Punto de vista Violeta
Salí desconcertada del evento, ni siquiera se hizo el nombramiento oficial de nuestro compromiso, tampoco nadie me reconoció, solamente aquella chica que habló con Salvatore y que finalmente no me dijo nada. De no ser por sus padres que son un mar de amor, todo hubiera sido distinto.
Suspiré…
Salvatore apretó mi mano, haciéndome sentir segura, su mano era grande al tacto, pero muy suave y delicada, en su dedo anular llevaba puesto un gran anillo con una piedra verde oliva brillante, primera vez que se lo veía puesto.
—Tu anillo es precioso —Le dije rompiendo el tenso silencio
—Oh, este— Se miró el dedo — Me lo dio mi padre cuando cumplí los 18 años, un regalo muy valioso princesa.
—¿Nosotros no tenemos un anillo de compromiso? —pregunté sin más, por un momento llegué a pensar que ese era de compromiso.
El tic nervioso de su ojo derecho apareció de repente y asintió con la cabeza, pero mostrando un poco de duda.
—Si, pues si, pero creo que lo perdiste en tu accidente princesa, pero mañana mismo lo soluciono.
—Claro —no dije nada más, eso fue algo extraño.
Llegamos al ensueño, un hermoso lugar, con una decoración neoclásica, un edificio cuadrado, con unas columnas a su alrededor, que le daban un toque demasiado clásico y especial. Estaba bien iluminado, y se notaba que gente muy influyente iba a ese sitio.
Salvatore se bajó primero y se fue hacia la puerta de mi lado, la abrió y extendió su mano.
—Siga princesa por favor —Lo dijo en un tono muy divertido, me hizo sonreír. Me bajé a su lado y apreté su mano. Levanté la mirada y era como si estuviera frente a un castillo magnífico, no recordaba si alguna vez había ido a aquel lugar, pero me encantaba.
Al llegar a la puerta principal, Salvatore sacó una credencial y se la presentó a uno de los guardias, el hombre nos permitió el ingreso, cuando di el primer paso, todo frente a mi parecía un legítimo cuento de fantasía.
Era como si estuviera dentro de un castillo, con finas decoraciones, era un gran vestíbulo amplio, con su techo y paredes decoradas con finos tapices, el aroma que emanaba era amaderado y sentía una indescriptible sensación de paz.
—¿Qué es este lugar? —Pregunté sorprendida
—Aquí puedes hacer todos tus sueños realidad, vamos al segundo piso, tengo una habitación reservada para los dos.
Salvatore me tomó de la mano y me dirigió por las escaleras hacia el siguiente piso, allí, por el pasillo había un sinfín de puertas, cada una tenía en la chapa de la puerta un aviso de ocupado, solo fue al final del gran pasillo, cuando encontramos la habitación disponible.
Trague entero al entrar. Era una gran habitación, una cama de dosel, hecha con madera tallada y cubiertas por finos velos. En el otro extremo del cuarto, una bañera con agua espumeantes, parecía ser un jacuzzi, en la otra esquina, una mesa repleta de comida. Y al fondo, muy al fondo de la habitación, una cruz de fina madera, tan grande como para abarcar el cuerpo de una persona, en cada extremo de la cruza había unas correas. Y en el piso que la bordeaba, una cofre sellado.
Di un paso hacia atrás con la intención de devolverme.
—¿Qué es esta mierda? —Dije sorprendida
Salvatore abrió la boca con sorpresa, y negó con la cabeza —Princesa que es ese vocabulario, no te preocupes, estamos en la habitación de un motel común y corriente, llegue a pensar que te gustaría algo así para relajarte ¿No te gusta en donde estamos?
—Es lugar es magnífico no te lo puedo negar, pero no entiendo exactamente, para que son todas esas cosas excéntricas, me dan escalofríos.
—Oh, lo dices por la cruz de madera, eso no es nada, hay algunas parejas fantasiosas que disfrutan su sexualidad de una forma especial, pero si quieres, cambiamos de habitación.
Me quedé mirando fijamente a mi alrededor, y el ambiente se tornaba demasiado ardiente, mis manos comenzaron a sudar como si me estuvieran llevando directo al matadero y trague entero.
—Está bien, podemos quedarnos aquí. —dije, mientras seguí más al interior. Me quité los tacones y deje los pies descalzos, lo primero que hice fue irme hacia la mesa de comidas. Todo estaba recién preparado y aún caliente.
Quite la tapa de las bandejas, y había como plato fuerte un gran pedazo de carne a la brasa, con especias y verduras, también patatas y no sé que cuantas cosas más.
—Ven princesa, vamos a comer. —Salvatore, sacó la silla del pequeño comedor y me senté en esta, mientras que él se hizo frente a mí. En estos últimos días habíamos declarado el tiempo de comida como un espacio sagrado, en donde las palabras eran innecesarias, simplemente nos dedicamos a comer.
Mientras lo hacíamos, yo no dejaba de ver a mi alrededor, el sitio tenía un ambiente tan particular, un ambiente diferente, me hacía sentir erótica, sensual, caliente. La comida estaba deliciosa, pero las cosquillas que emergían en mi entrepierna estaban empezando a incomodarme, y deseaba con todas las fuerzas que la hora de la cena terminara pronto para utilizar la gran cama.
Y así fue, después de unos veinte minutos de comer en completo silencio, Salvatore apretó un botón, y se levantó de la mesa.
—¿Quedaste satisfecha? —Preguntó
—Por supuesto que sí, todo estaba delicioso.
—Ya vienen por esa indumentaria, ¿Quieres meterte al jacuzzi? —Salvatore se desabrochó la corbata, y se comenzó a quitar la ropa frente a mis ojos, los cuales comenzaron a hacer un recorrido por su adorado cuerpo. Un completo semental hecho hombre.
Sus bíceps marcados, su pecho abultado de músculos, sus brazos gruesos, su vello fino encaminado desde la mitad de su pecho hasta su pelvis marcada.
Era como una cascada que señalaba la preciosidad de su cuerpo. Tragué saliva y no deje de mirarlo, el hombre quedó completamente desnudo, y ese día en particular, se veía como un semidios ¿Él era mi prometido? ¡Que locura! Pues se estaba partiendo de lo bueno.
Sus ojos azules me persiguieron, yo solamente me cruce de brazos, esperando porque vinieran por los trastes, no iba a desnudarme, menos delante de otras personas, de repente la puerta de la habitación se abrió, y dos mucamas vestidas con trajes coloniales, pero en forma de sexy indumentaria, comenzaron a recoger los platos.
Sus senos se asomaban por encima de sus apretados corsé, y las nalgas firmes se contoneaban por debajo de sus faldas, haciendo que su hendidura se les viera reflejada apretada por los hilos en sus piernas.
La quijada por poco se me desencaja de su lugar.
Las mujeres me esbozaron una hermosa y sensual sonrisa que me hizo dudar de mi heterosexualidad, y yo respondí avergonzada con una sonrisa igual y mis mejillas coloradas.
Salvatore seguía ahí de pie desnudo, mirando algo en su telefono, como si realmente no estuviera pasando nada ¿Qué?
Las mujeres terminaron de limpiar, y de nuevo salieron dejándome sola con él. Estaba abrumada por un mar de sentimientos encontrados.
Salvatore se me acercó y rozó su nariz en mi mejilla.
—Ven princesa, relájate
¿Cómo iba a relajarme si es que todo esto era raro? ¡incomodo! Cero excitante, ¿O muy excitante?
Salvatore se hizo detrás de mí y empezó con sus manos a recorrer mi cuerpo, acarició mis brazos, luego pasó sus manos hacia adelante, llegando a mis senos y así sobre la tela del vestido los masajeó, mis pezones respondieron a su estimulo.
Él los apretó con suavidad, mientras colmaba de besos mi cuello sudoroso, porque por causa de los nervios, todo mi cuerpo estaba agonizando.
Luego de acariciarlos hasta que se hincharon, bajó por mi vientre, y me apretó hacia él. En mi espalda baja pude sentí su inmenso m*****o rozarme. Respire profundo. Sus manos siguieron el camino hasta mi pelvis, y allí, con su mano derecha empezó a acariciar mi vulva sobre la tela del vestido y mis caderas empezaron a moverse necesitadas.
Sobre la tela, se estaba formando un torbellino de deseo, pues yo estaba mojándome de forma involuntaria, así que solté un gemido.
—¿Te ayudo con el vestido? —Me preguntó muy cerca a mi oído, su respiración estaba tan cálida, que se sentía placentera.
—¡Sí! —Exclame ahogada
Con sus manos desde el borde del vestido, lo deslizó hacia arriba, yo quede apenas en las finas tangas que llevaba puestas. Él colocó el vestido en un perchero y volvió a mi cuerpo, empezó a besarme por la espalda hasta llegar a mis nalgas, y con los dientes, arrancó la pequeña tanga, halándome un poco los labios inferiores.
—¡Ay! —gemí de dolor.
—Oh mi pequeña, no quise lastimarte. —Así agachado abrió mis piernas y con su lengua me lamió. ¡Oh! Que sensación, era fascinante su sexo oral.
Lo hizo como por cinco minutos y así, sin dejar de besarme el cuerpo, llegó de nuevo hasta la altura de mi rostro, me giró para quedar frente a él. y Me pegó a su pecho. Haciendo que nuestras pieles desnudas se chocaran intensamente.
—¿Quieres entrar al jacuzzi un momento? —me preguntó muy pegadito a mi boca
Negué con la cabeza, y no se porque putas señalé la cruz.
Él abrió los ojos como un chiquillo hambriento, y soltó una sonrisa perversa.
—Eres una chica mala, princesa.
—No se si lo soy, pero llévame y muéstrame si recuerdo algo.
Salvatore me tomó de la mano, y me llevó hasta la cruz. Me dio una palmada en la nalga y subí el escalón, me pare frente a la madera, quedando frente a él. Sus ojos azules se volvieron más oscuros y sus dientes blancos brillaban al sonreír, fascinado por lo que iba a hacer.
Comenzó a amarrarme a la cruz con las correas que había en cada extremo, y solo fue necesaria su mirada para sentenciarme.