.
—¿No que no se podía enamorarse? —pregunté señalando el gran cartel a la entrada que decía:
Leí rápidamente un poco de lo que decía allí, básicamente teníamos que dejar los datos básicos de uno, si alguien quería el nombre y número de teléfono, debía pagar quinientos dólares, con esa cifra a nadie le daban ganas de enamorarse en este lugar.
—Por eso acá nadie se enamora, es un lugar para solo una noche, no para conseguir pareja —respondió ella firmando la hoja con sus datos para pasar al Blindradise, yo hice lo mismo después de ella.
—Creí que no firmarías esa hoja —le dije, ella me miró por sobre su hombro con el ceño fruncido.
—¿Y eso?
—Por el chico que nos trajo —sonrió de forma burlona.
—Estoy segura de que no lo volveré a ver en mi vida, porque sé que con unas copas más encima no recordaré ni mi nombre, no sé cómo podré si quiera recordar su número de teléfono.
—Oh, entiendo.
Ella me guiñó un ojo y entramos a la discoteca. Abrí mi boca en una O grande, el lugar era simplemente maravilloso, con luces de color neón, una bola de disco en la mitad de la pista de baile, mesas alrededor de todo el lugar, una zona gigante para comprar bebidas y un segundo piso donde se podía leer muy claramente Blindradise.
El lugar estaba repleto de gente, no le cabía un alma más y las personas que ya llevaban un tiempo en el lugar estaban muy pasados de copas; sentí la mano de Kelly agarrar la mía con fuerza y nos sentamos en una mesa alta, pocos segundos después llegaron tres chicos que se notaba estaban apenas en los inicios de sus veinte, mi amiga les sonrió con ternura.
—Hola chicas —, saludó el que parecía ser el líder de los tres. —Soy Francisco, él es Hernán —señaló a un moreno guapísimo —Y él es Tony —miré a Tony, un chico desgarbado que se notaba metía mucha droga a su cuerpo. Francisco era de los tres, el más musculoso y alto, pero no era tan guapo como Hernán. —¿Podemos hacerles compañía? Las invitamos a todo lo que quieran.
—Claro —respondió Kelly sonriendo aún más grande —Ella es Ainhoa y yo soy Kelly.
Recibí sus besos en mi mejilla con una falsa sonrisa, me sentía como una pervertida y más cuando al tenerlos más cerca me pareció que ellos aún podrían estar en el colegio, ¿Tendrían ya la mayoría de edad? No tenía ni idea, pero no me iba a arriesgar a resultar en la cárcel por culpa de un adolescente con ganas de sentirse macho esta noche.
—¿Quieres ir a bailar? —me preguntó el chico Moreno, Hernán, cuando estaba acabando mi tercera cerveza en menos de diez minutos.
—Si, me encantase —le sonreí y tomé la mano que me tendía.
Caminamos hasta la pista de baile y comenzamos a menear nuestros cuerpos al ritmo de las canciones que pasaban, unas un poco movidas y otras más lentas, pero sensuales. Él estaba muy cerca de mí, podía sentir sus labios rozando el lóbulo de mi oreja y cuando sus labios hicieron presión en la parte baja de esta, decidí que era momento de ir al baño y alejarme de una posible visita a la cárcel.
—Debo ir al baño —le dije hablando por sobre la música en su oído.
—Te acompaño —negué con mi cabeza.
—Voy sola, no tardaré. Puedes decirle a mi amiga que ya vuelvo, por favor.
—Vale, lo haré.
Le mostré una pequeña sonrisa y comencé a caminar sin un rumbo fijo buscando los baños, tardé al menos unos diez minutos en encontrarlos y otros cinco en entrar. Tenía muchas ganas de orinar debido a todo el líquido que había ingerido en poco tiempo, descargué mi vejiga y salí a lavarme las manos. Miré mi reflejo en el espejo, mi cabello seguía igual de liso, pero con un poco de volumen, nada parecido a mi cabello natural, mis labios habían perdido un poco su color, así que con la barra de labial rojo que había guardado en mi cartera, me di una nueva retocada.
Al salir del baño, pude ver que a la derecha estaban las escaleras para subir a la parte oscura y divertida del lugar y me dije ¿Por qué no?
Tenía las ganas y la valentía para hacerlo en este momento, por lo que comencé a subir peldaño por peldaño muy despacio, hasta que llegué a la parte superior y ya no había vuelta atrás, esa noche disfrutaría al máximo con un desconocido y Daniel no volvería a decir que yo era una mojigata.
—Hola, bienvenida —me saludo una chica vestida con un lindo traje de color rojo.
—Hola.
—¿Se inscribió abajo? —asentí y le mostré mi sello, ella puso otro sello sobre este con un número.
432.
—¿Esto es para…? —pregunté.
—Es por si alguien desea pagar los quinientos dólares y conocer su número de teléfono —respondió.
—Y si yo no quiero que nadie me llame luego de esta noche, ¿Cómo hago?
—No responde a su llamada, pero es un requisito dejar el número para poder comunicarla, aunque créame, nadie ha pedido nunca el número de nadie.
—Genial —saber eso me dejó un poco más tranquila.
—Usted solo camine por el lugar, en algún momento se topará con alguien, puede decidir irse a una habitación con él o dejarlo pasar.
—Vale.
Me sentía muy nerviosa, no sabía si era correcto lo que estaba haciendo, pero vida solo hay una y yo tenía que entrar en aquel lugar y conocer a quién sería el autor de mi noche inolvidable.
La chica abrió unas cortinas negras, no vi nada del interior y me causó un poco de miedo, solo escuchaba voces en un pequeño murmuro y oscuridad. Muchas oscuridad.
Yo odiaba la oscuridad.
—Señorita, ¿Entrará o no? —preguntó aquella mujer.
—Por supuesto.
Ella me pasó una especie de venda de color n***o que ató a mis ojos, me pareció muy tonto aquello y más porque adentro todo era oscuridad, pero ella aseguró que era muy importante. Adiós maquillaje bonito, había quedado completamente aplastado por aquel pedazo de tela, pero era un punto bueno, podía creer que allá había luz y así tenía que vencer el miedo a la oscuridad, tenía que hacerlo.
Comencé a caminar torpemente por el lugar, rezando en mis adentros no hacer el oso y caerme, aun cuando el suelo era totalmente plano y no había nada que atentara contra mi salud, escuchaba voces así que me iba para otro lado, porque si ya estaban hablando significaba que ya tenían pareja, lógico.
No sabía en qué parte del salón estaba o si me chocaría con alguien pronto o incluso con la pared, extendí un poco mi mano hacia el frente y toqué algo duro, continúe tocando hasta que escuché una risa grave y luego como tomaban mi mano.
—¿Estás sola? —preguntó una voz aún más grave que su risa.
—Lo estoy —respondí tartamudeando un poco, mi voz sonaba un poco áspera producto de la quemazón del whisky en mi garganta.
Sus manos, que podía sentir eran bastante grandes, tomaron mi cintura y me acercaron un poco más a él delineando mi figura, cuando las yemas de sus dedos tocaron mi piel de la espalda expuesta, sentí una corriente eléctrica pasar por todo mi cuerpo, me pegué mucho más a él víctima del placer que su tacto provocaba en mí.
Sentí su nariz subir y bajar por mi cuello y luego una pequeña inspiración de su parte, al no tener visión, todos mis demás sentidos estaban mucho más agudos y podía escuchar mejor cada respiración que daba.
—Hueles muy bien —comentó lentamente.
No supe que responder más que gracias, yo estaba mucho más pendiente de sus fuertes brazos envueltos en una cazadora de cuero y en su firme pecho.
—¿A qué estás dispuesta esta noche? —esa pregunta viajó directo a mi zona íntima.
—A todo —respondí en un susurro sintiendo sus labios muy cerca de los míos.
—¿Eso significa que podemos levantar nuestras manos y pasar a una habitación? —sentía los latidos de mi corazón latiendo extremadamente rápido.
Era el momento para decir no, pero mi boca dijo e hizo lo que quiso.
—Si tú quieres, yo también —comenté para mí sorpresa.
Sus labios tomaron los míos en ese instante, pasé mis brazos por su cabello sintiendo la suavidad de sus hebras entre mis dedos, ¿De qué color serían? ¿Y sus ojos?
Saqué esos pensamientos de mis ojos, acá eso no importaba.
Sentí su lengua barrer varias veces mi labio inferior antes de yo darle paso a que se adentrara en mi boca, su lengua entró como la dueña de todo el lugar y acarició todo a su paso mientras mis manos jalaban un poco de su cabello, mordió con suavidad mi labio inferior provocando un gemido de mi parte, sentí una sonrisa de medio lado contra mis labios.
—Ojala pudiera decirte mi nombre para que lo gimas con fuerza —Su ronca voz tuvo el efecto deseado en mi cuerpo, me pegué mucho más a él.
—Vamos —susurré en medio de nuestros besos.
Él tomó mi mano derecha entrelazando nuestros dedos y poco a poco fue subiendo nuestras manos hasta estar por sobre nuestras cabezas, de esa forma, una persona del staff nos llevaría a una habitación.
No dejamos de besarnos hasta que escuchamos un carraspeo.
—Los llevaré a la habitación —aquel hombre que había hablado para llevarnos tomó mi mano y la puso sobre lo que supuse era su hombro e imaginaba que había hecho lo mismo con él chico que tenía a mi lado —Síganme, por favor.
Comenzamos a caminar, yo sentía que estaba yendo a firmar mi sentencia de muerte, pero aun así no me arrepentía de la decisión de ir a aquel lugar y pasar una noche inolvidable con aquel hombre, su mano en mi espalda baja era el claro recordatorio de que no podría salir de esta ni, aunque quisiera, aquel calor que su mano daba a mi cuerpo era ese impulso para arriesgarme.
El chico del staff abrió una puerta, podía notar a través de la venda en mis ojos, que se traspasaba un poco de luz, pero algo tenue.
—Que pasen una linda y movida velada —sin decir más se alejó de nuestro lado.
—Puedes huir en este momento si así lo deseas —me dijo acariciando un poco la piel de mi espalda.
¿Tanto se me notaban mis nervios?
—No me quiero ir. —Respondí confiada.
—Gracias al cielo, porque no iba a dejarte huir —reí un poco sintiendo que se acercaba mucho más a mí.
—¿Dónde…? —escuché un golpe y luego una maldición.
—¿Estas bien? ¿Qué ha pasado? —pregunté llevando mis manos hacia la venda, pero al último segundo me di cuenta de que no podía soltarla.
—He encontrado la cama —solté una fuerte carcajada que él me imito.
—Si lo haces para quitarme los nervios, créeme que sí funcionó.
—Me alegra saberlo —tomó mi mano —Ahora ven.
Quedé de pie entre sus piernas, sus manos acariciaron mis piernas desde los muslos hasta perderse por debajo de mi falda, gemí cuando sus manos apretaron con un poco de fuerza mis nalgas.
—Eres preciosa —sonreí como boba a sus palabras, no podía verme, eso era lógico, pero que lo dijera me hizo sentir bien y muy sexy, aunque solo fueran palabras vacías yo las tomaba y las guardaba en mi cajita de orgullo.
Sus manos pasaron hacia delante de mi cuerpo, levantaron poco a poco la blusa dejando expuesta mi piel, sus labios dejaron un beso justo debajo de mi ombligo, mordí mi labio inferior con fuerza llevando una de mis manos hacia su cabello.
Sus besos comenzaron a ser mucho más húmedos a medida que se acercaban a la cinturilla de mi falda, sentí como dos de sus dedos se enganchaban a cada lado de esta y bajaban lentamente la prenda por mis piernas.
Siempre me gustó tener sexo con la luz apagada, me hacía sentir más cómoda, pero justo ahora, que mi cuerpo parecía estar a punto de explotar en placer, quería encender la luz, retirar las vendas de nuestros ojos y dejar que me follara mientras me miraba a los ojos.
Mis pensamientos quedaron olvidados cuando sentí como enterraba su rostro en mi entrepierna y su lengua comenzaba a jugar con mi clítoris.
—¡Oh mierda! —un jadeo salió de mi garganta a la vez que jalaba con fuerza su cabello.
Sus manos apretaron con fuerza mi cadera para mantenerme estable, sentía mis piernas temblar y mis ojos volverse blancos bajo la venda. Su lengua podía recibir un maldito premio.
—Más, más… —Pedía con desesperación escuchando como su boca comía y bebía de mi sexo.
Cuando sus dedos se unieron a la acción, no tarde mucho para explotar en el primer orgasmo de la noche. Una noche que prometía ser mucho más que inolvidable.