Capítulo IV. “El desayuno de la paz”

1734 Words
Después de darme una rápida ducha, y elegir uno de mis elegantes atuendos, el cual consistía en un pantalón de vestir color gris y una camisa blanca manga larga, me dispuse a bajar a la cocina. Ya que había logrado conocer a Nicolás, ahora sabía que debía de esforzarme en llamar su atención para así poder lograr entrar en esa fría máscara en la que estaba sumergido. La cocina se encontraba completamente solitaria, por lo que, me cuestioné en la hora que comenzaban a trabajar en aquella casa, puesto que, según yo, ya había amanecido, por lo que, era hora de comenzar con las labores cotidianas. Busqué dentro de la gran nevera algo que me pudiese servir para preparar un buen desayuno, husmeé hasta que encontré lo que necesitaba, lo cual se basaba en unos huevos, tocino y jugo de naranja. Después de batallar durante unos cinco minutos para lograr encender la moderna estufa, la cual al final debía de programarla en un teclado táctil, freí los huevos y el tocino, los coloqué con absoluto orden en un plato y luego, lo llevé hacia la bandeja donde esperaba el jugo de naranja y una ensalada de frutas. Justo cuando tomé la bandeja y me giré para dirigirme hacia la habitación de Nicolás, me encontré de frente con Francis, quien me observaba de forma atenta, recostado al marco de la puerta. —Buenos días, Colette. ¿Trabajando tan de mañana? —Buenos días, tío Francis —hablé, dedicándole una de esas frescas sonrisas que el alto sujeto me había dedicado desde el primer momento en que me vio en el aeropuerto—, ¿Sería tan amable de indicarme la hora? —Son las seis de la mañana —respondió, elevando una ceja—, ¿Jetlag? —cuestionó, a lo que asentí enseguida. —No pude conciliar el sueño en toda la noche, incluso me dio tiempo de revisar los libros de finanzas que dejaron en mi habitación. Podría decir que ya estoy un poco al corriente; justo ahora me dirigía a llevarle el desayuno a Nicolás, para así poder presentarme con él. —Veo que la señorita Sophie no exageró al decir que usted es muy comprometida con su trabajo. —Lo soy —asentí—, así que si me disculpa, veré si puedo hablar con Nicolás. —Mucha suerte con ello —respondió el hombre, dejándome pasar. *** Cuando me encontré frente a la puerta de su habitación, cerré los ojos y respiré profundo, con la intriga de la forma en cómo iba a ser recibida por un chico que se negaba a recibir ayuda de los demás. Cuando Sophie me habló del trabajo, no tuve ninguna duda en aceptarlo, pues tenía la certeza en que lo iba a lograr con facilidad. Solo que, esa perspectiva había cambiado un poco, en cuanto miré su mirada en el balcón. Y ahora admitía sentirme nerviosa. Aun así, al final llamé a la puerta y esperé una respuesta. Respuesta que no llegó, volví a llamar, pero Nicolás seguía sin responder, así que al final decidí abrir y entrar sin invitación. En cuanto puse un pie adentro, un desagradable aroma inundó mis fosas nasales, obligándome hacer una mueca para después tapar ligeramente mi nariz, acción que supe que no era la correcta de seguir, por lo que respiré profundo y avancé. Él se encontraba sentado en un sofá reclinable, frente a una enorme pantalla empotrada en la pared derecha de la habitación, su cama estaba completamente arreglada, tal y como si no la hubiese utilizado desde hacía mucho tiempo, aunque al lado de esta, se encontraba una pila de ropa sucia, lo que probablemente era lo que daba ese mal olor al lugar. —Buenos días, Nicolás, te he traído el desayuno —hablé con nerviosismo al adentrarme aún más hasta poner la bandeja en su mesa de noche. —Creo que fui claro al decir que no necesito ninguna niñera —contestó con frialdad, sin siquiera molestarse en mirar en mi dirección. —No, no, no —dije enseguida—, mi nombre es Colette Simons, y mi tío Francis solo me pidió que viniera a ayudar en su empresa —Nicolás continuó en absoluto silencio, dirigiendo su completa atención al videojuego—, bien solo deseé ser agradecida por permitirme quedar en tu casa —continué hablando sin recibir respuesta alguna. En ese instante comencé a sentirme completamente incómoda, nunca antes me había sucedido eso en un trabajo. Por lo general, siempre me encontraba con caballeros simpáticos, y aun así, aquellos que trataban de sobrepasarse, no se cansaban de repetir lo bella que me veía, pero nunca antes alguno de ellos me había ignorado a como lo hacía el señorito Clark justo ahora. No sabía si seguir insistiendo o dar por perdida mi primera batalla y retirarme, la verdad es que en ese instante incluso había perdido mi capacidad de actuar. ¿Cómo carajos se ayudaba a alguien que no quería ser ayudado? Al final terminé decidiendo por ser caprichosa e ir y sentarme en el sofá a su lado. En algún momento lograría que comenzara a hablarme. Nicolás ni siquiera se inmutó, tal parecía que le entretenía más el juego en la pantalla, que la compañía de una desconocida. Observé por largos segundos lo que jugaba, lo cual se basaba en un juego de guerra donde al parecer, el sujeto no era tan bueno, puesto que lo asesinaban constantemente. —Debe ser genial vivir toda tu vida en un sitio como este —continué con mi plática hacia las paredes, puesto que seguía sin tener respuesta—, o sea, tener el mar a unos pocos metros de tu casa, yo saldría todos los días a caminar a través de la arena mientras el sol sale por el horizonte. Nada. Todo continuaba en silencio. Ya se me agotaban mis ideas para hacerlo hablar, así que hice algo que jamás había hecho con alguien del trabajo: comencé a hablar de mi vida privada. Cerré los ojos, suspiré profundamente y después hablé. —Mi novio me abandonó el propio día de mi boda hace tan solo unos días, ¿Sabes? —le conté, sin siquiera saber que más decir. —Puede retirarse —mandó, antes de que pudiera salir otra idiotez de mis labios. Me quedé inmóvil por algunos segundos, viéndolo de soslayo. Él continuaba con su mirada en el videojuego, sus facciones eran duras, por lo que indicaba que no estaba bromeando. —No estoy interesado en conocer su vida personal, señorita Simons, así que haga el favor y vuelva a sus asuntos —terminó diciendo. Lo observé por un tiempo más, el chico se veía tan demacrado y roto, que parecía que su alma había muerto, dejando solo un triste cajón donde debería de estar un alma llena de vida. Si tan solo supieras que ahora tú eres mi asunto —me dije a mí misma, antes de levantarme y comenzar a caminar hacia la salida. —Mañana volveré a verle en el balcón y luego le traeré el desayuno, señorito Clark —hablé, sin volverme hacia él, a sabiendas que odiaba que lo llamaran “señorito” —, que pase un buen día, hundido en su miseria —terminé diciendo antes de cerrar la puerta tras de mí. Después de ello, me dirigí a paso rápido hacia mi habitación, tomé mi celular, y marqué el número de la oficina de Sophie, quien me contestó enseguida. —Maldita bruja, ¿Tienes idea de a dónde me has enviado? —fue lo primero que dije, sin darle la oportunidad de hablar. —Hola, Colette. También me da gusto escucharte —habló mi amiga, ocultando la diversión que aquello le daba. —¡Me has enviado con un puto ogro, Sophie! ¡Me echó de su habitación! ¿Sabes lo feo que se siente que te humillen dos veces en la misma semana? Ella se echó a reír, lo cual hizo que sintiera más rabia. —¿Tan mal estuvo tu primer día, querida? —Sophie… ¡Terminé hablándole de mi vida personal! ¿Eso te da una idea de lo jodido que estuvo? —¿En serio hiciste eso? —indagó Sophie, muerta de la risa. Suspiré y luego caminé hacia el balcón, necesitaba aire puro para así poder calmar los fuertes latidos de mi corazón. No me gustaba fallar, y con lo que había pasado ahí, sentía que lo estaba haciendo. —Venga, Colette. Si te envié a esa guerra, es porque eres mi mejor soldado. —No sabes, como te odio en este momento. —Colette Simons no se rinde ante las pruebas —habló ella pacientemente—, Colette Simons busca la manera de encontrar soluciones, así que estudia el caso y vuelve a intentarlo, que verás, que aunque no sea en estos primeros días, lo lograrás. Asentí a pesar de que ella no pudiese verme. Pues tenía razón en algo, debería de encontrar la manera de poder sacar a la luz otra vez el alma de ese ogro. Había perdido mi primera batalla, pero no la guerra. —Voy a dejarte, porque necesito descansar para acoplarme al horario de América. Es mi único día de tregua, pues mañana si tendré que presentarme a la empresa. —Suerte con eso, amiga. Recuerda todo lo que te enseñado en cuanto a finanzas y administrar correctamente una empresa. Volví a asentir. —Nos estamos hablando, querida Sophie, recuerda cuidar de Jolie. —Sabes que lo haré, amiga —murmuró con dulzura—, Ah y Colette… recuerda que confío en ti —terminó diciendo antes de colgar la llamada. Me quedé en el balcón por unos minutos más, disfrutando de la agradable vista que me daba el océano, mientras trataba de tranquilizarme por completo. Las olas se estrellaban con fiereza contra la costa, lo que me hacía desear estar ahí, aunque sea para mantener la planta de mis pies dentro del agua. La playa estaba completamente solitaria, lo que me hacía imaginar que esa parte, era propiedad privada, perteneciente únicamente a la familia Clark. Hice una mueca al recordar mi fallida conversación con el señorito. Detestaba fallar, quizás esa era la razón que me había hecho alterarme de esa manera. Poco tiempo después, noté a Nicolás salir hacia su balcón otra vez, ni siquiera trató de disimular el verme, pues lo hizo de una forma tan directa, que sentí que sus ojos habían traspasado mi cabeza. —¿Ahora dirá que lo estoy acosando? —murmuré con molestia, antes de girarme para caminar hacia el interior de mi habitación, pero antes de lograrlo, su voz me detuvo: —Tal vez el ser una mujer intensa, fue la razón para que su novio la abandonara en el altar —habló. Me devolví con rapidez para así poder defenderme, pero aquel sujeto que ya comenzaba a parecerse a pie grande por tanto pelo que había en su rostro, ya había desaparecido.  *** ¡Hola! Acá estoy cumpliendo con un capítulo más de esta historia. ¿Les gusta?  ¿Cuál creen que vaya a ser el desenlace? ¡Recuerden invitar a más personas para que crezcamos! ¡Las leo mañana! -Fran. 
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