Capítulo 11 ¿En dónde estás Mía Branson?

1625 Words
Punto de vista Sebastián Cada vez que sonaba mi telefono era una vana esperanza de que Mía apareciera, odiaba sus impertinentes formas de reaccionar cuando estaba enojada, sin embargo, ya llevaba una semana sin saber de ella. Pero… aquel día en el hospital me pareció verla con ese hombre, jamás pude confirmar si se trataba de ella, pues existía el registro de una mujer con su descripción, pero con otro nombre, ¿Habría cambiado su identidad? ¿Estaría huyendo de mi intencionalmente? Cada día que pasaba crecía más mi zozobra. Estrelle mi copa contra la pared y esboce un alarido de furia. —¡Maldita seas Mía! ¿En dónde estás? —Estoy completamente segura de que ella no va a regresar , se fue con su amante —Cállate Samantha, no sabes lo que estás diciendo —¡Claro que lo sé! Soy la mejor amiga de Mía, yo sé que ella se fue por su propia voluntad, Sebastián por favor —Samantha se acercó por detrás de mi y comenzó a darme masajes en el cuello, sus manos eran tan suaves al tacto, que estaba sintiendo que la piel se me erizaba, y no solo eso, mi entrepierna comenzaba a tensionarse. —Es extraño, si tú eres la mejor amiga, si ella se hubiera ido por su propia voluntad, te hubiera dicho algo, pero es posible que le haya pasado algo, lo sé, es imposible que nadie sepa nada, que se la haya tragado la tierra. Samantha comenzó a bajar su mano lentamente por mi pecho, apreté los labios al sentir su roce, sin embargo, la detuve, ella era la mejor amiga de Mía. —Samantha por favor ¿Qué estás haciendo? Ella se paró frente a mí, y me miró con demasiada compasión. —Mira como estás por ella, cuando siempre he estado yo aquí para ti, te puedo apostar que la muy estúpida se está revolcando con su amante mientras tu estás llenando la ciudad con carteles buscándola. Las peores noticias son las primeras que llegan ¿Qué le va a pasar a esa mustia? Abrí mis ojos con sorpresa, completamente incrédulo por las palabras que su mejor amiga decía, serví otra copa de licor y me la bebí de un solo sorbo. —No puedo creer lo que me estás insinuando, ella no sería capaz, Mía toda su vida ha estado enamorada de mí, ¿Cómo va a tener un amante? —Creo que es hora de que hablemos—Samantha me tomó de las manos y me miró fijamente a los ojos.—Ella me dijo que se iba a ir de la ciudad, porque no soportaba la idea de que trabajaras con Marcelo, no te quería ver convertido en un delincuente. En un mafioso como su padre, ella odiaba eso. —¿Qué? ¿Por qué no me lo dijiste antes Samantha? ¿Qué te pasa? —No te quería ver sufrir, mira como te has puesto, además ella es mi mejor amiga ¿Por qué razón tendría que decirte a ti sus secretos? Le respondí su mirada hipócrita, con una mirada todavía más llena de hipocresía —Porque también eres mi amiga, y debiste elegir nuestro bienestar, ella no sabe que ya comencé a trabajar con Marcelo, así que para mi es importante encontrarla. Samantha se acercó lentamente, tanto que su boca quedó muy pegada a la mía, robándome el aire. —¿Y si dejamos que simplemente se vaya? Tal vez yo podría hacerte más feliz que ella —La respiración de Samantha era cálida, sus enormes senos rozaban con intensidad mi pecho, y me estremecía, juro que me hacía sentir temblores. Automáticamente mi pene se levantó y rozó con sus caderas. Samantha no lo pudo evitar y me besó, yo como un imbécil caí en sus redes, besándola de vuelta con una intensa pasión. La arrastre hacia el sofá de mi sala de estar y la lance sobre este. Ella estaba ardiendo, podía sentirlo, pues sus pezones erguidos sobresalían por la tela de su blusa, y sus mejillas acaloradas mostraban toda su excitación. —Eres increíble Samantha, Mía es tu mejor amiga. —Pero yo no tengo la culpa de que se haya largado con su amante y te haya dejado solo, aquí estoy para darte consuelo. —¿Qué va a pasar cuando Xavier se entere de la desaparición de su hija? —pregunté un poco angustiado. Mientras me desabroche el pantalón y me lance sobre Samantha, devorando su cuello. —¡Ah! —ella gimió —No lo sé, simplemente es mejor que le digas que se fue, y que jamás va a aparecer —¿Cómo estás segura de eso? El viejo me va a llamar pronto —Comencé a besarle el cuello a Samantha, mientras ella gemía sin control. —¡No me importa! No hablemos más de esa perra, solamente follame, ¡Follame! Porque yo soy quien está aquí y ella no. Baje sus pantalones con premura y levanté su minifalda, baje sus pantis y observe como de su flor fluían líquidos, sin pensarlos dos veces me introduje en ella. Samantha no era igual de apretada a Mía, y no me provocaba las mismas sensaciones, pero estaba bien para desahogar mi frustración. Con fuerza la penetre, mientras ella gritaba como si yo conmigo tocara el cielo. No deje de mirarla a los ojos en ningun momento, pues ella era de cuidado, si había traicionado a su mejor amiga conmigo ¿que podía esperar de una mujer así? Mientras la follaba, recordaba a Mía, pensaba en ella y en las múltiples veces que la hice mi mujer, en las mañanas que desperté a su lado y en los sentimientos de amor que alguna vez nos profesamos desde que tan solo éramos unos niños, pero era tan complicado seguir con ella en la puta pobreza. Empotre a Samantha con más fuerza, desahogando mi frustración y mis deseos reprimidos por Mía, pues a ella no la superaba en ningún sentido otra mujer, era auténtica, sofisticada, inteligente y sobre todo, ardiente en loa cama. Sin contar como me amaba. Eso era lo que más me dolía, no tener el amor incondicional de Mía. Me acerqué al rostro de Samantha y besé sus labios con furia, ni siquiera fue un beso apasionado, simplemente mordí su labio inferior, haciendo que ella emitiera un gemido de dolor. —¡Duele! —Exclamó —Eso fue lo que pediste, esto es lo que soy —Coloque mi mano rodeando su cuello, causándole un poco de asfixia, Samantha seguía moviéndose debajo de mi como si sus caderas tuvieran una maquina incontrolable de tener sexo. Sus movimientos acelerados y mi maldita obsesión con Mía hicieron que me corriera dentro de ella. —¡Oh, puta! —Exclame en voz gutural. La solté y ella comenzó a respirar agitada —Estuviste espectacular—me dijo mientras recuperaba el aire. —Tu también. Me fui hacia el baño para limpiarme, mientras ella acomodaba su ropa. —Y entonces ¿Nosotros que somos Sebastián? —ella preguntó con un tono de ilusión en sus labios La miré de arriba abajo y arqueé una ceja. —No somos nada cariño, solo tenemos en común a Mía y la vamos a encontrar. Samantha palideció —¿Qué? —No puedo estar con una mujer que traicionó a su mejor amiga, lo harías también conmigo. —¡Es que no lo entiendes! ¿Verdad? —No, ¿No entiendo qué? —Le pregunté irónico —Es que yo siempre he estado enamorada de ti, desde que fuimos a la universidad, por eso accedí a venir a Italia con ustedes, todo fue impulsado por el amor que siento por ti. Algo dentro de mi estomago se revolcó, no esperaba esa profunda confesión, sentí un poco de vergüenza por ella, yo no sentía ni lo más mínimo por Samantha. —Pero soy el novio de tu mejor amiga, ahora, vamos a seguir buscando a Mía y tu vas a ayudarme, mientras tanto, podemos pasarla bien—me acerqué y la besé, ella cerró sus ojos, con mi mano la aparté de mi lado y me fui hacia el segundo piso. —Cuando salgas, cierra la puerta, si sabes cualquier cosa de Mía, me avisas. Samantha sacudió su cabeza y simplemente se fue de la casa. Resoplé, eso estuvo mal, si Mía se enteraba que me había follado a su mejor amiga, no me lo perdonaría, pero no me pude resistir al ofrecimiento de Samantha, y menos con esta frustración tan abrumadora por no saber en donde estaba ella. Encendí las noticias para ver el titular en donde anunciarían su búsqueda. «Hace más de una semana que no se tiene noticias de Mía Branson, una joven abogada que llegó a Milán hace un par de años y que salió de su casa y no regresó, si tiene alguna información sobre ella, no dude en informar a la policía, estaremos atentos» Fije mi mirada a la pantalla, la imagen de mi preciosa mujer estaba inundando ahora todos los canales televisivos de Milán, y cada una de las calles estaba abarrotada de carteles. Asentí con la cabeza, sin embargo, no salía de mi pensamiento la imagen del hospital de la pareja que salió a paso firme y con rapidez, el cuerpo de la mujer parecía el de Mía, debía averiguar quién era ese hombre, ¿Y si Mía estaba secuestrada? Eran tantas dudas las que atacaba mi interior, que su búsqueda estaba contra reloj, pues muy pronto aparecería mi suegro, el “gran señor Branson” ¡¡Maldito!! De no ser por él, Mía estuviera aquí conmigo, ese hombre se la había pasado toda la vida metiéndose en nuestra relación.
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