Con la misma hipocresía

2001 Words
MAURICIO (POCO ANTES DE LA BODA) Mi teléfono sonó a un lado mío. Me desperté y todo estaba dando vueltas a mi alrededor. No podía abrir bien los ojos debido al dolor de cabeza que estaba sintiendo en ese momento. Estaba confundido y todo me daba vueltas sin parar. Había tomado como si fuera un veinteañero. El tercer piso si se siente. Aún no me truena la rodilla, pero una borrachera como la que me había puesto no era lo mismo. Debí haber tomado el doble de lo que usualmente suelo tomar. Madre mía, definitivamente no volvería a tomar como lo había hecho en ese momento. Me incorporé de la cama llevándome una mano a la cabeza por el dolor punzante que tenía. Mi vista al principio estaba borrosa. Con un par de parpadeos mis ojos estaban aclarando el panora... ¡virgen santísima! ¿dónde demonios estaba? Miré hacia mi alrededor para darme cuenta de que el lugar en el que me encontraba no era definitivamente mi casa. Me levanté de mi lugar y me di cuenta de que estaba en calzones. Estaba mareado y no tenía una idea de dónde había terminado. Por fortuna no estaba casado, ni nadie que me exigiera respuestas aguantando un drama femenino. ¿Qué había hecho ayer?. No lograba recordar absolutamente nada. Me llevé las manos a la cabeza despeinándome más de lo que ya estaba. No volvería a tomar así, en serio, no lo volvería a hacer. Me senté al pie de la cama imaginándome mi vida pasar ante mis ojos. ¿Con quién me había metido? Mi corazón dio un brinco al no saber lo que estaba pasando. Mauricio, tranquilo, no es la primera vez que te pasa. Volteé a ver a mi alrededor de nueva cuenta, para toparme de lleno con una nota que estaba en una de las mesitas de noche al lado de la cama. Me acerqué de inmediato al lugar estirando mi brazo para alcanzar la hoja. Me quedé recargado sobre mi brazo. "Bebiste demasiado, toma estas pastillas, te van a hacer sentir mejor." A un lado de la nota había dos pastillas y un vaso con agua. Me sentía con en la matrix, intentando descifrar si era una buena idea o no tomarla ¿qué tal si era droga?. No, me estaba yendo a los extremos. Un flashazo en mi cabeza de una mujer de ojos aceitunados me pegó en la mente. Así que sí había pasado la noche con alguien. Seguramente esa mujer me había dejado las pastillas antes de salir. No había rastro de ella en toda la habitación. Al menos ya sabía lo que había pasado y era algo de no preocuparse mucho. Me llevé las dos píldoras a la boca tomando el agua de un solo trago debido a la sed espantosa que tenía. Me dispuse a salir de la cama por completo y darme un baño cuando algo más llamó mi atención, era otro papel que estaba sobre la otra mesita de noche. Si me había dejado su número de teléfono, yo no me metía con nadie más de dos veces y a ella a duras penas la recordaba... "Mentiroso" me dije a mi mismo en la mente. Las verdad es que no tan solo estaba recordado su rostro, sino también su manera tan sensual y elegante de vestir. Era un papel muy grande para dejar un número telefónico. Le puse atención al documento, y juro que hasta la resaca se espantó, pues mi dolor de cabeza se fue de inmediato al recordar ante mis ojos todo lo que había pasado anoche. — ¡Aaah! —gritar fue lo único que pude hacer ante el terror que estaba pasando frente a mis ojos. No estaba jodid*o, estaba jodidísim*o *** ALINA (ACTUALIDAD) Mi vestido de novia lucía increíble. Todas mis damas de honor se habían quedado con la boca abierta después del gran espectáculo que me había aventando con Agatha. No iba a permitir que se salieran con la suya tan fácilmente. — ¿Desde cuando te enteraste de la infidelidad de Leandro con Agatha? —me preguntó una de mis primas. Todas estaban en shock e incluso Paolo, que ya sabía todo el chisme, había tirado unas cuantas cosas al suelo por la impresión de haber visto actuar de esa manera. — Desde el suficiente tiempo para saber que tenía que seguir con esta boda a costa de lo que fuera. —Me volteé a ver al espejo para ver mi reflejo. No era el look romántico con el que había soñado toda mi vida, pero en definitiva iba con lo que quería proyectar en ese momento. — ¿Estás segura que quieres ir a ver a Leandro en el altar? —Me preguntó Imelda. Seguía impactada porque no le había contado lo que había planeado para hacer. — Por supuesto. —Me volteé hacia ellas acomodando mi velo por detrás de mi espalda.— No llegué a este día y me vestí así para retractarme. ¿Alguna de ustedes dos podrían ayudarme a sacar a mi mamá y Sarah de la iglesia?. No me gustaría que mi hija presenciara la mierda que está a punto de caerle a su padre. — Yo...yo las sacaré, pero ¿estás segura Lina? —me preguntó Melissa, una de mis primas más cercanas. — Definitivamente. Si Agatha tuvo la dignidad suficiente para largarse de este lugar y no le fue a llorar a Leandro, eso significa que en diez minutos voy a poder ir al altar. — Siendo así, iré por mi tía Clarita y Sarah. Me las ingeniaré para explicarle a tu mamá lo que está pasando. —Asentí con la cabeza en agradecimiento antes de que ella saliera de la habitación. Le pedí a Paolo que me retocara los labios antes de salir de mi suite rodeada de mis damas de honor consternadas y temerosas de lo que estaba a punto de hacer en ese momento. Nadie sabía de qué manera quería ver el mundo arder. Caminé hacia la iglesia que estaba dentro del hotel con vista a la playa, la fiesta se daría ahí después. — Leandro está en el altar esperando —me avisó de pronto Imelda que no se había despegado de mí ni un solo minuto. Sonreí. — Después de todo Agatha no lo fue a ver. —Mis damas de honor se voltearon a ver las unas a las otras antes de fingir una sonrisa y desfilar a través de la alfombra de pétalos de rosas rojas que formaban un camino hasta donde él estaba. Una vez que ellas pasaron, puse la cara más angelical que tenía, sostuve fuerte mi bouquet de flores silvestres a la altura de mi pecho y me encaminé hacia Leandro que actuaba como si nada estuviera pasando. Tenía un semblante tan relajado, que parecía que no había mantenido una relación con su amante durante tres años ni mucho menos que sería padre nuevamente. Todas las miradas posaron en mí. Algunos me miraban con emoción, pues eran personas que no estaban al tanto de la situación, y otros invitados me miraban a mí para después ver al novio, atentos a lo que haría en los próximos minutos, pues habían visto el live. Estaban preparados con sus cámaras para cualquier oportunidad de poder grabar un video que podría hacerse potencialmente viral. Leandro me sonreía con hipocresía, y digo que era ese tipo de sonrisa porque había jugado muy bien su papel de ser una pareja consagrada a mí cuando había llevado a su amante a trabajar conmigo. Le sonreí de la misma manera, no sabía lo que le esperaba. — Estás preciosa. —Susurró al verme. No le respondí solo le sonreí y bajé la mirada al suelo. Me volví con la vista al frente justo cuando el padre comenzó con la ceremonia. Volteé a ver hacia mi espalda, para percatarme de que un invitado había llegado tarde a la ceremonia. Se sentó en el asiento de atrás por pena, supongo. — Hermanos y hermanas estamos aquí por la unión de nuestro queridos hermanos... —comenzó el sacerdote. Sentía la mirada de Leandro sobre mí. Sentí repulsión cuando tocó mi mano mientras la ceremonia pasaba. Era la primera vez que lo estaba viendo como lo que en realidad era, un maldito traidor que había jugado con mi amor y no había valorado todo lo que había hecho por él. Una persona por la que habría dado hasta mi vida y él solo estaba jugando con eso. Aguanté las ganas de vomitar cuando el orador dijo que era un unión sagrada entre los dos. Quería reírme en su cara cuando habló sobre la importancia de la fidelidad. Quería simplemente que acabara todo en ese momento. Fueron los minutos más largos de mi vida cuando al fin se dijo en el aire "puede besar a la novia". Era el último beso que le daría a ese desgraciado. No lo quería más en mi vida, sin embargo acabábamos de celebrar una ceremonia. Muchos pensarán que soy una estúpida, que estoy loca por haber hecho lo que hice en ese momento. Casarme sabiendo que me había puesto los cuernos, los cachos, la infidelidad o como lo quieran llamar, pero la vida consta de sacrificios. Le di un beso lleno de odio por primera vez, por haber matado mis ilusiones. Los aplausos irrumpieron en ese momento en todo el lugar, como si se tratase el mejor día de mi vida, y si que lo era, pero de una manera distinta. Aunque muchos rostros llenos de confusión se estaban mezclando en medio de la euforia. Le sonreí con la misma hipocresía con la que él me sonrió. — Ahora si me lo permiten vamos a firmar unos papeles para el registro del matrimonio, y si mal no recuerdo, me han pedido que se firmará un acuerdo prenupcial antes de firmar el registro. —Dijo el orador que se encontraba en compañía de un juez por parte del registro civil. — Así es señor. —Afirmó Leandro, que tomó una pluma y firmo los papeles que le estaban indicando. Una vez que él los firmó, me pasó los documentos y la pluma para que yo firmara, que lo hice de inmediato. Todos los papeles habían quedado ya firmados y en revisión por parte del juez. Un testigo potencial e irrefutable de la justicia. Sonreí ampliamente y de verdad, por primera vez en muchos días, por la satisfacción que estaba sintiendo en ese momento. Los invitados a mi espalda estaba hablando y murmurando cosas que no lograba distinguir, pero que muy seguramente estaba relacionado con lo que había hecho con anterioridad. — Cariño, —encaré a Leandro de pronto,— me gustaría presentarte a alguien muy importante en mi vida. Me percaté de que mi hija Sarah y mi mamá no estuvieran presentes en el lugar. El invitado que había llegado tarde se levantó de su lugar cuando estiré las mano hacia atrás como una señal para que se acercara. Mi corazón estaba palpitando con cierto nerviosismo y excitación al mismo tiempo. Sí, estaba a punto de prender la mecha para ver de nuevo arder el mundo. El se habia burlado de mí de la peor manera posible durante tres años. Lo que estaba a punto de hacer no era nada comparado a tres años de infidelidad con mi asistente y supuesta mejor amiga. — ¿Alguien importante, mi vida? —Leandro me sonrió con ingenuidad. En verdad seguía en su papel de hombre abnegado y perfecto, fiel a mí.— ¿Quién puede ser más importante que yo en este momento sin contar a Saritah? —bromeó con una sonrisa ingenua de ser el hombre más feliz del mundo por haberse casado conmigo. Volteé a mi espalda y el hombre extraño sujetó mi mano entrelazándola. Leandro arrugó la frente al ver el gesto que tenía con el hombre que había llegado al altar. — Mi esposo. Te quiero presentar a mi verdadero esposo.
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