A la mañana siguiente, Ashlyn descendió las escaleras y se dirigió al comedor. Su mente aún estaba nublada por los recuerdos de la noche anterior, pero intentaba mantener la compostura.
Al entrar, su corazón dio un vuelco al ver a Madison sentada en la silla que le correspondía a ella, como si ya fuera la dueña de la casa.
La sonrisa satisfecha de Madison, como si lo hubiera hecho a propósito, le provocó una punzada de furia.
Ashlyn avanzó y, con un tono firme, dijo. —Ese es mi lugar.
Madison levantó la vista con una expresión de inocencia fingida, aunque había un brillo astuto en sus ojos.
Lentamente, comenzó a levantarse de la silla, pero justo cuando daba el último paso, tropezó torpemente y cayó al suelo, emitiendo un suave gemido.
Desde el suelo, miró a Zahir con una expresión dolida, mientras él se levantaba de inmediato, su rostro reflejaba preocupación por lo sucedido.
Zahir se apresuró hacia ella y la levantó entre sus brazos con cuidado.
—¿Estás bien? —le preguntó, con sus ojos oscuros llenos de preocupación.
Madison asintió, tocándose el brazo como si estuviera herida. Su mirada se desvió hacia Ashlyn, y sus labios temblaron ligeramente, como si intentara contener las lágrimas.
—Zahir, no puedo soportar esto —dijo, su voz quebrada—. No puedo quedarme en una casa donde soy humillada de esta manera… Ashlyn me empujó.
Ashlyn dio un paso adelante, su rostro encendido por la indignación. —¡Yo no te hice nada! Solo te pedí que te levantaras. Tú misma fingiste esa caída.
Zahir apretó la mandíbula y dirigió una mirada furiosa hacia Ashlyn.
—Si le pasa algo a Madison por tu culpa, te haré pagar por ello.
Ashlyn sintió como si un torrente de emociones estuviera a punto de desbordarse.
Se negó a ser víctima de esa manipulación.
—¿De verdad vas a creerle? —dijo, su voz temblando de frustración—. No es más que una actriz barata. Se nota que solo está buscando tu compasión. Si tan mal le caigo, lo mejor que puede hacer es irse de la casa.
Madison escondió su rostro en el pecho de Zahir, como si estuviera aterrada.
—Tal vez debería irme, Zahir. —Susurró en tono lastimero—. No quiero que esta situación continúe, no quiero sentirme humillada en cada esquina de esta casa.
Ashlyn cruzó los brazos y la miró con desprecio.
—Buena idea. Deberías marcharte, Madison. Eres solo la amante, y es claro que no tienes lugar aquí.
Las palabras de Ashlyn golpearon a Zahir como un látigo. La furia en su expresión era evidente, y sus ojos se clavaron en ella, llenos de resentimiento.
—Te pedí el divorcio, Ashlyn. Entre nosotros no hay nada. Te lo he dicho en más de una ocasión. Solo tienes que firmar esos papeles y dejar de aferrarte a una vida que ya no existe para ninguno de los dos.
Ashlyn sintió como sus palabras la atravesaban, un recordatorio doloroso de la realidad en la que estaba atrapada.
Pero no dejó que la rabia y el dolor en su interior la doblegaran. Miró a Madison, quien aún fingía ser la víctima, y luego a Zahir, sus ojos llenos de desafío y tristeza a partes iguales.
—No firmaré —dijo, su voz baja pero firme—. No pienso firmar, ustedes son los que me lastiman— contestó antes de marcharse.
Ashlyn condujo sin rumbo durante algunos minutos, la vista borrosa por las lágrimas y el corazón latiendo con una mezcla de frustración y tristeza.
La traición de Zahir y la manipulación de Madison la habían dejado completamente devastada.
Sin saber adónde más ir, decidió dirigirse a la casa de su mejor amiga, Natalia. La necesitaba ahora más que nunca.
Cuando llegó y llamó a la puerta, Natalia abrió y la miró con sorpresa al verla en su puerta un domingo por la mañana.
—¿Ashlyn? —Natalia arqueó las cejas, confundida—. No esperaba verte hoy. ¿Estás bien?
Ashlyn tragó saliva y dejó escapar un suspiro tembloroso, incapaz de ocultar más el dolor.
—Tengo problemas con Zahir, Nati. Me pidió el divorcio. —Las palabras se desbordaron con rapidez—. Y eso no es todo… Madison ha vuelto. Está en la mansión, viviendo con él.
La expresión de Natalia se endureció y cruzó los brazos, molesta en nombre de su amiga.
—Ese maldito… —murmuró con un tono de desprecio—. Ashlyn, odio decírtelo, pero Zahir es igual que la gran mayoría de los hombres. No tienen idea de lo que significa compromiso ni respeto.
En ese momento, una voz masculina las interrumpió desde la entrada de la sala.
—Bueno, no todos los hombres somos así, Natalia. Yo te aseguro que le sería completamente fiel a Ashlyn.
Ashlyn y Natalia se volvieron y encontraron a William, el hermano de Natalia, de pie junto a la puerta.
Había salido de la habitación con una sonrisa cautivadora, su postura relajada y la mirada fija en Ashlyn.
—William —dijo Ashlyn, sorprendida, aunque su semblante se iluminó un poco—. Me alegra verte.
Él sonrió y dio unos pasos hacia ella. —El placer es mío, Ashlyn. A mí me alegra aún más verte.
Por un instante, ambos parecieron recordar el pasado. Fue algo fugaz, una chispa que los conectó con esos años atrás, cuando compartieron un breve romance en la secundaria antes de que Zahir entrara en la vida de Ashlyn.
—Aún recuerdo nuestro breve romance— Dijo con una sonrisa amarga.
—Sabes que siempre estuve enamorada de Zahir —dijo Ashlyn con una sonrisa melancólica, como si intentara justificar el curso que sus vidas tomaron—. Lo sabías, William.
William asintió, sin rastro de amargura en su mirada.
—Claro que lo sabía. Pero, Ash, eso queda en el pasado, en la secundaria. —Hizo una pausa y su mirada se suavizó—. Por lo que escuché, parece que Zahir ya tiene a alguien más. Lástima que ves su verdadera cara después de tanto tiempo.
Las palabras de William le dolieron más de lo que había anticipado, aunque sabía que él no intentaba herirla, sino abrirle los ojos. Ashlyn apretó los labios, sin responder.
No tenía la fuerza para entrar en detalles sobre su matrimonio y lo que realmente significaba para ella, y menos sobre el torbellino de emociones que la atrapaba. Necesitaba tiempo para procesarlo todo.
—Creo que es mejor que me vaya —dijo finalmente, con un tono tenso, esquivando el tema antes de que la situación se volviera más incómoda.
Natalia la miró preocupada, pero respetó su decisión, abrazándola con fuerza antes de dejarla ir.