Como si mi cuerpo fuera un resorte, mis piernas se levantaron de mi asiento. Aquel empleado que había venido a mi oficina me había dicho que el idiota de Marco se encontraba en las instalaciones de Vigna Reale haciendo un escándalo frente a Sofía. —¿Estás seguro de lo que dices, muchacho? —pregunté. —Sí, señor. La señora ya le ha dicho que se retire, incluso lo ha amenazado con llamar a la policía si vuelve a pisar el lugar. Sin embargo, él está insistente. ¿Acaso existían personas en este mundo que pudieran ser tan estúpidas como Marco? Le había hecho una advertencia y el imbécil no me había escuchado. Y lo peor de todo es que venía aquí a hacer un escándalo. Apreté los puños y tensé la mandíbula, algo que no pasó desapercibido para Enzo. —Ey, tranquilo. Deja que yo vaya. —Esto teng