El señor presidente estaba sentado en mi mesa y comiendo de mi plato, ademas de dándome la comida en la boca y compartiendo el mismo tenedor.
Todos nos miraban.
¡Como para no ver semejante espectáculo!
¿Podía ser un primer día más horrible que este? Me estaba ganando el desprecio de muchas personas, aquel hombre seguro que tenía amantes en toda la empresa y ahora mismo yo estaba bajo la mira de esas mujeres.
Después de tomar el tomate en mi boca, sujeté el tenedor, lo quité de su mano y y me paré a buscar otro para el, no había necesidad de que compartiéramos el mismo.
Por lo menos podían disimular un poco, esto era muy vergonzoso.
- Este es para usted. – le di el nuevo y continué comiendo. El no. -¿Quiere que le busque otro plato o que busque comida para usted?
- Quería comer del tuyo. – mis ojos marrones miraron los ojos grises de aquel hombre que, sin motivo alguno, había ido hacerme compañía.-Supongo que tengo que conformarme. – comenzó a comer. -¿ Que te parece la comida?
- Debo admitir que es mucho más sabrosa que la del otro comedor.
- Ya veo, por eso te serviste tanta. De aquí comemos fácilmente los dos. – ese no era el motivo, yo solía comer como una glotona y mas si la comida era gratis.
- ¿Por qué me han cambiado de puesto? Algunas personas parecen extrañar a Lucía.
- Fue algo de Recursos Humanos, ¿estas incómoda? ¿Alguien te esta molestando?
- No, solo tenia curiosidad por saber. – y por saber si yo había hecho algo malo o Lucia. Tomé un poco de lasaña y la salsa de esta se esparció por mis labios, la mano del señor presidente venía a limpiarme, por suerte vi su intención y la detuve, pero eso fue peor. Se quedó con mi mano sujetada en el aire. Detenida.
- Tienes una mano muy pequeña y suave. ¿No te pintas las uñas?- observó mi mano derecha con detenimiento.
- No me gusta, un solo color es aburrido y estarla cambiando de color o retocando es un rollo.
- ¿Un rollo? Tu mano luciría aún más hermosa. – quité mi mano, aquellos ojos seguían observándome. ¿Qué le pasaba?- Por cierto, todos los días no son como este lunes, normalmente estoy estresado, yendo de un lado a otro y tu siguiéndome, con todas las juntas y demás cosas que entran en el trabajo. Espero que puedas seguirme el ritmo.
- Si, señor presidente.
- ¿Qué pasa con esa forma de llamarme que tienes?
- Lo siento, espero que no se incomode, solo es la costumbre.
- Esta bien, puedes llamarme así, supongo que no lo dejaras de hacer. Yo ya me marcho, dejé algunos documentos sobre tu escritorio, revísalos. Mañana tenemos que hacer un análisis con otros compañeros, tienes que contar con cierta información, tu trabajo incluye muchas mas cosas de las que hacías con Arnold, también tu hora de salida. Puede variar. – tomó un último bocado y se puso de pie.- Ha sido un placer compartir este almuerzo contigo.- No me había fijado, pero al sonreír se le marcaba un hoyuelo en el lado derecho de su mejilla, solo allí.
Salió caminando, como si todas esas miradas, incluso la mía, no estuvieran observando su perfecto rostro y aquel sexi trasero.
Los murmullos siguieron, las miradas continuaron, no pude terminar mi almuerzo, con lo delicioso que estaba, tomé la bandeja y me dirigí a depositarla en su lugar, para salir de allí.
- Isabella Sass, secretaria temporal del señor Dimou. – estaba junto a la puerta para salir del comedor, cuando aquella voz, casi robótica, dijo mi nombre. Era la misma voz del chico de Archivos.
- Hola, ¿Qué pasa?- estaba a pocos metros de mi, tenia ambas manos en los bolsillos y aquel lápiz entre los labios, eso era lo que hacia que su voz sonara tan extraña.
- ¿Es tu primer día y ya has hecho algo mal?
-¿Qué? – dije sin entender nada. -¿A que te refiere?- su rostro era inexpresivo, no sabría decir exactamente qué expresión tenía en la cara. Era como si no mostrara nada.
-Los documentos que llevaste, separaste todo por fecha, pero fallaste con uno, haciendo mi trabajo una hora mas largo. Tuve que revisar todo, porque ya tenia la duda de si sabias o no lo que hacías, pero separar algo por fechas es un trabajo que incluso un niño podría hacer.
- Lo siento. – me disculpé, quizás me había despistado un poco y había mezclado una fecha con otra. Era una caja llena de documento, pero eso no era una excusa. - ¿Hay algo que pueda hacer? ¿Aun tienes que revisarlos?
- Ya lo hice yo mismo. Solo te aviso que siempre que lleves documentos a Archivos, y te aseguro que lo harás con frecuencia, debes de revisarlo varias veces, no me complace tener que hacer el trabajo de otros.
- De verdad, lo siento mucho; te aseguro que eso no volverá a pasar. ¿Cómo te llamas? Sabes mi nombre y aun no me dices el tuyo.
- Soy Alexander Dimou.
-¿Dimou?- dije extrañada.
- Comparto el mismo apellido con el señor Dimou.
- Ya veo, no parece un apellido muy común, Alexander.
-Mi charla contigo ha terminado. – pasó a mi lado y salió. Realmente era un joven extraño, quizás un poco retraído o no se. Sentía que su comportamiento era un poco raro.
Cuando volví a mi escritorio, había un documento con nombres de accionistas y las participaciones de estos en los últimos tres años. Tenía que sentarme a estudiar y analizar aquello, era probable que contar con la información me sirviera de algo al día siguiente.
El señor presidente ya se había ido, cuando volví del almuerzo ya no estaba.
Debajo de la parada de autobús que quedaba a pocos metros de la empresa, estaba Erick, como cada tarde, sentado esperándome. Siempre me llegaba la misma pregunta a la mente. ¿No tenía otra cosa mejor que hacer?
– Hola.- le saludé al acercarme.
– ¿Cómo ha dio tu día de trabajo?
– Un poco extraño, pero bien. – de dio el casco y yo lo tomé. - ¿y tu?
– Bien, recién saliendo del trabajo. – íbamos camino al parqueo de motos.
Para subirme en ella, tenia que elevar lo suficiente mi falda como para poder abrir mis piernas y sentarme, cada día era un atarea.
Me sujeté a sus hombros, coloqué el pie izquierdo en el reposapiés y elevé el otro pasándolo por encima del asiento de la moto, dejé mi cuerpo un poco elevado y subí un poco mas la falda, de no ser por las medias, cada día expondría mi ropa interior . Menos mal que por allí no había nadie. Tomé nuevamente el casco n***o y me lo puse, ajustándolo a mi cabeza.
– Estoy lista. -coloqué mi bolso entre mis piernas y el emprendió la marcha. Miré una ultima vez hacia la empresa, un hombre muy parecido al señor presidente estaba fuera, en la puerta del edifico, mirándome.
Pero eso no podía ser el, se había ido hace horas.