El humo

1078 Words
La sonrisa burlona de Madison, siempre presente, parecía un recordatorio silencioso de todo lo que había perdido. Sin detenerse a decir una palabra, Ashlyn pasó de largo, decidida a no permitir que esa mujer viera su dolor. De vuelta en su oficina del hospital, guardó sus cosas apresuradamente, y después de dejar su trabajo a cargo de una colega, salió del edificio, caminando con la cabeza en alto, decidida a poner fin a aquella agonía. Subió a su auto, y antes de que el miedo pudiera detenerla, condujo directamente hasta la oficina gubernamental donde Zahir ejercía sus funciones. Al llegar, se dirigió al despacho sin detenerse en la recepción ni pedir permiso, ignorando la mirada sorprendida de la secretaria. Cuando abrió la puerta, Zahir estaba en plena conversación de negocios con otro hombre, quien al verla, enmudeció. Zahir, sin embargo, apenas mostró sorpresa en su rostro, pero un destello en sus ojos reveló su curiosidad y desconcierto. —Déjanos a solas —le indicó al hombre que lo acompañaba, con una voz autoritaria y tranquila. Cuando la puerta se cerró detrás del hombre, Ashlyn caminó hacia el escritorio de Zahir sin vacilación. Sacó de su bolso los papeles del divorcio, tomó un bolígrafo y, sin dudarlo, firmó el documento de una vez. Con el mismo temple, le extendió los papeles. —Ahí tienes. La firma para que inicies el proceso de divorcio. —Su voz sonaba fría y contenida, como si cada palabra le costara esfuerzo pero también le diera una especie de liberación. Zahir la miró, sorprendido, mientras sus ojos se llenaban de un asombro que él intentaba disimular. —No esperaba que cedieras tan rápido —dijo, con un tono entrecortado que sugería un leve rastro de desconcierto. —No quiero estar casada contigo ni un minuto más —respondió Ashlyn con firmeza, mirándolo directamente a los ojos. Esas palabras eran una declaración final, el cierre de un capítulo que tanto la había consumido. Zahir apretó los labios y soltó una risa fría, con un brillo de ironía en los ojos. —Claro. Supongo que lo haces por William. Ashlyn sintió una punzada de enojo, pero no dejó que eso la afectara. —La razón no te incumbe, Zahir. Solo quiero estar lejos de ti. Él respiró hondo, tratando de mantener el control de la situación. —No puedes dejar la mansión hasta que finalice el proceso de divorcio. Ya lo sabes. Ashlyn sostuvo su mirada, sus labios se curvaron en una sonrisa amarga. —Leí los papeles, Zahir. Sé perfectamente lo que tengo que hacer. Sin agregar nada más, se giró y salió de la oficina, dejando a Zahir solo, aún sujetando los papeles firmados. La puerta se cerró con un suave clic, y el silencio llenó el despacho, mientras Zahir no dejaba de mirar hacia la puerta. Justo en ese momento, Arturo, el hermano de Zahir, entró sin tocar la puerta, con una expresión preocupada. —¿Qué pasó? —preguntó Arturo, frunciendo el ceño—. Acabo de ver a Ashlyn salir de aquí… estaba llorando. Zahir respiró hondo, pero no encontró las palabras para responder. Arturo observó los papeles en su mano, y su expresión cambió. —¿Firmó el divorcio? —preguntó, incrédulo. Zahir asintió, tratando de aparentar tranquilidad, aunque la tensión era evidente en su rostro. —Finalmente firmó. Arturo se quedó en silencio por un momento, y luego su mirada se endureció. —Sabes que el único culpable de esta separación eres tú mismo. —Arturo se acercó, mirándolo con compasión y reproche—. Si le hablaras con la verdad, tal vez Ashlyn tendría algo de misericordia contigo. Zahir apretó los puños, intentando mantener su fachada de indiferencia. —No voy a hacerlo, Arturo. Es lo mejor así. Arturo lo miró un instante más, con una mezcla de decepción y lástima. El silencio que se instauró era denso, y Arturo supo que Zahir no cambiaría de opinión tan fácilmente. Sin decir nada más, Arturo se dio media vuelta, dejándolo solo en el despacho, con los papeles del divorcio en las manos y el peso de su propia decisión en los hombros. Ashlyn llegó a la mansión todavía sintiendo el dolor y decepción del encuentro con Zahir. Aún así, se dirigió directamente a la cocina, necesitando algo que le despejara la mente. Revisó la despensa, sacando los ingredientes que necesitaba: chocolate, harina, azúcar, huevos, mantequilla… Hacer un pastel de chocolate parecía justo lo que necesitaba para distraerse y calmar sus emociones, así que se amarró el cabello, se puso un delantal y se sumergió en la tarea, midiendo y mezclando cada ingrediente con una concentración absoluta. —Esto me ayudará a mantener la mente ocupada— Se dijo a sí misma motivada. Para cuando el pastel estaba listo para hornear, Ashlyn sintió un pequeño alivio en el pecho, como si los recuerdos y el dolor hubieran quedado temporalmente fuera de su mente. Colocó la mezcla en el molde, la metió en el horno, y ajustó el temporizador. Satisfecha, decidió subir a su habitación a cambiarse y descansar un poco mientras el pastel se horneaba. Sin embargo, se le fue el tiempo. Veinticinco minutos después, mientras bajaba las escaleras, notó que algo no estaba bien. Un olor acre impregnaba el aire y, al acercarse a la cocina, vio que el humo se escapaba por la puerta, extendiéndose en una densa nube gris que lo llenaba todo. Abrió la puerta, y una bocanada de humo aún más densa la golpeó. El horno estaba en llamas. —¡No! —gritó, corriendo hacia el horno, sin saber bien qué hacer pero intentando apagar el fuego. En ese momento, apareció Madison, observándola con una expresión divertida y burlona mientras Ashlyn intentaba calmar las llamas. —De verdad, no sirves ni para cocinar —dijo Madison, con voz afilada, cruzando los brazos—. No es suficiente con que seas un desastre en tu matrimonio; parece que hasta en la cocina fracasas. Ashlyn, enojada y desesperada, se volvió hacia ella. —¡Fuiste tú! ¡Algo debiste hacer mientras yo no estaba aquí! —le gritó, culpándola por el incendio que consumía el pastel. Pero Madison se limitó a reír con frialdad. —Por favor, querida, tú eres la única responsable de esto. Ni siquiera puedo fiarme de ti en la misma casa. Antes de que Ashlyn pudiera reaccionar, Madison dio un paso hacia ella, y, en un movimiento rápido y astuto, la empujó.
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