Ashlyn miró a Zahir, con el corazón destrozado, sintiendo que con cada segundo de silencio, su mundo se desmoronaba.
Desesperada, las palabras salieron de sus labios casi como un susurro ahogado.
—Dime, Zahir… ¿Es Madison la razón? ¿Nunca dejaste de amarla? ¿Es por eso que me estás dejando?
Zahir mantuvo la mirada baja, los labios apretados como si no pudiera pronunciar esas palabras.
Finalmente, tras una pausa prolongada, aclaró su garganta y, casi con voz de acero, le respondió.
—Sí… Eso es lo que no puedo ocultarte más, Ashlyn. Nunca dejé de amarla.
Ashlyn sintió una descarga de ira y dolor recorrer su cuerpo.
Sin poder contenerse, levantó la mano y comenzó a darle bofetadas, cada una más dura que la anterior, como si quisiera borrar cada palabra que había salido de sus labios.
Las lágrimas caían sin cesar, y entre sollozos, lo miraba, buscando desesperadamente una señal de arrepentimiento en él.
—¿Así que todo fue una mentira? —susurró, con o de angustia y dolor —. ¿Cada momento, todas esas promesas, cada vez que me decías que me amabas? Viví engañada todo este tiempo… aún recuerdo nuestra boda, el día en que pensé que todo era perfecto. Pensé que de verdad me pertenecías. ¿Fue todo una ilusión?
De repente, su mente la arrastró de regreso a ese día, al momento en que creyó que el amor de Zahir era tan real como el anillo que llevaba en su dedo.
Era un día soleado, el cielo despejado, y las flores blancas adornaban cada rincón de la iglesia.
El aroma de las rosas llenaba el aire, y los bancos estaban llenos de amigos y familiares, todos con miradas llenas de ternura y alegría.
Ashlyn estaba en el extremo del largo pasillo de la iglesia, con el corazón acelerado, sus manos temblorosas sujetando un ramo de flores blancas.
Al fondo, parado junto al altar, Zahir la miraba con una expresión suave, casi hipnotizada.
Sus ojos parecían brillar, y Ashlyn no podía esperar más. Sin poder contener el impulso, soltó una risita nerviosa y empezó a caminar un poco más rápido, casi tropezando en su carrera para llegar hasta él.
Solo quería tomar su mano, sentirlo cerca, saber que sería suyo para siempre.
Los murmullos entre los invitados aumentaron, y algunos sonrieron al ver el arrebato de amor en sus ojos.
Cuando finalmente llegó a su lado, tomó su mano y sintió la calidez de su piel, como si esa unión la completara de alguna manera que nunca antes había sentido.
El sacerdote, sonriendo, comenzó la ceremonia.
Habló sobre el amor y la lealtad, sobre el compromiso que estaban a punto de asumir, sobre los momentos buenos y malos que afrontarían juntos.
Esas palabras le parecía un reflejo perfecto de su relación. Había encontrado a su alma gemela, a la persona que prometía acompañarla hasta el final de sus días.
—Puedes besar a la novia —dijo finalmente el sacerdote.
Zahir se acercó, y con manos suaves levantó el velo que cubría el rostro de Ashlyn. La miró, y con una sonrisa suave, se inclinó para besarla.
En ese instante, el tiempo pareció detenerse. Todo lo que ella veía, todo lo que sentía, era amor, devoción, y la promesa de una vida feliz.
Zahir le susurró en el oído, en un tono bajo y seguro. —Te amo, Ashlyn. Siempre te amaré.
Volver a ese recuerdo fue como si le clavaran un puñal.
De regreso en el presente, Ashlyn se encontró de nuevo en el despacho, frente a Zahir, con lágrimas corriendo por sus mejillas, la nostalgia y el dolor reflejados en cada rincón de su rostro.
—Todo fue una mentira —murmuró, sus palabras entrecortadas por los sollozos—. ¿Cómo pudiste decirme que me amabas si nunca dejaste de pensar en ella?
Zahir la miró, pero su expresión seguía siendo fría, distante, como si aquellos recuerdos no tuvieran peso en su alma.
—Fue bueno mientras duró, Ashlyn. Pero ya es tiempo de que ambos sigamos adelante. No podemos aferrarnos a algo que ya no existe.
Ashlyn sintió cómo sus fuerzas flaqueaban, pero algo dentro de ella se rehusaba a rendirse. Apretó los puños y tomó los papeles del divorcio que él le había dejado sobre el escritorio.
—Lo leeré… —dijo, tratando de contener las lágrimas, su voz temblorosa pero determinada—. Voy a leer cada página y luego te los entregaré firmados. Pero no puedo creer que después de todo esto, así de fácil… decidas romperlo todo.
Zahir se cruzó de brazos, observándola en silencio, antes de decir. —Esa firma es solo para iniciar los trámites del divorcio, Ashlyn. No hay más que hablar.
Ashlyn lo miró con el corazón destrozado, incapaz de comprender cómo el hombre que alguna vez la había besado con tanto amor, que le había prometido estar a su lado para siempre, ahora la veía como un obstáculo a remover.
El silencio entre ellos se hizo insoportable, y la última mirada de Zahir fue la que selló el final de la conversación.
Ashlyn corrió hasta su habitación, se encerró y empezó a llorar al recordar que su esposo no la amaba.
La mañana siguiente, Ashlyn salió muy temprano a correr al rededor del parque como lo hacían muchas otras personas.
Llevaba sus auriculares puesto, intentaba distraerse pero su mente vagaba en un solo momento; al instante donde Zahir decía que no la amaba.
Inesperadamente, chocó su cuerpo con el de alguien más, y al reaccionar rápidamente pidió excusas.
—Discúlpame, no te vi, William— Dijo al levantar la mirada mientras ponía su mano en su frente.
—No te preocupes, parece que ibas distraída— Le respondió William con una sonrisa como si estuviera encantado de verla.
—No sabía que corrías en este parque.
—No lo hacía pero, a partir de ahora lo hago, estuve mucho tiempo fuera del país, me duele saber que no preguntabas a Natalia por mi— Dijo mientras se llevaba la mano a su corazón y se echaba a reír.
Ashlyn soltó una sonrisa inevitable, dentro de tanto sufrimiento, William la había hecho reír.