— ¿¡Qué hiciste qué!? —escuché su grito al teléfono.—¿¡Escuché bien Mauricio!? ¡Aaah!
Estaba realmente gritando de dolor, y mi llamada había sido inoportuna.
— Creo que mejor te hablo en otro momento. No creo que sea oportuno tener esta plática ahora. —Le volví a insistir por quinta vez, pero ella se había negado a que le cortara la llamada.
Estaba llegando a mi casa, pero tenía toda la intención de salir en ese momento al hospital. No sabía que Alana se encontraba en proceso de parto. De no ser porque gritó que la fuente se le había roto en cuanto le di la noticia de que era un hombre casado, habría desconocido la condición en la que se encontraba en ese momento.
— ¡Mau, merezco... ¡Aaah! —se detuvo a respirar un par de veces— que me des una explicación. Se me rompió la fuente de l
