Punto de vista Salvatore
Acomodé el bulto de mi entrepierna y baje hacia el primer piso de la mansión.
Rosita estaba limpiando el polvo de los muebles, al escuchar mis pasos, levantó su cabeza y me sonrió.
—Señor ¿cómo están?
—Bien Rosita, voy de salida, necesito que por favor te hagas cargo de todo en la mansión, voy de salida, por ninguna razón permitas que Violeta salga o que haga preguntas incómodas.
Rosita frunció el ceño, e hizo una mueca.
—¿Cuál es el misterio del señor?
—Tu simplemente cumple con mis órdenes, ¿Entendiste?
Rosita hizo otra mueca y subió los hombros.
—Está bien señor, haré lo que mejor pueda.
—Muy bien —Asentí, dirigí de nuevo mi mirada al segundo piso y Violeta no estaba por allí, salí de la mansión y Leonard me estaba esperando en el auto.
Entre al auto y me senté en el asiento de atrás, Leonard me miró a través del retrovisor.
—¿Que es lo que está pasando? ¿Cuál es el misterio?
—Señor, hay carteles por toda la ciudad buscando a la señorita Mía, bueno a la señorita Violeta.
—No repitas ese nombre Mía, ella no se llama así.
Leonard negó con la cabeza y se giró hacia mi.
—Creo que usted no está entendiendo señor, reportaron a la señorita como desaparecida, y la policía la está buscando por toda la ciudad, la familia de la señorita ya sabe que está desaparecida. Si se enteran de que usted la tiene secuestrada ...
Lo interrumpí con un fuerte golpe en la silla del auto.
—Ya te dije que ella no está secuestrada, solo no recuerda, y está donde ella quiere estar.
Leonard suspiró
—Increible señor, que usted siendo una persona tan sensata este en esta situación tan incómoda.
—No sé de qué me estás hablando, dile a todos nuestros hombres que no dejen un solo cartel de busqueda, cartel que peguen, cartel que deben quitar.
No quiero anuncios en la prensa, no quiero nada que pueda poner en peligro la estadía de Violeta en la mansión. ¿Entendiste?
Leonard sacudió la cabeza en desacuerdo.
—Entendido señor, ¿Vamos a la empresa?
—Si, lléveme a la compañía
Leonard arrancó sin decir una sola palabra más, era mi mano derecha, pero en ocasiones se rehusaba a obedecer.
Veinte minutos estaba frente al umbral de la gran compañía de automóviles 'Bianchi Corporation'
Frente a la compañía , sobre uno de los postes de luz, estaba pegado un cartel con la imagen de Mía Branson, mi Violeta Harrys, sentí un duro nudo recorrer mi garganta y plantarse directo en la boca del estómago.
Arranque el cartel, y lo rompí en mil pedazos.
El número de contacto era el de su novio Sebastián, el puto desalmado que era su novio desde que ella era tan solo una niña, condenandola a una vida de miseria y tristeza ... o eso decían sus conversaciones con él.
Bote el cartel a una de las canecas de basura y continúe mi camino. Al entrar al recibidor, todas las asistentes me miraban como si fuera un ser superior; me saludaron con sus sonrisas brillantes y sus ojos llenos de deseos.
—Buenos días señor Bianchi
—¿Cómo está doctor Bianchi?
Y así hasta llegar al piso de la presidencia.
Sacha no era la excepción, mi fiel enamorada asistente, me recibió con una gran sonrisa, sus labios tan rojos como cerezas, sus pestañas largas y crespas, hacían juego con el precioso vestido rojo pasión que llevaba puesto, su escote no dejaba nada a la imaginación.
Mientras que sus largas piernas, que alguna vez estuvieron montadas en mis hombros, terminaban montadas en un par de tacones altos.
—Buenos días señor Bianchi, no lo esperaba hoy
—Yo jamás fallo al trabajo Sacha—Me senté en mi gran sillón ignorando sus intenciones —¿que tenemos para hoy?
—Nada importante, mañana es su gran nombramiento como CEO general de todas las sucursales del país, el mejor de los eventos señor.
Suspiré, ese era un gran logro, los ingresos de la compañía y los grandes negocios estaban a flote desde que yo estaba a cargo, lo que nadie se imaginaba era la cantidad de dinero que lavaba mes a mes con la fachada de la compañía, lo hacía tan bien, que inclusive me nombraron el empresarial del año.
—Muy bien, resolveré un par de asuntos y mañana a primera hora nos vemos con todo listo —Clave los ojos en la pantalla de mi laptop mientras Sacha seguía parada frente a mi.
Levanté la mirada al sentir como sus ojos me observaban y fruncí el ceño
—¿Pasa algo Sacha?
Ella comenzó a acariciar su pecho y a morder su labio inferior.
—¿Seguro que no necesita nada más señor Bianchi?
Sus ojos desbordaban fuego, sus manos acariciaban sus enormes y abultados senos, podía jurar que en medio de sus piernas un enorme lago de fluidos se estaba formando, y sí, me calentaba cien por ciento.
Sacha no solo era eficiente para lo laboral, sino que también era complaciente para lo s****l, sus carnosos labios me daban las mamadas más exorbitantes que en la vida había recibido, y su coño era tan apretado que cada vez que mi amigo navegaba dentro de ella, desfallecía.
La mire de arriba abajo, y mi m*****o se puso demasiado erecto, me levanté de mi gran sillón y con los deseos a flor de piel, me desafloje la corbata y seguí su juego.
—¡Ay Sacha cariño! Que rica estás —roce mi nariz con su cuello, y quise comenzar a succionarlo.
Pero.... sí, pero ... había algo muy profundo en mi interior que no me permitía entregarme en ese momento.
Era el olor de otra piel que llevaba impregnado en mis fosas nasales y que no me permitía continuar cediendo ante los profundos deseos de mi asistente.
Me retire de su lado, y le acaricie la mejilla.
—Hoy no bombón —le dije cortando el momento.
—¡¿Que?!—Sacha palidecio —¿Que pasa Salvatore? Jamás te negaste a tener algo conmigo.
—Siempre hay una primera vez, ahora sal de mi oficina, necesito optimizar mi tiempo.
La tomé del brazo y la guíe hacia la salida.
—No señor, pero... yo quiero —Sacha comenzó a acariciarme de una forma obsesiva, sus manos comenzaron a tocar mi entrepierna a la fuerza, haciendo que me sintiera incómodo.
—¡Sacha! No, a ver cariño, no hoy no quiero, no puedo —trate de soltarme
—Sí, yo sé que si quieres Salvatore
Sacha me apretó los huevos, haciendo que mis mejillas se colorearan, un fuerte dolor atravesó mi cuerpo, y de la irá, solté un grito.
—¡Mierda! que no quiero comerte, maldita sea. Lárgate de mi oficina ahora mismo Sacha y no regreses hasta que yo te lo solicite.
Los ojos de Sacha se llenaron de lágrimas, se abotono su camisa y acomodó su falda.
Me miró con una profunda irá y salió de mi despacho, lo sentía por ella y por cualquier mujer que quisiera que yo la poseyera; no era por presumir, pero la mujer que quisiera debajo de mí, lo iba a estar las veces que yo lo quisiera.
Arregle mi corbata y me senté en mi puesto otra vez, mientras resolvía un pendiente, recordé la imagen de Violeta besándome, y acariciando mi cuerpo.
Automáticamente la piel se me erizo, y la entrepierna se me endureció, cerré con fuerza la tapa de mi laptop, y me levanté.
Tenía que volver a casa, tenía que ver a Violeta, era una necesidad, un deseo, un anhelo.
Saliendo de la oficina, Sacha estaba en su escritorio, me miró con odio, con repulsión , como nunca antes me había mirado, la ignore por completo, y tome el elevador.
Violeta tendría que ser mía, iba a ser mía de inmediato, esa misma tarde, antes de que se fuera de mi vida, antes de que cualquiera que la estuviera buscando la encontrará y me la arrebatará.
Violeta, era una extraña obsesión que se había clavado en mi pensamiento y estaba comenzando a creer que también en mi corazón.
Al llegar al parqueadero, otro puto cartel con su rostro estaba cubriendo una de mis paredes; me sentí estremecer. Lo arranque con furia y lo rompí en mil pedazos.
Me subí al auto, Leonard siempre estaba listo, de nuevo me miró por el retrovisor y sacudió la cabeza.
—Señor, hay cientos de esos por toda la ciudad.
—Te doy un día para que los quiten todos. El número de contacto es del tal Sebastián, el novio de Violeta, averigua todo sobre ese tipo. ¿Que está haciendo ahora? ¿En qué trabaja?
—Señor, solo puedo decirle que es el hermano del gran Marcelo el jefe, ese tipo es un narco, ni siquiera es mafioso, es un narco peligroso de un país de Latinoamérica, y ni mencionemos el papá de Violeta, el señor Branson, el gran señor Branson.
Sonreí sarcástico, mientras acomodé mi cabello.
—¿Y quién crees que soy yo? Soy el puto Dios de Italia, el rey de Milán, el más temido de todos ¿Crees que un par de americanos con pinta de indios van a asustarme? ¡Por favor!
—Señor, definitivamente no me cansaré de decirle que esto es una locura, es una puta locura.
—Arranca el auto y llévame a la mansión, obedece mis órdenes, ¡y que pase lo que tenga que pasar!
Leonard arrancó, mientras comencé desde mi teléfono a organizar a mis hombres, nadie vendría a invadir mi espacio y mucho menos a llevarse a mi preciado tesoro.
Mi hermosa Violeta, mis hermosos ojos grises, mis hermosos senos duros y cadera fascinante, además un completo diamante, pues mi madre la aceptó sin peros.
¿Que más podía pedirle a la vida? si tenía que sacarla del país, lo haría.
Al llegar a la mansión, Violeta estaba leyendo un libro en la sala de estar, al verme, cerró la tapa del libro y emocionada me saludó.
—Hola, volviste pronto— Sus mejillas se sonrojaron.
—Hola princesa, no sabes cuánto te extrañe. —La mire con ternura, como si de verdad fuéramos prometidos.
Me lance sobre ella y la llene de besos, tenía un pendiente en medio de sus muslos que debía solucionar.