Punto de vista Violeta
Mi corazón se sobresaltó al verlo entrar por la puerta de la mansión, solté el libro que estaba leyendo y dirigí mi mirada hacia él.
—Hola, volviste pronto —sus mejillas se sonrojaron.
—Hola princesa, no sabes cuánto te extrañé. —Lo miré con ternura, como si de verdad fuéramos prometidos.
Se lanzó sobre mí, colmándome de besos, yo enrede mis manos en su cuello y correspondí la pasión, mi lengua se enredó con la suya y nos dimos un beso demasiado largo y ardiente.
—¿Me extrañaste? —le pregunté con voz consentida
—Sí, mucho, princesa. Desde que estás en esta casa siento que no quiero salir de aquí.
Me solté de su cuello y negué con la cabeza.
—¿Cómo que desde que estoy en esta casa? ¿A qué te refieres?
Salvatore me sonrió tímidamente y suspiró:
—Princesa, me refiero a que desde que llegaste a mi vida y, sobre todo, a vivir en esta casa, mi vida es maravillosa. Tú le das luz a mi existir.
Le sonreí y de nuevo me colgué a su cuello.
—Hum, no me acuerdo de ti, en ninguno de mis pocos recuerdos te encuentro, pero ¿sabes algo?
—Dime, princesa.
—Siento que puedo confiar en ti y que me quieres.
Salvatore se mordió el labio inferior y achinó un poco sus ojos.
—¿Confiar? La confianza es una palabra que abarca demasiado, pero sí, puedes confiar en mí porque voy a cuidarte y, sobre todo, protegerte. En una semana tenemos la fiesta de nuestro compromiso, serás presentada como mi mujer oficialmente ante la sociedad.
Abrí los ojos y subí las cejas. Lo que estaba viviendo parecía un cuento de hadas, en donde siempre sentía las mariposas revoloteando por mi estómago. En parte, eso me hacía feliz. Saber que mi vida antes del accidente era buena me alentaba demasiado.
Suspiré y choqué mis labios contra los suyos. Estaban tibios, húmedos y deliciosos. Lo besé con pasión, con lujuria, y sintiendo cómo en medio de mis piernas un cargamento de hormonas jugaba conmigo.
Salvatore me tomó de la mano y subimos a mi habitación. Todo el tiempo me besó, haciendo que me excitara demasiado. Me empujó sobre la cama y caí de espaldas sobre esta. Mi pecho subía y bajaba descontrolado, mi respiración estaba agitada y todo lo que podía sentir por él era un ínfimo deseo.
Se acercó lentamente y me quitó los tenis que llevaba puestos, y seguido las medias. Me daba un poco de vergüenza que mirara mis pies, pero él parecía fascinado.
Lentamente con sus manos arrastro mi pantalón de algodón hacia abajo, dejando mis parte inferior semi desnuda, apenas cubierta por una diminuta tanga.
—Salvatore, yo…—tartamudee, su presencia me po0nía tan nerviosa que ni podía musitar palabra —Yo no sé qué decir, yo solo sé que estoy muy caliente —Subí mis hombros avergonzada.
El comenzó a rozar mi piel con las yemas de su dedos, también acercó su rostro a mis piernas y las colmó de besos, su lengua de vez en cuando me daba pequeños lamidos, así sucedió todo el camino que lo condujo hasta mi entrepierna. Con delicadeza arrancó mi tanga y quedó mi flor al descubierto.
Él me miró fijamente a los ojos, y me besó.
—Eres fascinante
—¿Yo? —pregunté hipnotizada
—Lo eres—sus ojos azules se quedaron fijos en los míos, y brillaban con demasiada intensidad. Como pude, salí de mi ensimismamiento y empecé a quitarle la corbata, un enredo de nudos se hizo en mis manos producto de los nervios.
Salvatore se carcajeó
—Te ayudó a desatar ese nudo—Se enderezó frente a mí y desató el nudo de su corbata con destreza, la botó lejos de la cama y se quitó su chaqueta, también la camisa. Dejó sus pectorales al descubierto y juro por lo más sagrado, que ese hombre era magnífico y perfecto. Verlo provocaba que mi parte inferior se moviera autóctona, sin ningún control.
Él, se desabrochó el cinturón y soltó el botón de su elegante traje y dejó caer el pantalón al piso, se quitó los zapatos y quedó frente a mí, vestido únicamente con un precioso bóxer brief que marcaba a la perfección su bulto erecto.
Tragué saliva, pues se veía más grande de lo que imaginaba. Entre abrí la boca al ver el monumento a la belleza masculina que tenía frente a mi y mis mejillas se sonrojaron.
—Salvatore, ¡oh! —Gemí
El hombre me dio la mano y me enderecé, mi cara quedó frente a su pelvis y quise desfallecer por la preciosa vista que mis ojos observaban; con suavidad, recogió la parte de debajo de mi camiseta y me dejo completamente al desnudo. Ahora los dos estábamos sin ni una sola prenda de vestir.
Salvatore se agachó y se puso de rodillas en el tapete de al lado de mi cama, me miraba como si estuviera apreciando una obra de arte, meneaba la cabeza de un lado a otro mientras sonreía.
Me estaba poniendo además de excitada, muy nerviosa. Estaba experimentando la sensación de tener sexo con un desconocido, de no ser por todo lo que me había mostrado, juraría que él no era en realidad mi prometido.
Así de rodillas, Salvatore comenzó a besarme, arrancó por los dedos de mis pies, y lentamente fue subiendo por mis tibias hasta llegar a las rodillas, a estas también las lleno de besos y fue subiendo por mis muslos, primero por el muslo derecho, luego por mi muslo izquierdo, y cuando ya se acercó a mi parte más íntima, con las dos manos separó mis piernas, infringiendo un poco de fuerza.
Mi intimidad estaba caliente y húmeda, él me besó otra vez y luego volvió a bajar hacia donde hizo inicialmente su parada, metió su cabeza y con delicadeza comenzó a lamer mi vulva. Con sus dedos separó mis labios vaginales y metió su lengua.
—¡Ah! —grité —No ¿Qué estás haciendo? —Enredé mis manos en su fino cabello y empujé su cabeza para hundirlo más dentro de mí. Deje que mi cabeza se descolgara hacia atrás, y aproveche que su boca hacía magia en mi interior. Su lengua me daba placer. Mi vulva tomó vida propia y comenzó a palpitar, mientras que mi pecho agitado subía y bajaba, estaba emocionada.
Mis caderas se empezaron a retorcer, y Salvatore parecía disfrutarlo, pues con su mano libre apretaba mis nalgas, descontrolando aun más mis movimientos, la intensidad de sus penetraciones con la lengua eran brutales.
—Penétrame ¡penétrame! —Exigí. Salvatore levantó su cabeza y tenía su boca húmeda de mis fluidos mezclados con su saliva y se fue directo a mi boca, me dio a probar, y me besó con más fuerza mientras su a abultado m*****o rozaba con cualquier parte de mi cuerpo.
Perdí la fuerza y caí acostada sobre la cama , cerré los ojos y dejé que él llevara por completo el control, bajo por mis senos y succionó cada uno como si de eso dependiera su vida entera, mis pezones duros exigían su atención y él fascinado se la daba.
Bajó por mi vientre y también lo llenó de besos hasta llegar a mi pelvis, de nuevo metió su lengua en medio de mis piernas y por unos cinco minutos más, me hizo el oral más delicioso que en la vida pude haber sentido, a decir verdad, no recordaba ninguno.
Me tomó de las caderas y con fuerza me giró sobre la cama quedando de espaldas a él, me levantó el trasero y sin decir media palabra, mientras que yo goteaba, se introdujo en mí.
—¡Ah! Violeta princesa ¡por favor!
Me retorcí al sentir como sus 24 centímetros devoraban mis menudas caderas y aunque me causó un poco de dolor, pues yo apenas medía 1.60 cm, el gran tamaño del m*****o de Salvatore me hacía estremecer.
Apreté las sábanas con fuerza cuando sentí la primera estocada, fue tan fuerte que hizo que mi cuerpo se tambaleara hacia adelante, me aferré aun más a la tela y me concentre en los movimientos de Salvatore.
Él comenzó a penetrarme con fuerza, sus movimientos casi perfectos me llevaron a un éxtasis profundo, en donde no sabía si era dolor o placer. Se movía más dentro de mí, y apretaba mis nalgas con delicadeza, pero al mismo tiempo salvaje.
—¡Por favor! ¡Más! —grité excitada, mientras sentía las contracciones de mi vulva apretarlo mucho más.
Sentía que estaba a punto de correrme, cuando él me sacó su m*****o sin decirme nada, y me giró de nuevo para quedar frente a él. Me botó sobre la cama y comenzó a besar mis senos, se introdujo otra vez en mí, y así con su cuerpo fornido sobre mí, me penetró con tanta fuerza, que esta vez lo sentí más arriba de mi útero.
Sus ojos azules no dejaban de mirarme, esa mirada que me confundía, pero que a la vez me estaba volviendo loca.
Mis caderas poco se pudieron mover debajo de él, pues estaban cargando con su pesó, así que su delicioso trasero se meneó sobre mí como quiso, no fueron necesarios más de diez minutos para que me contrajera y apretara su m*****o dejándome llevar por el éxtasis del orgasmo.
Salvatore me besó, calmando mis arduos gemidos y así apretadito sobre mí, se dejó llevar también , derramándose adentro, pude sentir ese chorro de liquido caliente invadiendo mi ser.
Cayó a mi lado y ambos nos quedamos en silencio, el orgasmo fue tan intenso que nos tardamos un poco en recobrar el aire.
—Me encantas Violeta
Trague entero y lo mire.
—y tú a mí.
Salvatore volvió a besarme y eso fue como si hubiera reiniciado el botón de la pasión, pues volvimos a tener sexo salvaje como locos, uno devorándose al otro, y así pasamos toda la tarde, hasta que me quede dormida en sus brazos.
De repente, a mi cabeza vinieron recuerdos de cuando estaba pequeña, recuerdos de cuando llegué a una mansión y lo primero que me encontré fue con un pequeño niño jugando.
Sentí como si la fiebre invadía mi cuerpo y comencé a sentirme incómoda.
—¿Quién eres? ¿Quién eres? Empecé a preguntar, quise acercarme a ese niño y tomarle su mano, aquel morenito, me parecía conocido ¿Quién era ese niño? —¡Sebastián! —Grité de repente, me desperté de un sobre salto, mis manos temblaban y mi frente estaba sudando.
—¿Qué pasó princesa? —Salvatore me preguntó también un poco preocupado.
Mi pecho subía y bajaba agitado, mientras que mis pensamientos colapsaban.
—Tuve un recuerdo, un niño, vi a un niño en la imagen, morenito, él, se llama, se llama Sebastián, lo sé.
Las mejillas de Salvatore palidecieron y me tomó de la mano.
—Recuerda mi amor que estás en un trance, fue tan solo una pesadilla, la próxima semana empezaremos tu tratamiento psicológico, es necesario.
Asentí con la cabeza y recosté de nuevo mi cabeza sobre la almohada, estaba completamente segura de que no se trataba de una pesadilla, había sido un recuerdo ¿Quién era Sebastian?