EL PLAN ARRUINADO.

2608 Words
—Jessica, ¿podemos hablar? —tenía algo de vergüenza por interrumpirla allí en medio de sus compañeros, que no eran los mismos míos, aunque en realidad yo no tenía compañeros de ninguna índole. Excepto cuando debíamos hacer trabajo en grupo y todos querían subir su calificación. —Si —su sonrisa era todo para mi. Nos alejamos por el campus del colegio y sin esperarlo, tomo mi mano, empezamos a caminar con la libertad que nos permitimos afuera del colegio. Faltaban dos meses para que el colegio terminara, yo solamente estaba esperando las cartas de admisión a dos universidades demasiado prestigiosas, ambas con beca y de verdad todos los días llegaba de la escuela esperando que las cartas con mi admisión estuviesen dentro del buzón. Por supuesto que serían más gastos y tendría que continuar trabajando en las noches como venía haciendo desde hacía mucho tiempo. Pero no iba a desfallecer cuando había avanzado tanto. Además Jessica lo merecía, eso era lo que me repetía todas las mañana cuando madrugaba a las 4 y salía a hacer ejercicio. "Lo haces por la mujer que te ama, Steven. Ella lo merece, merece que seas mejor y mejor cada día" —Esta noche quiero invitarte a un lugar muy especial para mi. —¿De qué se trata? —pregunto curiosa, se detuvo y se paró frente a mí, acarició mi mejilla y me beso suavemente. —De una sorpresa. —De acuerdo, esta noche nos vemos, amor mío. —Amor mío —repetí, porque eso era ella, mi amor. Nos estábamos dando un beso, cuando sentí como fue arrancada con fuerza de entre mis brazos y un grito agudo de su parte fue lo que me hizo reaccionar como un salvaje. Tome por el cuello a Fernando que se reía y cuando estaba por golpearlo en el rostro, su voz me calmo. —¡No! no puedes seguir su juego sucio, solo te esta provocando y si gana te quedas sin beca. Steven, escúchame, tienes un record impecable, no lo arruines por él, no vale la pena —sus ojos tenían unas lágrimas que no podía entender, pero estaban mirando a mis espaldas y entonces fue cuando entendí. —Creí que era mentira, creí que era un juego, una mala broma de mis amigas en el club. Mi hija con el becado de la escuela, con el chico que limpia mesas los fines de semana en un bar —con cada paso que daba, yo sentía que a pesar de mi estatura, me hacía más y más pequeño. Casi insignificante, ante la presencia de una mujer tan elegante como ella—. Pero resulta que es verdad, que mi hija se metió con el más pobre y arrastrado de todos los muchachos con los que se pudo meter. —¡NO HABLES ASÍ DE STEVEN! —el grito de Jessica fue casi doloroso y estaba seguro de que todos allí pudieron sentir aquello. —No me digas que puedo o no puedo decir, no tienes derecho y menos después de tantas mentiras. —¿Mentiras? ¿Qué mentiras mamá? —entonces empezó a reírse como una posesa y eso nos asustó a Fernando y a mi. —Esto —la mujer con su uña perfectamente hecha nos señaló—. Es una mentira, un absurdo, una farsa que nos has ocultado a tu padre y a mi. —¿Y crees que mi padre se va a molestar? El no es tan vacío y pobre como tu. Una bofetada, una bofetada y las lágrimas de Jessica eran de verdadero dolor, no pude aguantar más y empuje a Fernando con fuerza, como si estuviesemos en el campo de juego. —Te voy a... —No, Fernando. No me jodas, hasta tu sabes que está mal que le pegue a Jessica —sus ojos me dijeron lo que ambos sabíamos, el golpe había sido demasiado fuerte—. Esto te puede parecer una broma, pero mira lo que le hiciste a Jessica, esto no me lo haces a mi, se supone que ella es tu amiga y... mirala —la tenía entre mis brazos, mientras lloraba desconsolada. —El idiota tiene razón, no era necesario que la golpeara —ayude a Fernando a ponerse de pie. —Jessica, vamos —su voz era más bien una advertencia. Pero entonces mi amor, tan valiente como siempre era, se acerco y la miró de pies a cabeza. —No iré contigo, nunca me iré contigo, porque nunca me voy a separar de Steven, porque lo amo. Hablaré con papá y ten la certeza de que este golpe te va a salir caro, mamá. Tomo mi mano nuevamente y caminamos por en medio de todos nuestros compañeros que al vernos crearon un murmullo tan fuerte que era ensordecedor. Al llegar a la moto, se puso el casco que yo le había regalado, luego de ahorrar mucho dinero. —¿Estás segura? Creo que debes hablar con tus padres y... —Vamos, estoy segura y cuando conozcas a mi padre, él nos apoyará, te lo prometo. Por ahora tengo una sorpresa por descubrir. Confíe en sus palabras y encendí la moto, hicimos una parada técnica en mi casa, por ropa y luego emprendimos un viaje de dos horas, en medio de las montañas, para llegar a las cabaña que era un domo de techo transparente y que había rentado solo para nosotros por dos días. —Es simplemente perfecto, Steven. Es lo más hermoso que alguien ha hecho por mi. —¿Te gusta, princesa? —Me encanta. Tanto como tu. Sus palabras, su sonrisa y sus besos eran paz para mi atormentado interior, luego de lo que había pasado. Aquello no había sido nada económico, pero luego de turnos extras y muy buenas propinas, valía la pena cada centavo gastado. —Steven, yo quiero que... —Yo también quiero, pero no quiero que sientas presión. —Será mi primera vez —se sonrojo y bajo sus ojos hasta sus manos, estábamos cubiertos por una manta y sentados en el suelo frente a la chimenea. —También será la mía —mi respuesta no la esperaba, pues se quedó mirando fijamente y lentamente una sonrisa se extendió por todo su rostro—. Si tu serás mía, quiero que sepas que yo seré solo tuyo, también. Se lanzó sobre mis labios y me besó lenta y dulcemente. Fue un beso que nunca podría olvidar, un beso tan delicado como tierno, tan amoroso, como salvaje un beso que tenía todo lo que ella sabía me hacia feliz. Tenerla entre mis brazos esa noche, explorar nuestros cuerpos, jugar con ellos, besar cada rincón de su anatomía, aunque torpemente por momentos, fue una experiencia inolvidable, la ame tanto como ella me amo a mi y en mi mente siempre permanecerá la felicidad de esa noche. Al regresar tuvimos que enfrentar a su padre, que era un hombre completamente distinto a su madre, paciente, calmado, nos escuchó todo el tiempo y nos entendió. Pidió prudencia y enfrente de la madre de Jessica aprobó nuestra relación. —Espero que no defrauden la confianza que les estoy dando —nos advirtió a ambos—. Por ahora, bienvenido a la familia. Un apretón de manos selló aquella unión, que aunque para la madre de Jessica era casi un sacrilegio, la verdad es que era amor del bueno, amor real y honesto. Pero también era un amor adolescente y en esa edad las hormonas son las que mandan, para Jessica y para mi no fue la excepción. Buscábamos cada mínimo espacio, para que nuestros cuerpos hicieran contacto, algunas veces la tome en su habitación y le hice sexo oral hasta que se venía en mi cara, otras veces teníamos sexo en el baño de mi trabajo, pues ella se escapaba de casa y era inevitable para nosotros estar juntos. Los fines de semana que mi madre se iba a hacer turnos extras, ella se quedaba conmigo y podíamos pasar horas enteras foll,ando. Parecía que las energías no se acababan, parecía que no encontraba cansancio en tomar su cuerpo y ella en tomar el mío. —Te amo, te necesito —me decía mientras deslizaba ese vestido por sus caderas y me dejaba ver su espectacular cuerpo, ese que llevaba d*****o y sin ropa interior bajo la delicada prenda. —Yo a ti. Nos tomábamos como los más salvajes del mundo, pero no importaba nada más. Mi carta de la universidad aún no llegaba, a pesar de que a la gran mayoría ya les había llegado. Hasta que una tarde, la banderita roja estaba arriba, emocionado corrí hasta el buzón dejando a Jessica detrás mío, en la sala deje todo y me senté a mirar el sobre. —¿Piensas encontrar la respuesta mirándolo? —me sacó de mis pensamientos. —¿Y si no me aceptaron en ninguna? —tenía miedo, uno muy grande a no poder cumplir con las expectativas de mi madre y lo que yo quería para Jessica y para mí. —Es imposible, eres Steven Sanchez, el chico de oro de la mejor escuela de este país. —Eso no es cierto. —Si lo es, sólo debes creértelo, porque se te olvida —la bese suavemente, porque aunque me costaba, ella tenía razón. Abrí ambos sobres y leí cada una de las cartas, me quede muerto en vida, no podía creer lo que allí decía y entonces Jessica al ver mi mutismo y no encontrar respuesta en mi, me los quito de las manos. Yo solamente miraba un punto fijo que no sabía que era. Sus gritos, verla brincar por toda la casa y abrazar a mi madre que acababa de llegar me hizo entrar en razón. Me habían admitido y en ambas universidades. Esa noche para celebrar mi madre nos invitó a cenar a los dos y fue un momento mágico. Todo iba de acuerdo al plan, mi perfecto plan para ser feliz junto a Jessica. Hasta que ella se enfermo, esa noche pidió un plato de carne con una mezcla de quesos y al llegar a casa, porque se iba a quedar con nosotros, empezó a vomitar, mi madre que sabía de cuidados de niños la atendió y ayudó. Pero estaba demasiado preocupado, sin embargo fue algo pasajero. Una semana después estaba en el campus de mi colegio, allí donde había ganado tantos partidos para el colegio, con una toga y un birrete, esperando a que me llamaran para entregarme el diploma y me tocará dar el discurso de graduación. Sin embargo la sensación de felicidad no era completa, pues Jessica no estaba sentada junto a mi madre, había un puesto con su nombre y ella no estaba allí, durante la ceremonia la llame y le escribí sin obtener respuesta alguna. Hasta que le envíe un mensaje que no creí que fuese a causar respuesta. "Te prometo que pase lo que pase, lo superaremos juntos. ¿Pero dónde estás?" Dos minutos después mi celular vibro. "Justo donde prometí que estaría" Mis ojos la buscaron nuevamente y si, allí estaba sentada junto a mi madre. Pero sus ojos estaban hinchados y era obvio que había llorado durante mucho tiempo, lo que me parecía extraño porque en la noche habíamos estado hablando por llamada hasta tarde, haciendo planes para que me visitara en la universidad. Mi discurso fue bueno, me aplaudieron, me ovacionaron a pesar de los roces que tuve con casi todos, y finalmente lance mi birrete al aire, terminando una época de mi vida que le daba paso a una mejor. Una que me iba a permitir ser aún más feliz. Corrí a los brazos de mi madre y la bese, la levanté por los aires y le agradecí todo lo que había hecho por mi. Ella era apenas más joven que yo, pues me había tenido a los 15 años. Y sin embargo allí estaba yo, graduandome de la mejor escuela privada del país, con todos los honores y dueño de dos becas en las mejores universidades del mundo. Pero cuando abrace a Jessica la sensación fue diferente. Estaba como muerta en vida, sonreía, pero no estaba feliz. Me besaba, pero no con amor. Mamá nos invitó a comer a un elegante lugar para celebrar y allí la conversación fue amena, pero la cara de Jessica era extraña. Y cuando finalmente llegamos a casa y subimos a mi habitación para celebrar, todo explotó en mi cara. La estaba besando por el cuello, había metido mi cara entre su cuello y me había quedado allí sintiendo su calor. Pero no hubo respuesta de ella. —¿Qué sucede, amor? —Seven, yo... yo tengo que decirte algo. —Lo que sea —vi sus ojos llenarse de lágrimas nuevamente, metió las manos a su bolso y saco una barrita plástica—. ¡Ey! sabes que pase lo que pase, te amo y voy a estar junto a ti a pesar de todo. Entonces sus ojos buscaron la barrita, y yo hice lo mismo, me quedé mirando el aparato y le di varias vueltas, intentando comprender, o tal vez lo había comprendido desde el principio, pero me estaba negando. Estaba bloqueando la realidad. —Estoy... Steven, estoy embarazada. Tuve que sentarme para poder pensar un poco, pero no había nada, en mi cabeza simplemente no había nada más que la idea de que ya no podía estudiar y que mis planes de ser un millonario exitoso se habían arruinado. Escuchaba el llanto descontrolado de Jessica, pero no podía decirle nada, no de inmediato. —Lo siento, no tengo idea cómo pasó. Estaba tomando la pildora y luego de los vómitos, sabía que tenía un retraso, dolores de cabeza. Entonces decidí hacerme la prueba y... —seguía llorando con fuerza— lo siento Steve, no era mi intención... —No te puedes culpar, fuimos los dos. Es culpa de los dos, es responsabilidad de los dos. Es nuestro, no tuyo. Se que no soy quien lo tiene dentro de su cuerpo, pero es nuestro —le dije abrazándola, me puse de pie y bese su cabeza. Un par de lágrimas también se asomaron por mis ojos, pues era una situación dificil. —¿Tu quieres? —me pregunto tímida— Yo simplemente no se que hacer. —Claro que quiero —le dije, poniendo mi frente sobre la suya—. Nada me haría más feliz que tener una pequeña Jessica mirándome todas las mañanas, pero no es momento, estamos muy jovenes y tenemos muchas cosas que hacer. El dinero, pero en fin. Jessica, no importa lo que yo quiera, es sobre lo que tu quieres también, yo voy a estar contigo, pase lo que pase. Eso no lo olvides nunca, tu eres mi prioridad. Me beso y se aferró a mí, lloraba desconsoladamente y tuve que darle un medicamento para que se quedara dormida. Mire por la ventana y me di cuenta, que mis planes aunque levemente truncados, no se iban a dañar. Podía ir a la universidad, trabajar y enviar dinero para el bebé y Jessica. Confiaba en que sus padres nos apoyaran y la dejarán terminar la escuela. Confiaba en tantas cosas que me tranquilice. Tal vez ese fue mi error. Tranquilizarme y creer que todo era posible. —Lo voy a tener —su voz hizo que abriera los ojos, y la mirara. Estaba más tranquila, tenía buen semblante y se veía hermosa. —Entonces seremos padres. La besé y le hice el amor una vez más, porque aunque aquello era una locura, no tenía miedo si estaba junto a ella.
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