Ashlyn llegó a su habitación sintiendo el dolor de saber acerca de la traición de Zahir.
Sin dudarlo, tomó su bolso y salió con prisa, buscando escapar del ambiente sofocante que Zahir y Madison habían impregnado en el lugar que alguna vez consideró su hogar.
Encendió el auto, el camino la llevaba hacia una única dirección en su mente: el departamento de su amiga Natalia.
Al llegar, tocó el timbre y, apenas Natalia abrió la puerta, Ashlyn se arrojó en sus brazos, rompiendo en un llanto incontenible.
Su amiga la sostuvo en silencio, sin decir palabra, mientras ella dejaba escapar todo el dolor que llevaba dentro.
Natalia, con una expresión de preocupación, la condujo al interior del departamento, donde la sentó en el sofá y le preparó una taza de té caliente.
Después de varios minutos en los que las lágrimas fueron su única compañía, Ashlyn alzó la mirada con ojos enrojecidos y voz temblorosa.
—¿Puedo quedarme aquí hoy y esta noche, Natalia? —preguntó casi en un susurro.
—Por supuesto que sí, Ashlyn, pero… ¿qué pasó? —le respondió su amiga, llena de empatía.
Ashlyn intentó articular las palabras, pero el dolor y la traición parecían desbordarse en cada frase.
Finalmente, entre sollozos y respiraciones temblorosas, le contó a Natalia todo lo sucedido: la confesión de Zahir, el embarazo de Madison, y la firma que acababa de poner en el documento de divorcio.
Natalia no le respondió de inmediato. No había palabras suficientes para consolarla, así que en lugar de hablar, simplemente la abrazó, transmitiéndole el apoyo silencioso que solo una verdadera amiga podía ofrecer.
Esa noche, Ashlyn se quedó en el departamento, y aunque el dolor seguía palpitando en su corazón, se sintió un poco más ligera al lado de alguien que la entendía.
A la mañana siguiente, con la mirada aún cansada y una expresión sombría, Ashlyn regresó a la mansión.
No quería estar allí, pero necesitaba tomar un baño y prepararse para el trabajo en el hospital.
Subió a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella, intentando encontrar un pequeño momento de paz.
Sin embargo, apenas había comenzado a relajarse cuando la puerta se abrió de golpe y Zahir entró, y se mostraba con mucha seriedad.
—Sal de mi habitación —le dijo ella de inmediato, clavándole una mirada fría.
Zahir la ignoró, dando un paso adelante con una expresión cargada de celos y rabia reprimida.
—¿Pasaste la noche en brazos de William? —le soltó con un tono que revelaba la molestia que llevaba dentro.
Ashlyn lo miró con incredulidad, el coraje volviendo a avivarse en su pecho.
—¿Y a ti qué te importa con quién dormí o no dormí? Ya no es de tu incumbencia, Zahir.
—No lo olvides, Ashlyn —replicó él, sus palabras impregnadas de dureza—. Aún eres mi esposa.
Ella dejó escapar una risa amarga y lo miró con desprecio.
—No por mucho tiempo, y tampoco tienes derecho a reclamarme nada. —Su voz era desafiante, llena de resentimiento y tristeza a la vez.
Zahir apretó los labios, como si estuviera conteniéndose para no responderle algo hiriente.
Finalmente, hizo un esfuerzo por calmarse y respondió. —Aún vives en esta mansión, Ashlyn. Si vamos a seguir bajo el mismo techo, quiero que duermas aquí, donde corresponde.
Ella lo miró con resignación y repulsión. —Créeme, Zahir, anhelo el día en que pueda marcharme de esta casa para no volver jamás.
Él cerró los ojos por un segundo, exhalando con frustración, y se giró hacia la puerta para marcharse. Pero antes de que pudiera irse, Ashlyn lo detuvo.
—¿Sabes qué es lo peor de todo esto? —dijo, su voz quebrada—. Me has dejado rota, Zahir. —Sus palabras flotaron en el aire, cada sílaba mostraba la amargura y dolor que tenía—. Dime… ¿es eso lo que querías? ¿Tendrás un hijo con ella solo porque yo no puedo dártelo?
Él se detuvo en seco, sin voltear a verla, pero su respiración se hizo más pesada, como si las palabras de Ashlyn lo hubieran herido de una forma que no esperaba.
—Mi mayor deseo siempre ha sido ser padre —dijo al fin, su voz era imponente pero sin mirarla a los ojos—. No voy a hablar mal de mi hijo ni de la mujer que me lo dará.
Ashlyn lo miró con incredulidad y dolor, incapaz de creer lo que escuchaba.
—¿Así que buscaste a Madison solo porque yo no puedo darte un hijo? —insistió, su voz temblando de furia y tristeza.
Zahir apretó los labios y, tras un segundo de silencio, replicó fríamente.
—Esa respuesta no tiene importancia, Ashlyn. Estamos en proceso de divorcio, y muy pronto esto ya no será asunto tuyo.
Un amargo silencio se instaló entre ellos, pero el dolor en los ojos de Ashlyn era evidente. Tomando aire con dificultad, lo miró con resentimiento.
—Nunca te voy a perdonar, Zahir. Espero desaparecer de tu vida para siempre y que nunca vuelvas a cruzarte en mi camino.
Zahir no dijo nada más. Su expresión se endureció mientras se giraba y salía de la habitación sin una palabra.
Al cerrar la puerta, el eco de su partida dejó un vacío doloroso en el ambiente.
Después de esa breve r, Ashlyn llegó al hospital temprano, tratando de concentrarse en su trabajo y dejar el dolor a un lado.
Al entrar al área de emergencia, vio una figura familiar y no pudo evitar una punzada en el pecho.
Ahí estaba Madison, sentada en una camilla, con una expresión calculadamente vulnerable en el rostro.
Al verla, Madison alzó la voz, exigiendo en un tono suave pero firme. —Quiero que sea la doctora Ashlyn quien me atienda.
Apretando los labios y guardando silencio, Ashlyn se acercó, su rostro impasible. Aunque cada parte de ella deseaba alejarse, su profesionalismo la empujó a permanecer.
Revisó los signos vitales de Madison con rapidez y, con un tono controlado, le preguntó.—¿Qué es lo que siente?
—He tenido mareos, náuseas… y debilidad —respondió Madison, con una sonrisa de suficiencia—. Debe ser por el embarazo.
Ashlyn sintió cómo cada palabra atravesaba su pecho como una flecha, pero mantuvo la calma. Apenas asintió.
—Ya lo sé.
Sin agregar nada más, preparó los medicamentos necesarios y procedió a administrarlos.
Su mente intentaba bloquear cada pensamiento, cada emoción que Madison intentaba evocar en ella.
Veinte minutos después, Madison parecía estar más cómoda, y Ashlyn estaba terminando su asistencia cuando el sonido de pasos apresurados rompió su concentración.
Zahir entró en la sala de emergencias, su rostro mostraba preocupación.
Al verlo, Ashlyn sintió que el dolor en su pecho se intensificaba. La imagen de él, corriendo hacia Madison con ese aire protector, rompía cada pedazo de su ser.