Capítulo 3

1230 Words
Martes. Malditos martes. Lo primero que había visto aquella mañana era a Arnold, preguntando por los avances de mi conquista, ¿Qué avances? Apenas si me dirigía la palabra sin decirme señor presidente. Era muy pronto para decirlo, pero Isabella sería difícil de conquistar, sobre todo si tenia pareja, el día anterior la había visto irse en la moto con aquel sujeto, tenia que ser su pareja, como más lejos su hermano. No parecía el tipo de mujer que anduviera con uno y otro, eso solo lo decía por su seria expresión. El día anterior, en el comedor, le había prestado más atención a las personas alrededor de nosotros que a mi mismo. Eso fue algo vergonzoso, ¡le di incluso de comer! No hubo ningún sonrojo de su parte, solo me quitó el tenedor y buscó otro para mi. ¡Que mujer mas dura! Quizás era virgen, no me llegaba otra explicación a la mente, no tenia ningún interés en las relaciones sexuales. O también podría ser que no le gustaran los hombres tan guapos y elegantes como yo. Era algo a comprobar, cuanto antes. Mi meta no eran cuatros meses, mi meta era la mitad de ese tiempo. Cualquier hombre podría conquistar a una mujer en cuatros meses, entonces yo podría hacerlo en dos. Apostaba a mi. Quité mi corbata, mi chaqueta y me senté a mirarla fijamente, que notara que mis ojos estaban puestos en ella. Había seguido el ritmo casi tan bien como Lucia, para ser su segundo día. Después de dos juntas, varias pilas de documentos y todas las llamada que recibía mi oficina, no tenía ningún reflejo de estar cansada. Seguía con la vista fija, revisando los documentos. Le vi tomar una pila de aquellos documentos y retirarse de su escritorio, seguro iba hacia donde Alex. No solía llevarse bien con las secretarias, no solía llevarse bien con nadie. Le di la vuelta a la silla mientras ella regresaba. — Buenas tardes, señor Dimou. – aquella voz, hacía que la tela del pantalón que cubría mi entrepierna quedara más ajustada a ella. Lilly Payton tenia la garganta mas profunda que yo había visto jamas, su boca era capaz de acaparar todo mi pene y eso no hacia que mi tamaño fuera pequeño, solo que aquella mujer necesitaba tenerlo todo dentro o no se conformaba. Giré la silla mordiendo mis labios, solo escuchar su voz y ya mi cuerpo se activaba; su visita no era para un cordial saludo. – Señor Dimou. – era el nombre que solía gritar cuando se perdía en el placer desenfrenado justo antes de comenzar a pedir mas. Era la gerente de Recursos Humanos mas sexi que yo había visto. — Señorita Payton, ¿Qué la trae por aquí?- me puse de pie y le di un beso entre sus labios y su mejilla. – Haces que este martes empiece a tomar color. – y no estaba exagerando. Sus carnosos labios operados eran una delicia, la forma en la que apretaba o movía su lengua, mentiría si no quería cerrar las cortinas ya mismo. Pasé la mano por sus firmes piernas y fui subiendo hasta su trasero, tenían una bonita forma de rebotar. — No tuve el placer de verlo la semana pasada, ¿se encuentra muy ocupado como para atender unos asuntos, señor Dimou? — No, para ti nunca estoy ocupado. – miré hacia el exterior, si Isabella regresaba y nos veía, ya eso podría condicionarla mucho y yo estaría perdiendo posibilidades. - ¿Te parece si vamos a otro lugar? – Tomé su cintura y la atraje a mi, para que fuera consciente de lo que ya había provocado, lo que le esperaba. — Lo siento un poco impaciente, ¿Qué impide que platiquemos un poco aquí? — Nada… pero quiero variar. ¿Eres una chica de riesgos? — Soy una mujer muy versátil, ¿Qué sugiere? — Vayamos la ascensor. — ¡Uy! ¡Que arriesgado está este día!- salimos de la mano de mi oficina, rumbo al ascensor. Cuando este se cerró, lo primero que hizo Lilly fue meter la mano en mi pantalón y sacar mi pene. — ¡Wow, wow, wow! Mas despacio, Lilly. Tendremos mucho tiempo. – cuando ella se lo introdujo en la boca, estiré mi brazo para presionar dos botones a la vez, esto por lo regular, hacía que el ascensor se detuviera, por lo menos un tiempo mínimo de quince minutos. Toqué su pelo y ella me miró a los ojos, ya casi lo tenia todo dentro, su lengua iba acariciando y yo podía sentir la parte mas suave casi al terminar de su garganta. Era una maravilla. El ascensor se detuvo, me relajé un poco y comencé a disfrutar de las maravillas de aquella cavidad tan caliente y húmeda. Pero entonces… el ascensor se abrió. Retiré su boca con rapidez y justo en aquel momento la parte que me cubría, se terminó de abrir. Miré horrizado, rogando para que solo se hubiera abierto y no estuviera nadie allí. Pero Diosito no solía oírme. Isabella Sass estaba frente a la puerta del ascensor con los documentos contra su pecho, Lilly Payton estaba tirada, su cuerpo recostado con la espalda en el otro extremo del ascensor mientras limpiaba su boca y yo… yo tenia mi m*****o eréctil y húmedo entre mis manos. La miré a ella, miré a Lilly, luego mi pene. Ella se quedó de pie sin moverse, mirando fijamente mi pene pero con una cara de desagrado y yo también quedé inmóvil, sin ni siquiera moverme para guardarlo. La puerta del ascensor se volvió a cerrar y yo me quedé pareciendo un tonto, quizás un pervertido. Se acercaba mas a eso. Lo gracioso de aquella situación es que habia ido al ascensor para evitar que ella nos viera en la oficina, pero había resultado todo patas para arriba. Mi pene se fue volviendo mas y mas pequeño mientras en mi mente se quedaba la mirada de desagrado que tenia en su rostro Isabella. Me coloqué bien el pantalón y ayudé a Lilly a ponerse de pie. — ¿No podemos continuar? Apenas empezaba. – se quejó ella. Lo menos que tenia ahora mismo era deseo s****l, mi libido había disminuido significativamente. — Lo siento, ya no es el momento apropiado. – lo peor del caso, era que el ascensor se quedó allí detenido durante los próximos quince, casi veinte minutos. Lilly y yo nos quedamos charlando sobre lo trabajador que era su esposo y lo bien que la trataba. Irónico. El ascensor se abrió y yo me fui usando las escaleras hasta mi piso. Allí me esperaba Isabella, sentada como si nada hubiera pasado. — Señor presidente, hace unos minutos ha venido el señor Blaine. Desea verlo en su oficina si tiene tiempo. — hablo con tono normal, pero yo seguía viendo esa expresión en su cara. ¿Le habría desagradado mi pene? Tal vez si tenia preferencia por las mujeres. — Lamento que hayas presenciado aquello en el ascensor. Fue una situación un tanto irregular. No suele ocurrir. Iré ahora hacia su oficina, por favor, avísale para que me espere y tu ya puedes marcharte. — Si, señor presidente. – y aquello fue todo. Entré por mi chaqueta, mi corbata y me dirigí sin mirar atrás hacia la lejana oficina de Arnold. ¡Malditos martes!
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