El nacimiento.

1391 Words
Natalia respiró hondo, tratando de recobrar la compostura. Se movió con rapidez, siguiendo las instrucciones de Ashlyn. Colocó el bolso junto a la puerta, ayudó a Ashlyn a levantarse del sillón y la sostuvo mientras caminaban hacia el auto. Ashlyn, a pesar de las contracciones, mantenía una calma inesperada, sabiendo que necesitaba mantenerse tranquila por el bien de su bebé. Una vez que subieron al auto y Natalia comenzó a conducir, no pudo evitar lanzar un reclamo de preocupación, mientras apretaba el volante. —Ashlyn, ¿te imaginas si no hubiera estado aquí contigo? —dijo, su tono mostraba preocupación y reproche—. ¡¿Qué habrías hecho tú sola?! Ashlyn la miró y, entre risas y respiraciones profundas, le respondió. —Sabes que siempre he podido arreglármelas sola. Pero te agradezco… —dijo, con una voz suave, y luego se llevó la mano al vientre—. Ahora, cálmate, Natalia. Todo va a salir bien. Natalia intentó relajarse, aunque seguía lanzándole miradas rápidas y preocupadas mientras Ashlyn respiraba profundamente, controlando el dolor que iba aumentando con cada minuto. A pesar del nerviosismo, el trayecto se sintió breve, y en poco tiempo llegaron al hospital. Al verlas llegar, el equipo médico se movilizó rápidamente. Ashlyn fue recibida por las enfermeras, quienes le ofrecieron el apoyo necesario mientras la conducían a la sala de parto. Apenas media hora después de su llegada, la labor de parto comenzó en serio. El dolor era intenso, pero la emoción y el amor que ya sentía por su bebé le ganaba. —Ya falta poco, Ashlyn… lo estás haciendo increíble —le susurraba la ginecóloga, mientras hacía su trabajo. —Escuchaste Ash ya falta poco— Decía Natalia mientras sentía como Ashlyn apretaba fuertemente su mano. Entre respiraciones profundas y gritos de esfuerzo, Ashlyn mantuvo su enfoque en la voz de la doctora, que le daba instrucciones para cada empuje. Ashlyn, agotada, sintió cómo su corazón se aceleraba al oír ese pequeño llanto. Todo el dolor y el esfuerzo parecieron desvanecerse de golpe cuando las enfermeras colocaron a su hija sobre su pecho. Miró al pequeño rostro arrugado, con sus ojitos cerrados y su piel suave, y una oleada de amor incondicional la envolvió. No pudo contener las lágrimas; la emoción la desbordaba. —Es una niña —le informó la doctora con una sonrisa amable. Ashlyn asintió, sin apartar la mirada de su hija. Acarició suavemente el cabello oscuro y delicado de la pequeña, sintiendo que un lazo invisible, pero fuerte y eterno, se formaba entre ambas. —Hola, pequeña… —susurró, con la voz entrecortada por la emoción—. Bienvenida al mundo, mi amor. Natalia, con lágrimas en los ojos, se acercó aún más para observar a la bebé, maravillada por la perfección de ese pequeño ser que Ashlyn había traído al mundo. Unas horas más tarde, Ashlyn y la bebé estaban instaladas en una habitación privada. Natalia, siempre atenta, había ayudado a Ashlyn a acomodarse, asegurándose de que tuviera todo lo necesario al alcance de la mano. La bebé, envuelta en una mantita suave, descansaba plácidamente en los brazos de su madre, mientras Natalia las observaba con ternura y orgullo. Natalia, incapaz de contener su curiosidad, se acercó a Ashlyn y le preguntó con una sonrisa. —¿Y cómo se va a llamar esta princesa? Ashlyn, mirando a su hija con una expresión de amor profundo, acarició la pequeña manita que asomaba de la manta. —Victoria —respondió con suavidad—. Porque en medio de toda la guerra y el dolor, ella vino a traerme paz. —Es un nombre perfecto —murmuró Natalia, conmovida. Unos días después. Una suave luz de la tarde bañaba la habitación de la pequeña Victoria, dándole al espacio un ambiente cálido y acogedor. Las paredes en tonos pastel estaban decoradas con pequeños detalles de naturaleza, y junto a la cuna, unos peluches y mantas tejidas esperaban a la bebé con amor y dedicación. Ashlyn estaba de pie junto a la cuna, acariciando la pequeña cabecita de Victoria, quien dormía profundamente. Natalia estaba con ella, compartiendo ese momento de paz en silencio, ambas embelesadas por la calma que desprendía el sueño de la pequeña. Sin embargo, Natalia, con una expresión algo nostálgica, rompió el silencio. —Bueno, Ash, creo que es momento de irme —dijo, suspirando con tristeza—. Hay cosas pendientes en casa y debo regresar. Ashlyn miró a su amiga, y un brillo de agradecimiento llenó sus ojos. Natalia había estado a su lado en esos primeros días, brindándole apoyo y cuidado incondicional. Saber que tendría que continuar sin ella le generaba un poco de melancolía, pero también comprendía que cada una tenía su propia vida y sus responsabilidades. —No sé cómo agradecerte, Natalia —dijo Ashlyn, con una sonrisa cálida—. Estos días no han sido fáciles, y me has dado tanto, no solo por estar conmigo, sino por la fuerza que me has transmitido. No sé qué habría hecho sin ti. Natalia se acercó y la abrazó con ternura. —No tienes que agradecerme nada, Ash —respondió, devolviéndole la sonrisa—. Sabes que estoy aquí para ti siempre. Ver a Victoria y a ti felices es suficiente para mí. Pero, antes de irme, quería contarte algo en persona. Ashlyn arqueó una ceja, interesada y curiosa.—¿Algo importante? —preguntó, con interés y emoción. Natalia asintió y, tomándose un momento para elegir sus palabras, dejó escapar una sonrisa que revelaba felicidad y nerviosismo a la vez. —Sí, algo muy importante —dijo, entre risas—. Mi novio me pidió matrimonio. Ashlyn la miró sorprendida y luego dejó escapar una exclamación de alegría, llevándose una mano a la boca. —¡Natalia, eso es maravilloso! —dijo, con el rostro iluminado—. ¡Felicidades! ¿Cuándo es la boda? ¡No puedo creerlo! Cuéntamelo todo. Natalia se rio, contagiada por el entusiasmo de su amiga. —Aún no tenemos una fecha fija —respondió, mientras jugueteaba con el anillo que llevaba en el dedo—, pero pensamos que podría ser en unos meses. Y aquí viene la sorpresa —añadió, mirándola con un brillo travieso en los ojos—. La persona con la que me voy a casar no es otra que Arturo. Ashlyn quedó momentáneamente sin palabras, procesando la revelación. Arturo, el hermano de Zahir, había sido una figura lejana en su vida, alguien a quien había conocido en contadas ocasiones, pero a quien no había llegado a ver en un contexto romántico con su amiga. La noticia le pareció inesperada, pero al mismo tiempo, la llenó de emoción. —¿Arturo? —repitió, sorprendida—. Pero… ¿cuándo comenzó todo esto? ¡Pensé que solo era algo pasajero entre ustedes! Natalia se sonrojó y, mirando hacia un lado como si se sintiera un poco avergonzada. —Bueno, nos habíamos visto algunas veces hace un tiempo, pero en aquel momento no era nada serio. Ninguno de los dos estaba realmente seguro de lo que quería… Hasta que pasó el tiempo, y… nos reencontramos de una manera diferente. Todo se fue dando poco a poco y, para cuando nos dimos cuenta, estábamos completamente enamorados. Ashlyn la miró con ternura, comprendiendo la importancia de esas palabras. —Me alegra tanto verte feliz, Nat —le dijo con sinceridad—. Tú te mereces todo lo bueno, y si Arturo es quien te hace sentir así, entonces sé que has encontrado algo especial. Natalia asintió, evidentemente conmovida por las palabras de Ashlyn. —Gracias, Ash. Eso significa mucho para mí —dijo, apretando suavemente la mano de su amiga. Después de un momento de silencio, Natalia la miró con un toque de seriedad en el rostro. —Quiero que estés en mi boda, Ashlyn. Me encantaría que fueras mi madrina —dijo, con un brillo esperanzado en los ojos—. No puedo imaginar este día sin ti a mi lado, compartiendo ese momento tan importante. —Claro que sí, Nat —respondió Ashlyn, con una sonrisa que reflejaba el cariño y la lealtad que sentía—. Estaré contigo ese día y en cada momento que necesites. A pesar de su promesa, Ashlyn no podía dejar de pensar que cuando ese momento llegara, tendría que enfrentar a Zahir.

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