ALINA
Nunca había imaginado que mi noche terminaría así, con la compañía de Mauricio que había resultado ser un excelente compañero nocturno. No me había imaginado que aparte de darme dolores de cabeza, también estuviera dispuesto a darme el placer que tanto anhelaba.
Maldita abstinencia.
Éramos como dos adolescentes haciendo cosas prohibidas a mitad de la noche. Así me sentía yo. Sus besos apasionados y esa manera en cómo me seguía el juego, sin duda, se había ganado mi compañía el resto de la noche. Lo quería. En ese momento no le di el control a la razón. Solo quería dejarme llevar y nada más.
En cuanto cerró la puerta de la suite tras de nosotros, Mauricio se lanzó hacia mis labios para devorarlos con un salvajismo sensual que erizó parte de mi piel. No sabía a ciencia cierta qu
