Su presencia, tan familiar y tan desconcertante al mismo tiempo, hizo que Ashlyn levantara la vista, sorprendida.
—¿Pasaste la noche con William? —preguntó Zahir, su tono era frío y parecía ser solo un reproche.
Ashlyn se cruzó de brazos, una sonrisa irónica curvando sus labios.
—Sí, pasé la noche con él —mintió, disfrutando de la oportunidad de darle una respuesta que sabía que lo heriría. Lo miró directamente a los ojos y continuó—. Se siente bien ser deseada y querida por alguien que no tiene planes de engañarme, algo que, como puedes ver, es muy distinto a lo que experimenté contigo.
Zahir frunció el ceño, su mandíbula tensa, pero no respondió de inmediato. Su rostro mostraba enfado.
—No puedes enamorarte de William, Ashlyn —dijo con voz grave, como si estuviera tratando de darle una advertencia.
Ashlyn lo miró fijamente, sus ojos brillando con una intensidad que sorprendió incluso a ella misma.
—Tú no tienes derecho a decirme de quién debo enamorarme. Ya estás haciendo tu vida, Zahir. ¿Por qué crees que tienes el control sobre la mía? —respondió, su voz más firme de lo que se hubiera imaginado.
Zahir, visiblemente molesto, dio un paso hacia atrás, intentando mantener la calma.
—No puedes olvidar que aún estamos casados —dijo, su tono ahora más autoritario.
Ashlyn, rió sarcásticamente al oír esas palabras, lo miró con frialdad.
—Quien olvidó eso fuiste tú, Zahir. No soy yo quien tiene que recordarte nuestro vínculo. Eres tú quien ha decidido seguir con tu vida y tu “familia”. No me obligues a recordártelo una y otra vez.
Zahir la miró durante un largo momento, su rostro marcado por una lucha interna.
Luego, sin decir nada más, se giró y comenzó a marcharse, pero algo en Ashlyn la impulsó a detenerlo.
—¿Por qué has venido, Zahir? —preguntó con su voz quebrada por la frustración—. ¿Cuál es el propósito de tu visita? ¿Viniste solo a hacerme sentir culpable de algo que no hice?
Zahir se detuvo en la puerta, su espalda aún vuelta hacia ella. Se quedó en silencio, como si no tuviera nada más que decir.
Finalmente, salió de la oficina sin una palabra más.
Ashlyn se quedó ahí, mirando la puerta cerrada, con una sensación de vacío y de abandono que no se desvanecía.
Esa tarde, mientras Ashlyn revisaba los informes en su oficina, fue interrumpida por una suave llamada a la puerta.
Levantó la vista y se encontró con el director del hospital, quien le sonrió amablemente.
—¿Tienes un momento, Ashlyn? —preguntó él, entrando al despacho con una carpeta en mano.
—Claro, adelante —respondió, cerrando el archivo que tenía frente a ella.
—Quiero invitarte a la inauguración de un nuevo hospital en el extranjero —comenzó él, extendiéndole una invitación formal—. Tu trabajo aquí ha sido excepcional, y creo que sería beneficioso para ti y para tu carrera. ¿Qué dices?
Ashlyn tomó la invitación, sorprendida pero halagada.
—Gracias, de verdad. Es un honor recibir esta invitación. Claro que asistiré —respondió, esforzándose por contener la emoción.
El director asintió satisfecho. —Me alegra escucharlo. No te quitaré más tiempo. Solo asegúrate de confirmar tus vuelos con la administración —dijo antes de salir de la oficina.
Ashlyn se quedó en silencio, mirando la invitación en sus manos. Un viaje fuera del país, una oportunidad para despejar su mente y poner tierra de por medio entre ella y los recuerdos dolorosos que la atormentaban.
Sentía que eso era exactamente lo que necesitaba: distancia, espacio y la oportunidad de reencontrarse consigo misma.
Tomó una decisión al instante. Iba a hacer las maletas y, en unos días, partiría para aprovechar al máximo esta oportunidad.
Cuando cayó la noche, Ashlyn decidió pasar por el departamento de William y Natalia para recoger sus maletas.
Cuando llegó, tocó la puerta y Natalia le abrió, sonriéndole y saludándola con entusiasmo.
—Ashlyn, me alegra verte —dijo Natalia—. Adelante, pasa. William está en la sala.
Ashlyn entró y se encontró con William, quien la recibió con una sonrisa, aunque su expresión reflejaba un leve asomo de tristeza.
—Lamento que te vayas tan pronto —dijo él, mirándola con franqueza—. Me gusta tenerte cerca, verte cada día.
Ashlyn sonrió levemente, agradecida por sus palabras.
—Solo me quedé la noche anterior, William, pero necesito volver a mi propio espacio. Quiero organizar algunas cosas y centrarme en lo que viene.
Natalia se acercó y le tomó la mano con una mirada de comprensión.
—Sabes que este lugar también es tuyo. Siempre eres bienvenida, y si necesitas apoyo, estamos aquí.
Ashlyn la miró, conmovida. —Gracias, Natalia. De verdad, no sé cómo habría pasado estos días sin ustedes. Me han ayudado muchísimo.
—¿Vas a necesitar ayuda para organizar todo? —preguntó William, en un intento de prolongar su tiempo juntos.
Ashlyn negó con la cabeza y, tras un instante de silencio.
—En realidad, en unos días saldré del país. Me han invitado a la inauguración de un nuevo hospital. Es una buena oportunidad para despejarme.
William suspiró, cruzando los brazos y lanzando una mirada de resignación.
—Otra vez… Te vas por ese maldito de Zahir, huyendo de todo. —La amargura en su voz era inconfundible—. ¿Alguna vez vas a quedarte aquí, lejos de ese pasado que no te suelta?
Ashlyn lo miró con paciencia. —William, no es por Zahir. Este viaje es una invitación profesional, algo que me puede ayudar en mi carrera y en lo personal también. Quiero estar a solas, no es fácil para mí superar todo lo que ha pasado, y siento que alejarme es la mejor decisión en este momento.
William asintió, aunque seguía habiendo dolor en su expresión.
—Espero que este tiempo fuera realmente te dé la paz que buscas. No sabes cuánto deseo verte feliz, Ashlyn, lejos de esa sombra que él dejó en ti.
Ashlyn le agradeció con una mirada y abrazó tanto a William como a Natalia antes de marcharse.