“¿Mi primer día de trabajo? Supongo que bien, Jolie. Son muchas las personas que ahora están a mi cargo, por lo que, me es inevitable no sentirme un poco nerviosa”
Después de enviar el mensaje de w******p a mi hermana, contándole en cómo me había ido en mi primer día de trabajo en la empresa, me levanté del sofá que estaba en la parte baja de la cama y caminé de un lado a otro, moviendo ligeramente mi cuello ante el cansancio que sentía por lo atareado que había estado el día.
Agradecía en gran manera el haber podido agarrar el rol rápidamente en la empresa, me había pasado toda la tarde trabajando al lado de Christian, quien de forma amable, se había encargado de aclarar todas las dudas que tenía. Después, había estado revisando algunos de los balances que Christian me había hecho llegar, eso era lo que me tenía tan cansada en aquellos momentos, pues en realidad, en ninguno de los trabajos que había tenido me había correspondido revisar tantos números.
Mi celular nuevamente vibró, mostrándome un nuevo mensaje por parte de mi hermana:
“Eres Colette Simons, ¿Aún tienes alguna duda en ti? Nunca conocí a una persona más dedicada a como lo eres tú ;) Lo harás bien, Col.
Sonreí ante aquel mensaje, pues a pesar de tenerla tan largo, aquellas simples palabras me hacían saber que ella continuaba ahí, apoyándome siempre.
“Trataré de ir a descansar, pórtate bien, Jolie. Te amo”
Escribí en despedida para así dejar mi celular sobre la mesa de noche e irme a la cama.
Poco a poco debía de acostumbrar a mi cuerpo a un nuevo horario, pero lamentablemente, parecía que justo ahora no quería obedecerme, pues a pesar de sentirme muy cansada, mi mente se negaba en querer dormir.
Me moví de un lado a otro en la cama tratando de conciliar el sueño; luché con aquella necesidad durante al menos una hora, hasta que al final me di por vencida. Tallé mi rostro con las palmas de las manos, gruñendo ante la desesperación de no poder dormir, después salí de la cama, me coloqué mi bata y mis pantuflas y caminé fuera de la habitación. Tal vez si me hacía un té me ayudaría a dormir, así que me dirigí hacia la cocina de forma cautelosa para no hacer ruido y no tener que despertar a nadie.
En cuanto entré, me detuve de forma abrupta al encontrarme de frente con Nicolás, quien al verme se detuvo de preparar su plato. Su mirada me escaneó de arriba abajo sin siquiera tratar de disimular, lo que me hizo sentir un poco incómoda ante su profundo escrutinio, por lo que me abracé con fuerza para después avanzar sin decir una sola palabra. No entendía la razón, pero aquel extraño sujeto con apariencia descuidada, había logrado ponerme nerviosa desde el primer momento en que le vi.
—¿No debería de estar dormida, señorita Simons? —indagó, mientras continuaba preparándose el bocadillo.
Miré mi reloj, eran cerca de la una de la madrugada.
—Son cerca de las 17 horas en Francia, mi mente aún no termina por acostumbrarse al cambio —respondí, buscando en la alacena el té—, ¿Y usted?
—No duermo desde hace mucho —expresó, a la vez que le echaba mantequilla de maní a una rebanada de pan cuadrado.
Alcé una ceja y abrí uno de los cajones superiores para buscar una taza. “Así que alguien ahora estaba muy platicador, esto debo de aprovecharlo” —me dije a mí misma.
—Imposible, no creo que un cuerpo sea capaz de aguantar tanto tiempo sin dormir.
—Pues el mío lo hace. Se niega a querer descansar desde hace algunos meses.
Me fue inevitable no echarle un vistazo. Definitivamente no mentía, pues su rostro se veía tan cansado y demacrado, que incluso comenzaba a aparentar tener más de 35 años, dejando atrás aquel joven de 26.
—¿A qué se debe tanta falta de sueño? —inquirí, con la esperanza de hacerlo hablar aunque sea un poco sobre todo lo que estaba viviendo. Pero él solo guardó silencio.
—¿Un sándwich, señorita Simons? —ofreció después de algunos segundos de silencio.
Suspiré mientras bajaba los hombros, pues él había puesto otra vez su muralla de protección, aquella muralla que impedía que cualquier persona tratara de entrar a su mente.
—Creo que es muy temprano para un sándwich —respondí, a la vez que ponía un poco de agua a calentar en la estufa—, solo vine por un té para así tratar de descansar.
—Es mi almuerzo nocturno, y la verdad es que no invito a cualquier persona —inquirió sin importancia mientras se sentaba frente a la isla de la cocina.
Lo miré y sonreí.
—¿Acaso me está diciendo que no soy cualquier persona, señorito Clark?
—Es la sobrina de Francis, por supuesto que no es cualquier persona —respondió de inmediato.
—¡Ah! Claro, eso —murmuré, sintiendo de pronto una extraña decepción ante lo que había escuchado.
—¿Qué es lo que pensaba, señorita Simons? —preguntó, elevando una ceja con desdén.
—Nada —indiqué de inmediato, obligándome a cambiar las facciones de inseguridad de mi rostro, por las que me hacían ver como una mujer segura—, está bien, acepto su almuerzo nocturno, señorito Clark, solo si usted acepta ir a caminar a la playa conmigo al amanecer.
—Tampoco es que me urgía que aceptara ese sándwich. Quédese solo con su té —dijo con molestia, mientras se ponía de pie y comenzaba a caminar fuera de la cocina.
Cerré los ojos con fuerza después de verlo desaparecer por la puerta, y luego me maldije por echar las cosas a perder. Se suponía que no debía de presionarlo y era exactamente lo que hacía con cada acción que desempeñaba.
Nicolás poco a poco estaba tomando una mejor actitud conmigo, cosa que cambiaba con rapidez en cuanto una idiotez salía de mi boca.
¿En serio lo había invitado a ir a caminar conmigo? ¡Carajo! Eso había sido muy rápido, Colette.
Al final, gracias a lo testaruda que solía ser, terminé preparándome un maldito sándwich y un té extra, después coloqué todo en una bandeja y me dirigí escaleras arriba en dirección de la habitación de Nicolás.
—Cambié de opinión, si quiero tener ese almuerzo nocturno con usted y además, le traje un té. Quizás pueda descansar —le comuniqué en cuanto estuve dentro de su habitación.
Él se encontraba frente a la televisión, donde una película de rápidos y furiosos se reproducía. Me miró sobre su hombro y después regresó su atención a la pantalla, ignorándome por completo.
—¡Vamos, Nicolás! Debería de tratar de ser más gentil —hablé, acercándome a él para después dejarme caer a su lado.
—Y usted debería de dejar de fingir que le importa un poco mi vida.
—¿Y qué pasa si confieso que sí me importa su vida?
Él me miró. Sus penetrantes ojos azules se clavaron en los míos, quizás buscando algún pequeño atisbo de mentira en lo que había dicho.
—¿Por qué le importaría? Apenas me conoce.
—Porque soy capaz de ver toda la oscuridad que hay en su vida, a tal punto de que incluso soy capaz de sentirla en la mía.
—Eso es ridículo.
—¿Por qué lo sería?
—Olvídelo, Colette. Regrese a su habitación y déjeme en paz —mandó, dirigiéndome una fría mirada llena de autoridad.
Aunque quise alejar la mirada de la suya, me obligué a sostenérsela, logrando con ello una especie de juego en ver quien se rendía primero. Lamentablemente, Nicolás no me conocía, por lo que, muy difícilmente sabría que yo era una persona testaruda que con el tiempo conseguía lo que se proponía. Y justo ahora, a pesar de ser mi trabajo, la situación de él se había convertido en un capricho para mí, pues justo ahora, veía todo como un reto del cual iba a salir victoriosa.
—Al menos ya comienzas a llamarme por mi nombre —argüí, sin pretender alejar mi mirada de la suya.
—¿Ya le han dicho que tiene unos muy bonitos ojos? —comentó, haciéndome alejar de inmediato la mirada, ante la sorpresa que me ocasionaron sus palabras.
Él torció una sonrisa y luego regresó su atención al televisor.
—Gané —murmuró casi para sí mismo—, veo que se pone nerviosa con facilidad.
—¡Vaya angelito resultó ser usted, señorito Clark! —exclamé con ironía mientras ponía los ojos en blanco.
¡Jamás iba a aceptar que era verdad que él me ponía nerviosa!
El sujeto volvió a mirarme elevando una ceja.
—¿Va a comerse el sándwich o pasará el resto de la mañana discutiendo?
No dije nada, solo miré el plato en mi regazo y a pesar de no querer comer nada en aquel momento, lo llevé a mi boca y comencé a comer, poniendo mi completa atención en la película que miraba Nicolás.
Perdí la noción del tiempo, me concentré tanto en la película y la que le siguió a esa, que ni siquiera me percaté que ya había comenzado a amanecer.
Si no hubiese sido que Nicolás se levantó y comenzó a caminar hacia el balcón, esa mañana me hubiese perdido del amanecer. Me giré para verle y luego lo seguí, tal parecía que llevaba mucho tiempo haciendo aquello, el simple hecho de ver como su rostro se iluminaba de cerca con cada rayo de sol, me lo decía todo. Este era el momento favorito de Nicolás.
—Nunca antes me había permitido de ver algo tan bonito a como lo es un amanecer —murmuré, deteniéndome a su lado en el balcón.
—¿En Francia no se ven estos colores?
—Supongo que sí, pero siempre me levantaba tarde —confesé, ganándome otra media sonrisa de su parte.
Él se volteó hacia mí y luego me hizo un gesto con su cabeza.
—Bien, señorita Simons… demos ese paseo que propuso —comentó, para después comenzar a caminar hacia el interior de la habitación.
Por un instante me quedé perpleja, pues no podía creer que había logrado un avance, lo que me provocó inclusive tremendas ganas de gritar y bailar en aquel momento.
—¿Viene o se va a quedar ahí haciendo ese baile ridículo?
¡Jesús! ¡Ni siquiera me había percatado de que lo estaba haciendo!
—¡Voy! —exclamé, siguiéndolo de cerca.