CAPÍTULO DIECINUEVE Ceres, todavía empapada por su salto, apenas sentía el agua que goteaba de ella mientras caminaba aturdida por la ciudad. La gente miraba hacia ella al pasar, pero como ninguno de ellos eran guardias, no le importaba. Ni siquiera se preocupaba por el latido de la energía que había en su interior, que estaba allí de nuevo tras haber estado ausente durante mucho tiempo. Estaba demasiado ocupada mirando los daños de la ciudad, la carnicería que quedó tras su asalto a la puerta. Debería sentirse feliz por ser libre, pero ¿cómo podía estar feliz cuando había tantos otros que lo habían perdido todo? Su libertad, sus vidas, todos vencidos por su causa. Ceres cruzó la puerta por la que habían entrado. Evitó las calles principales una vez dentro, pero aparte de eso, no inten