En el nuevo hospital, Ashlyn había logrado un equilibrio entre sus responsabilidades administrativas y su vocación como doctora.
Sus días transcurrían entre reuniones con el equipo médico, evaluaciones de procedimientos, y momentos de contacto directo con los pacientes, lo cual le daba un gran sentido de propósito.
A seis meses de su llegada a España, la vida de Ashlyn había dado un giro completo.
Se había adaptado rápidamente al hospital y disfrutaba de los retos que venían con su cargo de directora, además de atender casos médicos que la mantenían en contacto con lo que más amaba: su profesión.
A medida que los meses avanzaban, su embarazo se hacía más evidente. En ocasiones, el cansancio la tomaba por sorpresa, pero ella mantenía su ritmo de trabajo, encontrando en cada día una nueva oportunidad de sentirse útil, realizada y enfocada.
—No importa cuán cansada esté, yo tengo que ver por tu futuro querido bebé— Se decía mientras pasaba su mano por su vientre.
Aunque había logrado construir una red de amistades entre sus colegas, y recibía de ellos mucho apoyo, en el fondo extrañaba tener cerca a alguien de su vida anterior.
Una tarde, mientras revisaba unos documentos en su oficina, recibió un mensaje que la hizo sonreír al instante.
”¡Ashlyn! Estoy en España. Te veo en unas horas. No puedo esperar a verte.”
Era Natalia, su amiga y confidente, quien había sido su apoyo incondicional durante los momentos más oscuros.
La emoción la invadió y, con una sonrisa que no podía esconder, continuó con sus tareas mientras esperaba la llegada de su amiga.
Al poco rato, se escuchó un suave toque en la puerta de su oficina.
—Adelante —dijo Ashlyn, mirando de reojo, esperando ver a algún colega, pero sin poder anticipar la sorpresa que la esperaba.
La puerta se abrió lentamente, y allí estaba Natalia, con una sonrisa brillante y los brazos abiertos.
Ashlyn dejó caer los documentos sobre su escritorio y se levantó del sillón rápidamente, cruzando la distancia que las separaba en cuestión de segundos.
Se lanzaron en un abrazo fuerte y lleno de alegría. —¡No puedo creer que estés aquí! —exclamó Ashlyn, con una risa entre lágrimas.
—¡Yo tampoco! —respondió Natalia, abrazándola con fuerza—. ¡Te he extrañado tanto!
Al separarse, Natalia le dio un vistazo completo a Ashlyn, quien ahora lucía un vientre prominente de embarazo.
Natalia la miró con sorpresa y sus ojos se abrieron de par en par.
—Ashlyn… ¿cómo es que no me contaste esto? —preguntó, señalando su vientre con incredulidad y emoción.
Ashlyn sonrió tímidamente y bajó la mirada. —Quería esperar a verte en persona para contártelo. No quería que te enteraras por un mensaje.
—¡Jamás debiste ocultármelo! —reclamó Natalia, aunque su tono era más de reproche cariñoso—. ¡Esta es una noticia increíble! No puedo creer que ya estés así de avanzada y yo sin saber nada.
Ashlyn suspiró y tomó las manos de su amiga.
—Lo sé, pero tenía miedo… Miedo de que la noticia pudiera llegar a oídos de Zahir.
Natalia asintió comprensiva, suavizando su expresión.
—Lo entiendo, no te preocupes, no voy a discutir contigo. —Luego, sonrió cálidamente—. Estoy muy feliz de verte cumpliendo el sueño de ser madre. Tienes una luz diferente, Ash.
Ashlyn sonrió, y sus ojos brillaron. —Ya estoy de ocho meses. Cuando me enteré, tenía dos, así que no me tomó mucho tiempo darme cuenta.
—Bueno, me quedaré contigo hasta que des a luz —anunció Natalia con firmeza, sin dar espacio a discusión—. No voy a dejar que pases por esto sola.
Ashlyn no pudo contener las lágrimas de gratitud y abrazó nuevamente a su amiga.
—Gracias, Natalia. No sabes cuánto significa para mí. Me siento más tranquila sabiendo que estarás aquí cuando llegue el momento.
Las dos amigas continuaron hablando y poniéndose al día, disfrutando de ese reencuentro tan esperado y compartiendo los detalles de sus vidas.
Por primera vez en mucho tiempo, Ashlyn sentía que estaba rodeada de alguien de su familia, de alguien que realmente la conocía y que estaba allí para apoyarla.
La noche había caído, y el hogar de Ashlyn estaba lleno de una tranquilidad que, en ese momento, sólo podía ofrecer la compañía de Natalia.
La cocina estaba impregnada de un suave aroma a especias y verduras, mientras Natalia se encargaba de preparar una cena sencilla pero reconfortante.
Ashlyn se acomodó en el sillón, dándole descanso a sus pies hinchados después de un largo día en el hospital. Sentía que, finalmente, podía relajarse un poco.
Sin embargo, un leve dolor comenzó a aparecer en su abdomen. Al principio pensó que era simplemente la incomodidad habitual de los últimos días del embarazo.
Pero el dolor se intensificó, y una presión distinta se hizo presente. Colocó su mano en el vientre, respirando profundamente, tratando de calmarse.
De repente, un dolor más fuerte le hizo perder el aliento, y, antes de poder decir algo, sintió que su ropa se humedecía.
Ashlyn abrió los ojos, comprendiendo rápidamente lo que estaba sucediendo.
—Natalia… —llamó con voz nerviosa.
Natalia se dio la vuelta, sorprendida por el tono de su amiga.
—¿Qué pasa, Ash? —preguntó, dejando a un lado los utensilios de cocina.
Ashlyn intentó sonreír para no alarmarla, pero el dolor la obligaba a fruncir el ceño.
—Creo que… el bebé va a nacer —respondió, respirando entrecortadamente—. Mi fuente se acaba de romper.
Los ojos de Natalia se abrieron con horror y sorpresa.
—¡¿Qué?! ¡¿Ahora?! ¡Dios mío! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza.
Empezó a caminar de un lado a otro, intentando procesar la situación, pero estaba claramente abrumada.
Ashlyn no pudo evitar sonreír entre las contracciones al ver a su amiga completamente descolocada, moviéndose por la cocina como si intentara buscar una solución mágica en el aire.
—Natalia, tranquila… —dijo con una sonrisa que apenas ocultaba su propio nerviosismo—. El bolso del bebé ya está listo. Solo toma las llaves del auto, ayúdame a levantarme y llévame al hospital.