—¡Ningún ex suegra! No pienso darte el divorcio, no te dejare el camino libre para que ese infeliz toque lo que es mío.
Yo me reí en la cara de Pablo, mi padre se acercó al mencionado y lo toma del cuello de su playera.
—No me conoces —Dijo con la voz gélida— Pero no quieres hacerlo. Tú no sabes con que familia te estas metiendo, no sabes las cosas que soy capaz de hacer por mis hijos y justamente te estas metiendo con mi princesa. Le darás el divorcio o te hare la vida miserable, y juzgando la poca delicadeza de mi hija y esa mole de músculos, diría que no tienes ninguna oportunidad.
— No lo hare. —Responde y me sorprende verlo haciéndole frente a mi padre.
—Arreglen sus problemas en un lugar donde no venga la policía. Puede ser en el hotel o en una corte. Ahora muevan sus traseros a los helicópteros o me voy sin ustedes. ¡Ahora maldita sea!
Bastian grita y me dan ganas de que me trague la tierra y me escupa en la Antártida. Mi padre toma mi mano y me lleva a uno de los helicópteros. Álvaro y mi hermano nos siguen y me siento ajustando la seguridad al asiento. Despegamos y por una hora hago silencio.
Aterrizamos en el techo de uno de nuestros hoteles, bajamos y el ave metálica se va para que el otro baje al resto. No espero a nadie, paso de largo dejando a la chica que nos da la bienvenida con la palabra en la boca. Mi humor empeoro más de lo que me gustaría. El pent-house siempre es de Bastian, el piso de abajo es el mío. Abro y cierro la puerta una vez estoy adentro y me quito la ropa de camino a la ducha. No traje mi equipaje, seguramente me lo traerán en un rato.
Me meto bajo el chorro frio de la regadera y trato de relajarme pero el agua no ayuda y mi mente no descansa.
Me duele la cabeza, tengo hambre y lo que menos quiero es darle explicaciones a nadie. Seco mi cuerpo y me voy a la cama envuelta en un albornoz.
Golpean la puerta y maldiciendo me levanto a abrir. Un chico de más o menos mi edad llega con una carrito con comida y bebida. ¡Gracias al cielo! No dormiré con el estómago vacío.
Me trago las dos hamburguesas con queso y tomate y la coca cola. Dejo el plato en su lugar y cierro las cortinas para volver a la cama.
Apoyo la cabeza en la almohada y es instantáneo. Me quedo dormida en segundos.
Mis sueños son interrumpidos, veo la hora y es muy tarde, casi las tres de la madrugada. No hago caso quiero seguir durmiendo. Golpean dos, tres y hasta cuatro veces. Se dan por vencidos y no escucho nada más. Me hago bolita y vuelvo a dormir.
Un Momento después siento como alguien se desliza en la cama junto a mí. Me relajo al sentir el conocido perfume de Álvaro y me dejo abrazar, me envuelve en sus brazos y apoyo la cabeza en su pecho.
—Qué bueno que reconozcas mi aroma. Duerme cariño, mañana tendremos un largo día. —Me besa y nos entregamos al sueño que tanto necesitamos.
La alarma del celular de Álvaro acaba con la comodidad que ambos teníamos. Me desperezo y él se sube a mi cuerpo.
—No huyas, puse la alarma una hora antes para estar contigo antes de hacerle frente a tu hermano. Ayer me dijo que hoy tenía que darle explicaciones, y eso… No es bueno. Tu hermanito no quiere que estés cerca de mí y ya no puedo hacer eso.
Siento su dureza presionando lugares que mueren por ser acariciados.
—¿Eso te excita o soy yo? —Me muevo debajo provocándolo.
—Tú me excitas desde que te volviste la chica más hermosa del mundo. Pero deja de hacer eso, porque con una hora no me alcanza. Mejor bésame para reunir todo el coraje que necesito para hacerle frente a tu hermano.
—De ninguna manera dejaremos esto solo en besos. —Digo para después prenderme en sus suaves y carnosos labios.
Lo que hicimos en el avión queda muy chico comparado con lo que estamos haciendo ahora. Me vuelve loca, me envuelve me arrastra una y otra vez al éxtasis que me agota y me da energía a la misma vez. Sabe dónde tocar, sabe moverse y quiero más, siempre quiero más. Tuve sexo incontables veces con Pablo, pero esto, es otro nivel de placer.
Jamás pensé que el hombre sobre mí, el que me había entrenado y pateado el trasero miles de veces me daría el mejor sexo de mi vida. Terminamos juntos justo cuando su celular vuelve a sonar con esa molesta melodía.
Él sonríe y se levanta de la cama tomando la ropa que dejo doblada sobre uno de los sillones cercanos a la cama.
—Sol, tuvimos sexo en el avión. Esto—Señala la cama—No fue sexo. Acabo de hacerte el amor, espero que te haya quedado claro que no quiero solo esto, te quiero a ti junto a mí sí me lo permites. Te prometo que jamás te fallare ni te arrepentirás de eso si así lo quieres.
Me quiero auto patear por haber perdido tantos años con aquel infeliz. Y no por el sexo, sino por la clase de hombre que Álvaro es. Sé que él se entregaría completamente a sus sentimientos. Me quedo en silencio mientras él se viste, sin prisa mientras me observa. Esta tranquilo, relajado y no veo mentira en sus ojos.
—¿Por qué lo hiciste? —Maldita sea, mi tomo sonó tosco.
—¿No es obvio? He tenido sexo, muchas veces pero contigo es diferente. —Se sienta en la cama para verme a los ojos—Te di mi corazón porque estoy enamorado de ti, ahora lo sabes y quiero que tengas claro que no estoy para juegos. Me tomas o me dejas, aceptare cualquiera de las dos opciones pero ya no tiene sentido negar lo que me haces sentir.
Quise hablar pero, levanto su mano para que calle.
—Hace años me traes loco y no podía hacer nada porque aunque lo odiara, respetaba la relación que tenías con ese idiota. ¿Notaste que no estuve en tu boda? Me encerré en mi habitación a beberme hasta el agua del excusado. Solo tenía que hacer mi trabajo y guardar esto bajo llave. —Señala su pecho— Mantenerme estoico y mirar a otro lado, pero se te ocurrió meterme a esa habitación. Todo lo que había reprimido se fue a la mierda y tú ni siquiera lo sabias. No te pido nada, no te exijo nada, solo quiero que lo sepas. Tu hermano va a matarme y quiero saber si vale la pena morir o recibir una golpiza de su parte por ti.
Deje la cama y así desnuda como estaba me lance a sus brazos.
—Intentare que no te haga daño, porque lo intentaremos. Si te quiero Álvaro, siempre te quise, solo fui estúpida y tus diez años mayor e indiferencia me llevaron a…
—Pablo…
—Sí. Lo siento, de haberlo sabido antes todo hubiera sido diferente.
Sonrió y me hizo poner los pies en el suelo para besarme en los labios.
—El destino nos dio una oportunidad ahora, no lo lamentes. Ahora acompáñame a la puerta que voy tarde.