A la mañana siguiente, Ashlyn se levantó con el corazón más roto que nunca. Sabía que ese sería el último día que pasaría en esa mansión llena de recuerdos y heridas.
Caminó hasta el comedor, donde encontró a Zahir y Madison desayunando en silencio. El aroma del café era agradable y parecía impregnar el área del comedor con su aroma tan agradable.
—He dejado mis maletas listas en la habitación —dijo Ashlyn con voz casi quebrada, mirándolos a ambos sin rastro de vacilación—. Volveré por ellas más tarde.
Madison sonrió con una mueca de satisfacción antes de responder.
—Lo mejor que haces es dejarnos vivir solos —dijo con tono cortante—. Solo nos haces daño al estar aquí.
Zahir, evitando su mirada, tomó un sorbo de café antes de intervenir.
—Ashlyn, mantente pendiente al móvil —dijo en tono monótono—. Cuando el divorcio esté listo, te avisaré.
Ashlyn lo miró, sintiendo cómo la rabia y la tristeza se mezclaban en su pecho.
—Jamás pensé que el hombre que amo me haría tanto daño —le dijo con un nudo en la garganta.
Zahir bajó la vista y, sin mirarla a los ojos, murmuró. —Lo lamento mucho.
Sin decir nada más, Ashlyn se dio la vuelta y salió de la mansión, aguantando las lágrimas que amenazaban con salir.
Llegó al hospital y se sumergió en su trabajo, intentando distraerse de la tormenta emocional que llevaba dentro.
Sin embargo, cada vez que tenía un respiro, los pensamientos de lo sucedido volvían con más fuerza, haciéndole difícil mantener la compostura.
Al final del día, tomó su móvil y le envió un mensaje a Natalia:
¿Puedes acompañarme a recoger mis cosas?
La respuesta de Natalia fue rápida y reconfortante:
Claro que sí. Te recogeré en el hospital. Puedes dejar tu auto en el estacionamiento, no te preocupes.
Al caer la noche, Ashlyn salió del hospital con los nervios de punta, y con un dolor que parecía que no se acabaría jamás.
Para su sorpresa, cuando abrió la puerta del auto que la recogió, no era Natalia quien estaba en el asiento del conductor, sino William.
—¡William! —exclamó sorprendida, acomodándose en el asiento—. No esperaba verte aquí.
William la saludó con una sonrisa tranquila.—Lo sé, pero no iba a dejarlas ir solas —respondió él—. No me tomaría bien que te fueras sin apoyo.
Natalia, sentada en el asiento trasero, intervino entre risas. —Sabes cómo es mi hermano, siempre queriendo cuidar de todos.
Ashlyn se sintió bien al saber que no estaba sola.
El trayecto a la mansión transcurrió en un silencio reconfortante, mientras Ashlyn intentaba mentalizarse para la última despedida de ese lugar.
Al llegar, Ashlyn abrió la puerta de entrada con su juego de llaves y se giró hacia Natalia y William.
—Acompáñenme a la habitación para recoger mis cosas —les pidió, apreciando su compañía.
Subieron juntos, y mientras Ashlyn tomaba sus maletas, sintió nostalgia y dolor, se estaba yendo del lugar que pensó que jamás dejaría.
Una vez que estuvieron listos, bajaron las escaleras en silencio. Sin embargo, al llegar al último peldaño, Zahir apareció en el vestíbulo, sus ojos inmediatamente fijos en William.
—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó Zahir con voz fría, entrecerrando los ojos.
William, manteniendo la calma, respondió sin rodeos. —Solo estoy ayudando a Ash a mudarse.
Zahir soltó una risa sarcástica al escuchar la familiaridad con la que William había abreviado su nombre.
—¿“Ash”? —repitió con desdén—. Crees que con solo ayudarla hoy puedes estar cerca de ella.
William sonrió y miró a Zahir a los ojos.—Perdiste a una mujer que realmente te amaba, Zahir —dijo con serenidad—. Pero lo usaré a mi favor para volver a enamorarla, aunque sea despacio.
Los celos de Zahir se volvieron insoportable. Zahir, cegado por la ira y esos celos, soltó los papeles que sostenía y dio un paso adelante, lanzándose hacia William sin pensarlo.
Los puños volaron y el sonido de los golpes llenó la sala.
Ashlyn y Natalia, alarmadas, se interpusieron entre ambos, intentando separarlos.
—¡Basta, Zahir! —gritó Ashlyn, conteniendo las lágrimas—. ¡Esto no tiene sentido!
Zahir la miró, con el orgullo herido y la rabia a flor de piel.
—¡Jamás vas a amarlo! —le espetó, señalando a William con desprecio—. ¡Nunca podrás sentir lo mismo por él!
Ashlyn lo miró con una frialdad que no sabía que poseía.
—Voy a poner todo de mi parte para que eso pase, Zahir. Haré todo lo posible por amar a William, porque necesito alguien que me valore.
Zahir, al escuchar esas palabras, quedó inmóvil, como si un golpe invisible lo hubiera dejado sin aliento.
Sin esperar una respuesta, Ashlyn se giró, tomó sus maletas y caminó hacia la puerta junto a Natalia y William, dejando atrás a Zahir, junto con los escombros de lo que alguna vez fue su vida juntos.
Esa noche, después de la desgarradora despedida en la mansión, Ashlyn sentía como si una pesada losa hubiera caído sobre su corazón.
Mientras caminaban hacia el coche, la confusión y la tristeza seguían envolviéndola, pero Natalia, como siempre, la mantenía con los pies en la tierra.
—Ashlyn, no puedes quedarte sola en este momento. Necesitas descansar, por favor —insistió Natalia, mirándola con seriedad.
Ashlyn, agotada por todo lo que había sucedido, sintió el cansancio de la última semana envolviéndola, y aunque su instinto le decía que debía estar sola, reconoció que no podía rechazar el apoyo de su amiga en ese momento.
—Está bien —dijo con voz quebrada—. Solo por esta noche, no quiero estar sola.
Al llegar al departamento de Natalia, William se encargó de llevar las maletas al dormitorio de Ashlyn, sin decir una palabra.
Ashlyn, que se encontraba sumida en pensamientos oscuros, lo vio salir de la habitación, pero algo la impulsó a detenerlo.
—William —dijo con una voz baja—, lamento mucho lo sucedido. Lo que dije… solo fue para molestar a Zahir. No quiero que creas que siento lo mismo.
William la miró, reconociendo la lucha en sus ojos.
—Lo sé, Ashlyn. No me sorprende lo que dijiste, pero no puedo evitar seguir pensando en ti. Ahora que eres libre, no puedo dejar de imaginar la posibilidad de que tú y yo tengamos algo. No quiero perder esa oportunidad.
Ashlyn suspiró, sus pensamientos atormentados por lo que acababa de vivir. No quería complicarse más, pero William parecía decidido.
—No es el momento para hablar de amor —respondió, dejando caer los hombros—. Lo que necesito ahora es descansar.
William asintió, aunque en sus ojos había algo más, una chispa de esperanza que no se apagaba.
Sin decir más, cerró la puerta detrás de él y la dejó sola en la habitación.
La mañana siguiente, Ashlyn tenía que trabajar, tenía que encontrar algo que le distrajera de la tormenta emocional en la que se encontraba.
Al salir del auto, William la acompañó hasta la entrada del hospital, como si quisiera asegurarse de que ella estuviera bien.
—Gracias por traerme —dijo Ashlyn con una pequeña sonrisa, pero la sonrisa desapareció cuando él, de manera inesperada, se acercó y le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja.
Ashlyn se quedó sin palabras por un segundo, sorprendida por el gesto. Su sonrisa se amplió ligeramente, una sonrisa que no surgía de la felicidad, sino de un agradecimiento silencioso hacia él por estar allí.
—Espero que tengas un buen día —dijo William con suavidad, antes de despedirse.
Ashlyn asintió y entró al hospital, intentando concentrarse en su trabajo. Sin embargo, sus pensamientos seguían vagando, inquietos y llenos de incertidumbre.
Al llegar a su oficina, estaba revisando algunos informes cuando Zahir apareció de repente.