Ashlyn se dirigió a la camilla donde William estaba recostado, con una expresión de preocupación en su rostro.
Al verla, él sonrió débilmente. —¿Qué te pasó? —preguntó ella, mirándolo con el ceño fruncido.
William se encogió de hombros, restándole importancia. —Solo un dolor estomacal. Nada grave.
Natalia, que estaba junto a él, asintió y añadió con tono tranquilizado.
—Está bien, en unos minutos nos vamos. Solo queríamos asegurarnos de que no fuera nada serio.
Ashlyn suspiró, aliviada. —Me alegra saber que todo está bien.
Después de intercambiar unas pocas palabras más, Ashlyn regresó a su escritorio, concentrándose nuevamente en sus pendientes del día.
Aproximadamente veinte minutos después, William y Natalia se acercaron para despedirse.
Ashlyn los acompañó hasta la entrada del hospital.
Mientras Natalia se adelantaba para buscar el auto, William aprovechó el momento a solas para conversar con ella.
—Voy a extrañarte —dijo en un tono suave—. Espero que no te tardes mucho en el extranjero.
Ashlyn lo miró con una leve sonrisa, aunque había tristeza en sus ojos.
—Solo el tiempo necesario… para sanar —murmuró, con un aire de resignación.
De pronto, William se acercó más y, sin que ella lo esperara, la besó. Ashlyn se quedó congelada, sorprendida por su gesto y sin saber cómo reaccionar.
Justo en ese instante, la voz de Zahir irrumpió, sacándola de su aturdimiento.
—No perdiste el tiempo para irte a los brazos de William —dijo Zahir con frialdad.
Ashlyn lo miró, su sorpresa transformándose rápidamente en su propia defensora de sí misma.
—¿Y qué esperaba? —respondió, sin bajar la mirada—. Tú pusiste el ejemplo. No olvides que ahora tienes una mujer y un futuro hijo al cual debes atender.
La expresión de Zahir se endureció, pero antes de que pudiera responder, Ashlyn volvió su atención a William, colocándole una mano en el brazo.
—Cuídate, amor —dijo en voz alta, dejando claro que su afecto por él era sincero, al menos en apariencia.
William le sonrió y asintió, luego se despidió y se dirigió al auto donde Natalia lo esperaba.
Ashlyn, sin dedicarle otra palabra o mirada a Zahir, regresó al interior del hospital, sentía como Zahir no dejaba de observarla mientras ella caminaba por el extenso pasillo.
Después de un largo día de trabajo. Esa noche, en la tranquilidad de su departamento, Ashlyn comenzó a organizar sus pertenencias y a preparar las cosas que llevaría en el viaje.
Luego de un rato, exhausta, se dejó caer en la cama, sintiendo la mente y el cuerpo agotados.
Recordó, entonces, el mareo de la mañana y se preguntó si se trataba solo del estrés o si había algo más.
Con el corazón latiendo un poco más rápido, fue a su bolso y buscó en el fondo una prueba de embarazo que había comprado semanas antes, cuando pensaba quizás en esa posibilidad de un embarazo
Dudó un momento, pero finalmente se armó de valor y se dirigió al baño, cerrando la puerta detrás de ella.
Pasaron unos cinco minutos mientras esperaba, estaba casi conteniendo el aliento.
Finalmente, tomó la prueba con manos temblorosas.
Cuando Ashlyn estaba a punto de mirar el resultado de la prueba, alguien tocó la puerta.
Sorprendida, dejó la prueba sobre la mesita de noche y salió del baño. Al abrir, se encontró con Zahir, apoyado contra el marco de la puerta.
Su expresión lucía distante, sus ojos algo vidriosos, y una ligera fragancia a alcohol la envolvió al instante.
—Estás embriagado —murmuró, cruzándose de brazos—. Deberías estar en la mansión.
Él la miró fijamente, su voz apenas era un susurro, su estado no era como el de siempre, alguien que estaba siempre sobrio.
—No podía estar en la mansión… necesitaba verte.
Zahir levantó una mano temblorosa y acarició suavemente el rostro de Ashlyn, recorriendo su piel con sus dedos como si intentara memorizar cada detalle.
Antes de que pudiera reaccionar, él se inclinó, buscando sus labios, pero ella lo detuvo, colocándole una mano en el pecho.
—Estás borracho, Zahir —susurró, tratando de resistir el mar de emociones que se agitaban dentro de ella.
Sin embargo, Zahir no se dio por vencido. Su mirada se posó en sus ojos y, con una gran astucia, se acercó de nuevo y la besó.
El la llevó hasta su cuerpo, sus besos apasionados la hacían recordar los momentos de pasión que vivían en su noviazgo y matrimonio.
Ashlyn intentó resistirse, pero su cuerpo cedió ante la intensidad de aquel beso, sus manos se aferraron a su cuello mientras Zahir la rodeaba con sus brazos, acercándola aún más.
La habitación se llenó de un silencio interrumpido por los besos, donde solo el sonido de sus respiraciones entrecortadas y el latido frenético de sus corazones rompían el aire.
Sin mediar palabra, Zahir la alzó en brazos y la llevó hacia la cama, sus cuerpos estaba llenos de deseo y un toque de melancolía.
Se entregaron al momento con una pasión desenfrenada, como si ambos supieran que, por una vez, podían dejar a un lado el dolor, el rencor y las dudas.
Fueron despojándose de las barreras, de los recuerdos amargos, hasta que solo quedaron ellos, enredados en un mar de caricias y susurros.
Sus manos suaves, sus besos cálidos, era una declaración silenciosa, una forma de decir todo aquello que no se atrevían a expresar en palabras.
Y cuando finalmente se dejaron llevar por la pasión, ambos se encontraron envueltos en un abrazo, sintiendo que, al menos por esa noche, el tiempo se detenía.
Después de aquel momento compartido, Zahir y Ashlyn permanecieron abrazados en la penumbra de la habitación.
La respiración de ambos se fue acompasando, y en algún punto, el cansancio y la calidez del contacto hicieron que se quedaran dormidos, sin soltar al otro, como si en sus brazos encontraran la paz que tanto les había faltado.
Ashlyn intentaba cerrar sus ojos, pero en su mente solo habían unas palabras.
“Esta es una despedida Zahir”.