La herida

1075 Words
Ashlyn regresó a la mansión con la mente aún hecha un torbellino. Apenas entró, se encontró con Madison sentada cómodamente en la sala, hojeando una revista de moda. Al verla, Madison alzó la vista y esbozó una sonrisa irónica. —¿Sigues aquí? —dijo Madison, con un tono cargado de condescendencia—. ¿Por qué no has recogido tus cosas? Ya deberías haberte ido hace mucho. Ashlyn apretó los puños, conteniendo la ira que sentía hacia aquella mujer que no solo estaba usurpando su hogar, sino que intentaba destruir su vida. —Esta es mi casa, Madison. Yo soy la esposa de Zahir. La única que sobra aquí eres tú. Madison se rió con burla, inclinándose hacia adelante como si quisiera disfrutar aún más de la expresión de Ashlyn. —¿Tu casa? Zahir me trajo aquí porque este será nuestro nido de amor. No te engañes. Lo único que haces es retrasar lo inevitable. Ashlyn no iba a dejarse intimidar. —¿Nido de amor? ¿De verdad? —dijo, mirándola desafiante—. Porque la noche anterior Zahir me hizo el amor, y créeme, parecía que no quería alejarse de mí. El rostro de Madison se tensó por un segundo, pero rápidamente volvió a su expresión burlona. —¿Y qué esperabas? —respondió, sin perder la compostura—. Solo lo hizo como una despedida. Es algo que te resistías a entender. Ashlyn sintió cómo la rabia le subía a la garganta, dispuesta a replicarle, pero de repente, en un movimiento inesperado, Madison tomó una lámpara de la mesita que estaba junto a ella y la arrojó con fuerza al suelo. El estruendo llenó la sala, y antes de que Ashlyn pudiera reaccionar, Madison se agachó y tomó un pedazo de vidrio de la bombilla rota. Con precisión calculada, pasó el filo del vidrio sobre su mejilla, creando un corte leve pero visible, que comenzó a sangrar al instante. Ashlyn miró la escena, paralizada por la incredulidad. —¿Qué… qué estás haciendo? Antes de que pudiera comprender la magnitud de lo que acababa de ocurrir, Madison dio un paso hacia ella y le tomó la mano con fuerza, como si estuvieran en medio de una pelea. Justo en ese momento, Zahir salió del despacho, alertado por el ruido. Al verlas forcejeando, su rostro se llenó de desconcierto y enojo, especialmente al ver la sangre en la cara de Madison. —¡Ashlyn! —exclamó Zahir, mientras se acercaba rápidamente. Madison soltó un gemido lastimero y miró a Zahir con ojos llenos de lágrimas fingidas. —Zahir… me… me hizo esto —balbuceó, sosteniendo la mejilla herida y mirando a Ashlyn con una expresión de aparente miedo. Ashlyn sintió que la sangre se le helaba en las venas. —¡Eso es mentira! —protestó, dando un paso atrás—. Ella misma se hizo eso, está fingiendo. Pero Zahir no escuchó sus palabras. Su mirada se endureció, y sin pensarlo dos veces, rodeó a Madison con sus brazos y la alzó cuidadosamente. —Vamos al hospital —dijo en un tono firme, sin siquiera voltear a mirar a Ashlyn. Al girarse para llevar a Madison hacia la salida, Zahir se detuvo un instante, lanzándole una última mirada cargada de desprecio a Ashlyn. —Ashlyn, márchate de esta casa. Si no lo haces, terminaré odiándote. Esas palabras fueron como un golpe en el pecho. Ashlyn se quedó sola la sala de la mansión, observando cómo Zahir desaparecía por la puerta con Madison entre sus brazos, su mente luchando por comprender cómo todo se había torcido de esa manera. Unas horas después, Zahir regresó a la mansión con Madison, ayudándola a bajar del auto y guiándola hacia la entrada. Apenas cruzaron el umbral, Ashlyn apareció en el vestíbulo. No pudo contenerse y se lanzó hacia él, su mirada llena de desesperación. —Zahir, te juro que no le hice nada —dijo, con la voz temblorosa y llena de súplica—. No tienes idea de lo que he soportado, pero jamás le pondría una mano encima. Lo juro por mi vida. Madison, apoyada en el brazo de Zahir, frunció el ceño y lanzó una risa amarga. —Ya basta de mentiras, Ashlyn —dijo, con un tono que combinaba indignación y burla—. Gracias a ti, voy a tener esta cicatriz en la cara. ¿Es eso lo que querías? ¿Marcarme para siempre? —Luego, acarició la venda que cubría su mejilla—. Ahora tendré que pasar días con esta herida vendada. Zahir la miró en silencio, sin decir nada. Luego se volvió hacia Ashlyn, sin una pizca de emoción en sus ojos, y la tomó del brazo, llevándola sin miramientos hasta el despacho. Al entrar, cerró la puerta tras ellos, creando una barrera entre Ashlyn y el mundo exterior. Ella apenas podía respirar de los nervios y el dolor de ver a Zahir tan distante, tan… decidido. Zahir fue hasta su escritorio y, sin decir una palabra, abrió el cajón donde guardaba los papeles del divorcio. Los sacó y, con la mirada fría, colocó un bolígrafo sobre ellos antes de extender los documentos hacia ella. —Firma, Ashlyn. Termina con esto de una vez. Ashlyn tomó el bolígrafo con las manos temblorosas, pero no hizo el menor intento por firmar. Sus ojos, llenos de lágrimas, buscaron los de él. —No puedo, Zahir… Te he amado por años, por tantos años que no recuerdo cómo es la vida sin ti. No entiendo cómo puedes dejar de quererme tan fácilmente. ¿De verdad… me has dejado de amar? —Su voz se quebró, pero no apartó la mirada. Él suspiró, con una expresión indescifrable, pero no se detendría. —No puedes cambiar las cosas, Ashlyn. Mi vida ahora está ligada a la de Madison. Ashlyn sintió una punzada de desesperación en el pecho. Sin poder contenerse, le rogó, su voz ahogada y llena de dolor. —Dime, Zahir… dime que aún hay una razón. Que esto es solo un mal sueño. No puedo dejarte, no puedo… —Se le quebró la voz, esperando, necesitando cualquier indicio de compasión en su rostro. Zahir bajó la mirada por un momento, su silencio profundo, casi sombrío. Luego, tras un momento de vacilación, y murmuró. —No puedo ocultarlo más… Ashlyn se quedó en suspenso, sus ojos fijos en él, esperando que esa verdad finalmente revelara lo que había estado ocultando.
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