Capítulo 2 No puedo dejarla

1951 Words
Punto de Vista Salvatore La imagen de la menuda mujer volando por los aires me dejó paralizado. Mi conductor me miró con pánico en los ojos mientras frenaba el auto de golpe, sintiendo cómo mi corazón latía violentamente en mi pecho. ¡Puta madre! La maté. —Señor, tenemos que irnos —sugirió Leonard. Lo miré de reojo y negué con la cabeza. —¡Qué miserable eres! Es evidente que no me iré dejando a esa pobre dama en peligro. Vamos a ver qué sucedió. Salí del auto y me dirigí hacia ella. La chica ya estaba rodeada por un montón de transeúntes curiosos, y el tráfico se había detenido por el accidente. Arregle los pliegues de mi chaqueta y me agaché para verla más de cerca. Algunas personas ya estaban llamando a una ambulancia. Esto sería un completo escándalo, así que, por más que quisiera huir, no podía. Salvatore Bianchi, un CEO famoso en la ciudad, no podía simplemente ignorar lo que había pasado. Solo fue un accidente. —¡Salvatore Bianchi! —Especularon algunos, mientras yo les esboce una sonrisa con la comisura de los labios —Si el mismo, fue un accidente mi conductor la atropelló, fue un torpe, pero yo me hago cargo. Mientras llegaba la ambulancia, me acerqué a ella. Intenté despertarla, pero estaba gravemente herida. Su cabeza se movió ligeramente y un charco de sangre brotó detrás de ella. ¡Mierda! La chica era increíblemente hermosa, con facciones impresionantes, como si hubiera salido de una revista. Su piel blanca, su cabello castaño oscuro y su figura esculpida como la de una diosa, una auténtica Afrodita. En su mano tenía un teléfono. Lo levanté y me di cuenta de que estaba bloqueado. Más tarde llamaría a alguien que le importara. La verdad es que quedé impactado por su presencia. Sería una verdadera lástima que muriera. Tome su mano para tomar su pulso y asegurarme de que siguiera con vida, y en ese preciso momento, ella movió la cabeza, sus ojos se abrieron lentamente y me impresione con el color de sus ojos, un gris claro que impactaba a primera vista. Tragué entero ante tal tesoro, ella trataba de decir algo, pero parecía que estaba muy mal para hacerlo. —¡Shh! No digas nada, pronto te llevare al hospital, perdóname no quise hacerte daño. —Ah.. ah.. Seb… Sebastián —Ella musitó, y enseguida se desmayó de nuevo ¿Quién demonios era Sebastián? ¿Su esposo? ¿Su amante? ¿Su novio? Sentí que el cuerpo me ardía al pensar qué tipo de hombre había dejado sola a este tesoro en la calle. Mientras llegaba la ambulancia, no solté su mano ni por un instante. Los paramédicos finalmente la alistaron para subirla y llevarla al hospital. Mi teléfono no dejaba de sonar; tenía una misión pendiente con mis hombres y mi amigo, pero ahora, esta mujer dependía de mí y de mis atenciones. —¿Algún familiar que vaya con la señora al hospital? —preguntó el paramédico. Ajusté mi chaqueta y suspiré, sabiendo que no podía hacerme el desentendido. Al final, yo la había atropellado, aunque ella se había pasado el semáforo en verde. Fue su culpa, no la mía. —Yo, señor paramédico, yo la acompaño. Leonard me miró y negó con la cabeza. Él sabía qué tenía que hacer; solo debía ajustar unos cuantos dólares a la policía y todo terminaría ahí. Pero yo no podía dejarla sola. Los paramédicos lograron estabilizarla; sus signos vitales estaban bien y sus golpes, al parecer, no eran tan graves. Sin embargo, el golpe en la cabeza era preocupante y podría tener consecuencias serias. Hice que la llevaran al mejor hospital de la ciudad y que la atendieran los mejores especialistas. Necesitaba salir bien librado de todo esto, pero algo en su rostro me inquietaba. Su belleza, claramente extranjera, tenía un aire americano, casi europeo. Suspiré. Qué delicia tener a una mujer americana tan cerca de mí. Aunque perfectamente podía haberme ido y dejado un cheque en la recepción para su familia, no lo hice. Había algo que me detenía a estar a su lado. Como pude, desbloqueé su teléfono, uno de muy baja gama y poca seguridad, y revisé sus chats. Solo tenía tres. Uno con Sebastián, en el que discutían en su mayoría sobre su situación económica. Pero había otro chat con un nombre que me sonaba de años. Y uno con una agencia de empleo, por lo visto su vida social en Italia era muy limitada. “Xavier Branson”. ¿Ella estaba relacionada con Xavier Branson? Recordé que mi padre había mencionado a los Branson en alguna de sus historias. Xavier era el patriarca de esa familia. Sin embargo, al leer las conversaciones que Mía tenía con ambos, no me daban ganas de avisarles lo que había sucedido. Pasaron unas tres horas y el teléfono de Mía nunca sonó. Supe que se llamaba así porque revisé todos sus documentos y sus r************* . Miré cada foto de ella y me maravilló su belleza, una criatura espectacular con unos ojos que podían hechizar a cualquiera. Qué lástima que Sebastián, su pareja, parecía tan insignificante a su lado; ni siquiera lucía bien junto a ella. Seguía absorto mirando su teléfono cuando el médico de turno me llamó: —Señor, necesito hablar con usted sobre el estado de la paciente. Me acerqué a él ansioso por saber las noticias. —Hola doctor, que alivio por fin noticias. —Buenas tardes, señor Bianchi. La paciente ya está estable, pero tenemos un problema: no hay ningún dato registrado en nuestra base sobre ella. ¿Cómo se llama? —Se llama Violeta Harris. —¡Ajá! ¿Qué edad tiene? —Veinticuatro. —Muy bien. ¿Quiere pasar a verla? —Claro que sí. ¿Está despierta? —Pero tengo algo muy importante que decirle. —Sí, doctor, dígame. ¿Le pasó algo grave? —Sí, señor Bianchi, muy grave. Ella perdió la memoria, está amnésica. Aunque es muy pronto para saber si será algo temporal o permanente, le sugiero que sea prudente con ella. La trataremos con un enfoque psicológico. Las palabras del médico me dejaron en shock. ¿Cómo iba a explicarle a esa pobre mujer que había perdido la memoria y que yo era el culpable? ¡Mierda! ¡Mierda por cien veces! El medicó seguía hablando, explicando más en qué consistía todo lo que tenía Mía… — La pérdida de memoria por traumatismo craneal puede afectar principalmente la memoria a corto plazo, dificultando recordar eventos recientes o nuevas informaciones. Sin embargo, la memoria a largo plazo suele estar menos afectada. La amnesia postraumática, que es común en estos casos, puede durar desde minutos hasta meses, dependiendo de la severidad de la lesión… —Entiendo doctor Mientras asimilaba esta información, supe que debía quedarme a su lado. No podía abandonarla en este estado, especialmente sabiendo que yo tenía parte de la culpa en su situación. La única opción en ese momento era llamar a su familia. ¡Qué más daba! Pero primero quería verla. Al entrar a la habitación, ella estaba mirando hacia la ventana, sus ojos un poco perdidos, y su cabeza cubierta con vendas. Al sentir mi presencia, se giró para verme. Quise desfallecer. Incluso al natural y en esa situación, se veía mucho más hermosa de lo que ya recordaba. Me acerqué y la saludé. —Hola, ¿cómo te sientes? Ella me miró de arriba abajo, notablemente confundida, pero no me fue completamente indiferente. —Hola, no sé cómo me siento. Es que no recuerdo nada. —Sí, el doctor me dijo que has perdido la memoria. ¿No me recuerdas? —Maldito imbécil, ¿cómo me iba a recordar si ni siquiera me conocía? Ella simplemente negó con la cabeza y tragó en seco. En ese preciso momento sonó mi teléfono: era mi madre. Miré a Mía y le di una simple sonrisa. —Ya regreso, debo contestar. —Ella simplemente asintió. Salí de la habitación y respondí la llamada. —Madre, ¿cómo estás? —Preocupada por ti. Me dijeron que te vieron envuelto en un accidente. ¿Qué pasó, Salva? —Nada, madre, un pequeño percance, pero ya está todo solucionado. —Muy bien, Salva, pero también me preocupa que mañana debemos anunciar el compromiso con Dolores Stirling. Espero que tengas todo programado. —¿Qué? Mamá, ¿qué te pasa? Claro que no. —Debes tener una prometida para mañana, Salvatore, o de lo contrario… —¿O de lo contrario, qué, mamá? —la desafié. Mi madre cambió su tono de voz y me habló con nostalgia. —Mi amorcito, hazlo por tu padre. Él está a punto de morir. Quiere conocer a tu prometida, saber que te vas a casar, que tendrás hijos. Hazlo por él y ya luego te divorcias. Rodé los ojos ante las locuras de mi madre. —Mamá, el matrimonio no es un juego, es algo sagrado. —Eso se lo dije en broma, pues jamás iba a casarme. —Hijito, por favor. Suspiré, sabiendo que discutir con ella sería inútil. Necesitaba pensar en una solución rápida. Me giré para ver a Mía, quien seguía allí, iluminando la habitación como una diosa. Se me ocurrió una puta locura, una idea que podría sacarme del apuro con mi familia o meterme en uno aún mayor. Suspiré, arriesgándolo todo, y le solté a mi madre: —Mamá, ya tengo prometida. No quise decir nada porque no es italiana, es de fuera del país. Ya sabes cómo es mi padre, arraigado en las costumbres. —¿Qué? Pero ¿cuándo pasó todo eso? Carajo, no me gustan los secretos. ¿Y es hermosa? —Sí, mamá, muy hermosa —le respondí mientras miraba a mi "prometida". —Dime más, por favor. Me emociona saber que has sentado cabeza. ¿Por qué no me lo habías dicho, Salvatore? —Mamá, fue amor a primera vista. Seguí hablando con mi madre unos cuantos minutos más antes de volver a entrar a la habitación. Mía estaba recostada sobre la almohada, tratando de asimilar lo que le había pasado. —Mi madre te manda saludos —le dije. —¿Ah sí? —respondió, aún desorientada. Asentí y me acerqué a su cama, sintiendo la magnitud de la mentira que acababa de inventar. —Sí, le conté sobre ti y está muy emocionada de conocerte. Sé que es mucho para procesar, pero necesito que confíes en mí. Vamos a salir de esta, te lo prometo. —¡oh! No sé que decir, no sabía acerca de tu madre La miré a los ojos, tratando de transmitirle seguridad en medio de todo el caos. — Violeta, ella te envía sus mejores deseos para una pronta recuperación. En unos días, planeamos oficializar nuestro compromiso. Ella abrió los ojos con sorpresa, como si un dolor repentino la hubiera invadido. — ¿Qué? ¿Tú... tú eres mi prometido? — Sí, cariño. Tú serás mi esposa. — ¿Tienes alguna prueba de eso? —preguntó, aún más desconcertada. — ¡Por supuesto! Pero ahora necesitas descansar. Mañana te traeré fotos nuestras, mientras tanto, te contaré un poco sobre nuestra historia y nuestra familia. La observé y, a pesar de su confusión, sus ojos reflejaban un destello de amor. Ella empezaba a creerme. Envié algunos mensajes y organicé que se publicaran fotos falsas en una red social bajo su nombre. Cambié las fotos en su teléfono; ahora, en lugar de su novio, era yo quien aparecía. Así comenzó esta maldita locura con Mía Branson, quien ahora sería Violeta Harris, mi prometida. Ojalá no recuperara la memoria pronto, o estaría en serios problemas.
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