Punto de vista Salvatore
Ver a Violeta sobre la cruz de madera, era un gran placer, la mujer más hermosa del planeta estaba ahí para mí, dispuesta y entregada, su menuda figura estaba atada de los extremos, su piel blanca con la luz brillaba ante la iluminación de la habitación, su cabello caía sobre sus hombros, y su pelvis depilada me estaba volviendo loco.
Sus ojos destilaban lujuria, pasión, deseo, estaban tan fijos en mi cuerpo que podía decir que faltaba solo un poco para que me intimidará.
Sin embargo, para que alguien quisiera intimidarme necesitaba más que esos ojos grises, así que simplemente le sostuve la mirada, mientras que lentamente me acerque a su cuello; desde que ella había llegado a mi vida, adoraba el aroma que su piel emanaba y la forma en la que sus vellos se erizaban a mi tacto, pero sobre todo adoraba, el rosa de sus mejillas cuando se ruborizaban.
Ya estaba aprendiendo a conocer a Violeta y si ella seguía en esa tónica, muy seguramente haría que mi locura se convirtiera en demencia. Le di un beso sobre su cuello y soltó un gemido.
—¡Oh!
Bajé lento por su cuello, al llegar a su clavícula, sentía como su respiración estaba demasiado agitada, su pecho apenas subía y bajaba, empecé a llenarla de besos, y lentamente fui bajando a sus erguidos senos, estaban inflamados y sus pezones completamente duros.
Abrí los ojos y la miré fijamente, para luego bajar mi cabeza hacia su pezón derecho, este lo tenía un poco más grande que el izquierdo, así que me fascinaba jugar con el.
Con mi lengua lo rodeé, y en círculos comencé a lamerlo. Violeta comenzó a sudar frío, las gotas que perlaban su cuerpo estaban saladas, deliciosas, y no podía evitar pasar mi lengua sobre su piel húmeda.
El pezón derecho estaba más que atendido, pasé mi mano por en medio de sus piernas, y su hendidura estaba completamente mojada, esa flor delicada, estaba hambrienta, deseosa, Metí un dedo y comencé a moverlo dentro de ella mientras succionaba ahora su pezón izquierdo.
—¡Salvatore! ¡oh! Deja que me pueda mover—Suplicaba en medio de jadeos, parecía que mi chica estaba disfrutando a la perfección, pues sus caderas se movían solas, Violeta se estremecía, se chocaba contra mi pidiendo sexo.
Me separé de sus tetas y seguí mi recorrido por su vientre, su delicioso y plano vientre, mi lengua disfrutaba el recorrido.
Bajé hasta su pelvis, y su vulva ya estaba dilatada por mis dedos, así que me puse de rodillas frente a ella, sus piernas, al estar atadas a cada lado de la cruz, estaban chorreadas por sus propios jugos y completamente abiertas para mí.
Metí mi cabeza y desde abajo la succioné, me saboreé como un perro todas las lamidas que le hacía dentro de su cavidad. Le chupe hasta el ultimo de sus jugos.
—¡Oh! ¡eres exquisita! No puedo parar de saborearte.
—¡Oh! Sigue por favor
—¡Como ordené la princesa! —seguí jugando con mi lengua, y mis dedos en su hendidura, podía sentir como se ponía cada vez más suave su interior, y las paredes de su vulva se contraían. Violeta no dejaba de gemir mientras yo me bebía su delicioso néctar. Estaba salado, suave, apetecible, quería quedarme allí lamiéndole la vulva hasta que mi lengua se secara.
Pero ella estaba a punto de derramarse sobre mi cara, y eso no lo iba a permitir, por una razón en especial estaba montada sobre esa cruz.
—Me voy a correr Salvatore —Gritó desesperada
Me separe de su vulva y me levanté, la mire fijamente a los ojos y la bese. Ella abrió la boca y se devoró la mía con desespero.
—No princesa, no es tiempo. —Me acaricié un poco el pene, y me fui hacia el cofre que estaba sellado.
Puse la clave que me habían dado para abrirlo, y cuando destapé la caja, había un arsenal de juguetes listo para ser usados. Encontré un vibrador, que servía para el clítoris y los pezones.
Lo encendí a una baja velocidad y comencé a recorrer su cuerpo.
—¡Ah! Por favor —Violeta gritaba desesperada. En uno de sus pezones coloque el vibrador, y en el otro pase mi lengua.
Ella se movía lo máximo que podía, pues las correas no le permitían hacer mucho.
—No me hagas esto Salvatore ¡penétrame por favor! Hazme tuya.
—Aun no mi amor —Bajé por su vientre y le puse el vibrador sobre su clítoris.
—¡Ah! Por favor- P- Por favor —tartamudeó
De un solo empuje, le metí el vibrador dentro de su vulva y comencé a poseerla con este.
—¡Ah! ¡Ah! —Gemía gritando
—Pídeme lo que quieras ahora si princesa, estás lista.
Violeta abrió sus ojos endemoniados por la necesidad de sexo, y con una voz incontrolable me gritó.
—¡¡Métemelo!!
Boté el vibrador al piso, y así, como estaba puesta en la cruz, la levanté sobre mis caderas, las cadenas dieron para que ella quedara colgando y se trepara en mis cadenas.
De un solo empujón me clave en ella, y así, sostenida nada más por sus manos y con su culo en el aire, la follé. Lo hice a máxima velocidad, quería que lo disfrutara, mientras que el sudor caía por nuestros cuerpos.
—¡Ah! Salvatore ¡no aguanto! —gritó
Sentí como su vulva se contrajo y sus caderas se estremecieron de un lado a otro, haciendo un pequeño movimiento brusco sobre mi pene, que por poco hizo que se saliera de su interior.
Sus caderas temblaron y sus piernas estaban débiles, pero seguían montadas en mis caderas.
Así que volví y la empotré, pero esta vez con más suavidad, con mis brazos seguía sosteniendo sus caderas, mientras me movía con dulzura dentro de ella, pero estar allí, en su cavidad, me volvía el hombre más débil del mundo.
Así que bastaron dos minutos para que mi leche corriera dentro de su ser.
—¡Ah, Violeta! ¡VIOLETA!
La apreté y besé sus piernas, luego se las solté con suavidad y la desaté de la cruz, dejándola caer sobre mi cuerpo.
—Me duele —Expresó con una voz suave
—¿Qué mi amor? ¿Qué te duele?
—los brazos, estar expandida en esa posición es un poco doloroso
—Pero te gusto—La mire auspicioso
—Si, y mucho.
Violeta me tomó de la mano y me condujo hasta la cama, los dos nos echamos mirándonos frente a frente, corrí un mecho de su cabello y le besé la punta de la nariz. Nos miramos tan fijamente, que no hacían falta las palabras.
Su respiración era tan cálida, que me hizo suspirar.
La abrace a mi pecho, no la quería perder ¡maldita sea! ¡no la podía perder!