Punto de vista Violeta
No conocía sus labios, estaba muy lejos de recordar el sabor de sus besos, pero no podía negarme ante la sensación que provocaba su lengua dentro de mi boca.
Sus manos grandes apretaban mis nalgas, haciendo que mis caderas se estremecieran de manera involuntaria y se pegaran contra las suyas, sintiendo como su abultado bulto crecía frente a mí.
Salvatore, sin dejar de besarme me condujo por las escaleras, yo seguí su juego, como si sus manos tuvieran el completo control sobre mí, maldito seductor, apenas podía sentir sus jadeos dentro de mi boca las pocas veces que se separaba para tomar aire.
Me gire para subir los escalones, y él se hizo tras de mí, sus manos acariciaron mi cuerpo, mientras que me besaba la nuca. Corrió mi cabello hacia un lado para tener más acceso a mi piel, y sentí escalofríos, pues su lengua recorría mi cuello, mis mejillas, inclusive mis orejas.
Al llegar al segundo piso, abrió una de las primeras puertas, era su habitación, me giró de nuevo para quedar frente a él, y mientras sus ojos brillaban de deseo me dijo:
—¡Muero por hacerte mía Violeta!
Trague saliva sin saber que hacer, entre abrí la boca tratando de mascullar palabra, pero él fue más rápido, y con su dedo índice bajó mi labio inferior, se acercó demasiado a mi rostro y con su lengua lamió la parte de adentro de mi boca.
—¡Ah! Salvatore —Exclamé excitada
—¿Qué princesa? Dime ¿Qué es lo que quieres?
Me quedé en silencio aun con la boca entre abierta, saboreando el sabor de su lengua dentro de mi carnosidad, y suspiré.
—No… no sé que es lo que quiero exactamente.
Salvador me miró fijamente a los ojos, y metió su mano debajo de la pretina de mi pantalón, alcanzando mis pantis, estos estaban evidentemente húmedos, abrí un poco las piernas para darle más acceso a su revisión y él con sus dedos frotó la parte de en medio sobre mi panti.
—¡Ah! ¡¿Qué haces?! —Gemí
—Revisando que es lo que quieres—Sin dejar de mirarme, comenzó a mover sus dedos sobre mi panti, haciendo que me mojara mucho más, él siguió frotando por encima de la tela. Las piernas me comenzaron a temblar, al sentir como corrientes eléctricas atravesaban mi hendidura.
Cerré los ojos y por instinto, me llevé la mano a mi propio seno, aunque me daba demasiada vergüenza con él, tuve que hacerlo, tuve que apretarme la teta de manera desesperada, pues la excitación que estaba sintiendo en ese momento era demasiado fuerte.
Sin ni siquiera bajar mi pantalón, simplemente con su mano corrió mis pantis para un lado y dejo que uno de sus dedos se hundiera dentro de mí, dándome más placer.
—¡Salvatore!
—¡Ah, dime! —él se me acercó y comenzó a besarme, mientras que sus dedos grandes seguían enlistados dentro de mi hendidura, hundiéndose cada vez más profundo.
Su lengua era deliciosa, placentera, cada movimiento que hacía dentro de mi boca me causaba escalofríos, me estaba volviendo loca.
Con su mano todavía dentro de mí, bajó por mi cuello, y con la otra mano libre, subió mi camiseta hasta mis hombros, dejando mis senos al aire, sus ojos me miraron fijamente, pidiéndome aprobación.
Yo solamente podía mirarlo con deseo, con lujuria, con pasión, pues mi hendidura poco a poco se derramaba sobre la mano que tenia debajo de mis calzones. Salvatore era el puto mago de las masturbaciones.
Él se mordió los labios y bajó su mirada directo a mis erguidos pezones, sus ojos se enloquecieron y se agachó un poco con cuidado de no sacar los dedos.
Yo me tuve que recostar contra la pared de la habitación para no caer rendida a sus pies, pues las piernas me temblaban como frágiles ramas al viento. Salvatore abrió su boca y les dio un fuerte chupetón a mis senos, se colgó de mi pezón derecho y comenzó a succionarlo como un pequeño sediento.
Su mano libre me apretaba el otro seno, yo comencé a gemir como una descontrolada, el sudor escurría por mi frente y estaba muy cercana a correrme en su mano, sin más, abrí mis ojos y al mirar el espectáculo de su boca haciendo magia con mi sensible seno. Enredé mis dedos en su cabello y comencé a hundirlo mucho más sobre mi clavícula, apenas podía escuchar el sonido de su saliva chasqueando mi pezón.
—¡Penétrame! —Exigí.
É levantó su cabeza y se quedó mirándome a los ojos, su mano todavía seguía dentro de mi vulva, sin más, comenzó a besarme con furia, mientras me penetraba con sus dedos, yo le seguí los besos con fascinación y con mis manos lo acariciaba.
Acaricie su cuerpo, saque su camisa, pasé por sus nalgas, y lo toque en su parte de adelante, estaba tan ardiente que no me importaba en realidad si Salvatore si era mi prometido, pues lo único que deseaba en ese instante, era que él estuviera dentro de mí acabando con los deseos desesperados de sexo.
Trate de desabotonar su pantalón, pero los movimientos de sus dedos se intensificaron dentro de mí, al igual que los candentes besos que devoraban mi boca, y me deje correr, llegué al orgasmo, derramando todo mi líquido sobre su mano.
—¡¡Hum!!— Él hundió más sus dedos, mientras dejó escapar un dulce gemido sobre mis labios.
—¡oh! —gemí.
Él sacó su mano dentro de mí, y probó sus propios dedos ¡Qué vergüenza! Estaba saboreando mis chorreantes jugos; luego me dio a probar a mí y siguió besándome. Relamí sus dedos.
Yo como pude comencé a quitarle la ropa, pero en ese instante su telefono comenzó a sonar incansable. Sin embargo él no respondió.
Le quité la camiseta y pude observar sus abdominales demasiados marcados, su pecho definido, su cuerpo demasiado tonificado y su color dorado que me provocaba desfallecer.
Con mis manos lo acaricié, y me agache un poco para chupar sus tetillas, y él accedió, empujo con sus manos mi cabeza hacia su pecho, y yo también lo succione.
Sin embargo, su maldito telefono seguía timbrando.
Salvatore se separó de mí, me dio un pico en la boca y resopló.
—Debo contestar princesa, dame un momento —Sacó su telefono de su bolsillo y se fue hacia el baño privado de su habitación.
—¡Alo! Si no contesto es porque estoy putamente ocupado…
Él comenzó a alegar con alguien por la línea, aunque yo seguía ardiente, no era lo mismo, pues Salvatore se encerró a hablar por telefono en el baño. Aproveche para acomodar mi pantalón y sobre todo mis pantis que me estaban tallando dentro de mi vulva.
Sonreí recordando el orgasmo, por lo menos estaba empezando a cosechar recuerdos nuevos.
Me senté sobre su cama y miré todo a mi alrededor, una habitación muy sofisticada, llena de lujos, su cama, su armario, su gran ventanal, y las cortinas de una tela que parecía muy fina.
El piso de la habitación era de mármol pulido, y se veía excéntrico, todo olía a delicioso.
En su mecha de noche no había más que una simple lámpara, pero a diferencia de mi cuarto, no había una sola foto de los dos. Sentí curiosidad por esculcar en cada uno de sus cajones para saber que escondía.
Pero cuando estuve por ponerme de pie, él salió del baño; su expresión había cambiado por completo, ya sus ojos no estaban brillando de deseo, sino que mostraban enojo.
Me esbozó una pequeña sonrisa con la comisura de sus labios, y me miró.
—Debo irme a trabajar princesa, se presentó algo en la empresa y debo resolver.
Asentí con la cabeza ¿me tendría que quitar las ganas con el café? Pues mi vulva saltaba internamente.
—Está bien no pasa nada.
Salvatore simplemente me guiñó un ojo, y se fue hacia su armario, cambió su camisa por una más formal, sacó una chaqueta del gran montón que tenía y se la colocó.
Vino hacia mí y me tomó de la mano.
—Vamos, debes descansar
Trague saliva sin comprender muy bien todo, ¿No podía quedarme descansando en su habitación? ¿Qué era lo que tanto escondía? Sin embargo, hice lo que me pidió, antes de irse, me dio un beso en la mejilla.
—Quédate aquí regreso lo más pronto que pueda ¿está bien?
Asentí con la cabeza.
—Está bien
—Si necesitas algo, dile a Rosita, ella evidentemente va a ayudarte, por favor, pórtate bien. —me dio otro beso y salió corriendo escaleras abajo, abrió la puerta de la mansión y se fue.
Me fui a mi cuarto, me senté sobre la cama, y en ese instante puse la cabeza sobre la almohada, cerré mis ojos, y recordé lo que había acabado de pasar.
Unos cuantos recuerdos vinieron a mi cabeza sobre un orgasmo del pasado, de los besos de un hombre, pero no eran similares a los de Salvatore, la sensación de mi recuerdo era completamente diferente a la que estaba sintiendo ahora, pues en mi recuerdo, sentía unos besos ásperos, no completos, no tan húmedos como los de mi supuesto prometido.