Capítulo 20

1642 Words
UN DESASTRE. Eso era lo que Peter estaba hecho cuando llegó al Refugio. Desde que bajo del bus en la estación, los monstruos no dejaron de buscarlo y atacarlo. Él sabia como lidiar con ellos, pero si son muchos también lo agotan. Cuando cruzó el arco de piedra que señalaba el inicio del Refugio, pudo sentir paz y por fin se relajó un poco. Todo estaba en orden. —¡Peter! — Hermes lo estaba esperando y con una cálida sonrisa lo recibió — Que gusto que hayas regresado. ¡No sabes lo que pasó! Jason destruyó tu recinto dos veces. —¡QUÉ! —Esta muy molesto porque no lo has llamado ni una sola vez. Dos rayos causaron un gran incendio ¿sabes? Uff, si supieras de lo que te has perdido estos días. —Ya tendrás tiempo de contármelo todo, pero ahora debo ir a ver a Dionisio. —Ah, cierto. ¿Y la pequeña Phelps? —Sigue en New Jersey. Aún tiene asuntos pendientes, pero vendrá dentro de poco. —No me suena muy confiable, pero quizá deberías decírselo mejor a Dionisio mismo. Oh dioses, estará molesto. ¡Ja, Ja, Ja, Ja! Dicho y hecho. Hermes acompañó a Peter hasta la gran casona que compartían los dos dioses. Dionisio estaba en su habitación bebiendo vino, como siempre, y leyendo quién—sabe—qué en su Tablet. Peter le dio la noticia a Dionisio pero este no lo tomó nada bien. —¿NO HAS VENIDO CON MI HIJA? — gritó el dios — ¿DÓNDE ESTÁ ALISON? —Cálmate, hermano, por Zeus. Deja al niño hablar. —Alison tiene un torneo de basquetbol muy importante y no puede separarse de ello, pero ha prometido que volverá en invierno. Ya no falta nada para el invierno. —Johnson, si mi hija no vuelve te mandaré a limpiar los establos y los baños de los semidioses de Ares el resto de tu vida. Peter tragó saliva. Sabía que el dios iba en serio. Hubo un caso en el que un legado falló en conseguir una reliquia en Grecia, Dionisio lo convirtió en un delfín y lo liberó en el lago. Desde entonces aprendieron que cuando Dionisio hace una amenaza no es en vano. —Bueno eso es lo que tenía que decir. — poco a poco Peter iba acercándose a la puerta sigilosamente y cuando por fin estuvo a escasos centímetros se armó de valor y le dijo: — Y una cosa más… Estoy enamorado de Alison. ¡Ahora si me retiro! Peter salió corriendo de la gran casona cuando oyó el crujir de los nudillos de Dionisio y el gran grito que él profirió. —¡JENSEN! Hermes estaba divirtiéndose con eso y se estaba muriendo de risa internamente mientras detenía a su hermano de salir a tronarle el cuello al semidios. Para cuando Dionisio se liberó del agarre de su hermano y rompió su brazo, el héroe ya se había refugiado en su habitación y le rezaba a su padre para que lo protegiese de un furioso dios. —¡Esto no se va a quedar así! ¡No apruebo tu relación con mi hija! Anell pasaba por ahí con los planos para renovar el reciento del semidios en cuestión cuando escuchó las palabras del dios sobre su actual novio. —¿Qué ha dicho? — los planos de Anell Cox cayeron al piso. —Oh. Cox. Lindo día ¿no? En fin, tengo cosas que hacer. Mejor no me meto. —Señor. Por favor dígame qué ha pasado. Dionisio no se atrevía a hablar mal de su hija y mucho menos iba a admitir que ella tenía algún tipo de relación con el semidios de Poseidón. Nop. No se metería en líos. —Em… Estoy un poco atareado. ¿Por qué no vas a buscar unos planos más? Creo que hay unos en el ático. Yo iré por ellos. Sí… —¿Peter tiene algo con Alison? — Anell se lanzó a decir, pero el dios se quedó mucho por un seguido. —No soy quién para decírtelo. Quizá Hermes lo haría, pero yo no soy el chismoso. Ve a discutirlo tu misma con él. El dios se desvaneció en el aire y no se involucró más en el asunto. Anell dejó sus planos tirados ahí en el suelo y corrió hacia el recinto de Poseidón en busca de Peter Jensen. Ella parecía una tormenta gris que arrasaba con todos. Todo el mundo que la veía trataba de evitar de meterse en su camino, era como si su furia contagiara a otros. Caminando firmemente pasó por el recinto de Ares donde todos simplemente cerraron su puerta principal para no meterse con ella. Una semidiosa de Atenea furiosa era como una tormenta con miles de espadas girando en todas direcciones. Impartía miedo por todos lados. La rubia llegó a su destino y tocó fuertemente la puerta del recinto de los semidioses de Poseidón. La espera se le hizo larga (no habían pasado ni tres segundos) así que le dio una patada y tumbó la puerta. Peter Jensen estaba ahí tendido sobre su cama con el rostro pálido como una hoja de papel, pero se levantó y dijo: —Hey… Estoy de vuelta... — Peter se forzó a sonreír. Anell hizo rechinar sus dientes e inmediatamente le propinó un puñetazo en el rostro a Peter que lo hizo caer nuevamente a su cama. —¡¿CÓMO TE ATREVES, TÚ BASTARDO?! Peter logró levantarse otra vez y esta vez esquivó el segundo golpe. —Annie. Basta. Por favor. Te harás daño. —¡¿Cómo quieres que me calme?! Eres un tramposo. ¿Cómo pudiste? Peter era lento para comprender muchas cosas, pero se dio cuenta de lo mucho que estaba sufriendo ella. —Annie, por todos los dioses, seamos sinceros. No hemos estado en buenos términos desde hace mucho. —¡No quiero escuchar tus excusas, Peter! Anell comenzó a llorar y a Peter se le partió el corazón. Después de todo la había querido en su momento. —¿Recuerdas cuando tú me engañaste con ese legado de Apolo el año pasado? Algo así me sentí yo. Te perdoné porque te quería, Annie. Regresamos por te quería pero desde entonces las cosas no han sido las mismas. No intento justificar mis acciones. Las cosas son similares, pero esta vez yo no quiero regresar contigo. —Te fuiste por solo dos meses. ¿De verdad la quieres? —Sí y mucho. Es lo que he estado esperando por mucho tiempo. Me siento seguro con ella. — respondió murmurando, pero Anell escuchó claramente. —Bien. Haz lo que quieras entonces. Parece que lo nuestro estaba destinado a fallar. Si ya no sentías lo mismo por mí debiste decírmelo antes. —Por eso estoy aquí. Vine a terminar las cosas contigo. —Lo entiendo. Como sea fue bueno lo que tuvimos mientras duró. No voy a desearte felicidad ni nada, pero tampoco pienso maldecirte o algo como eso. —De verdad lo siento, Annie. Gracias... por todo. — dijo Peter sonriendo ligeramente. Las cosas se habían solucionado... al menos parte de ellas. Ahora solo le quedaba esperar por su querida Alison... un par de meses. *Un par de meses después* —No, mamá. Estaré bien. Papá me espera en New York. —Ay, pero... es extraño que tu padre pregunte por ti de la nada después de 6 años. —Lo sé... pero no veo a mi padre en tiempo y extraño un poco esa ciudad. Te prometo que volveré pronto. —Bien, cuídate y dale un puñetazo de mi parte a tu padre. Dadas las despedidas, Alison abordó el bus con destino a New York. * Peter esperaba a Alison en la estación de buses. Cuando por fin pudo ver sus cabellos oscuros y sus ojos violetas Peter estallo en felicidad y la abrazó fuertemente. Dos meses habían sido demasiado para él. Era una verdadera tortura solo poder comunicarse por mensajería. Por fin estaban juntos de nuevo. —Tienes que contarme todo. —Lo sé. — dijo ella sonriendo, a Peter se le aceleró el corazón al ver su bella sonrisa. —¿Vamos por un café? —Mmm creo que no. Tengo algo que hacer en el Refugio. Alison cruzó el arco de piedra y se volvió a sentir en casa. El aroma de los arándanos llegaba hasta ella y era fantástico. Los campistas correteando por ahí la hacían sentir un poco vieja. Después de todo habían pasado 6 años. En la gran casona Dionisio la recibió y cuando estuvo por abrazarla, Alison le dio un puñetazo en el rostro. —De parte de mi madre. — dijo Alison alegremente. —Sabía que tarde o temprano mandaría un sicario a matarme. —El sicario soy yo. —Bienvenida de vuelta, hija. —Como sea. Estaré en mi recinto por si Hermes necesita de mí. Cuando Alison salió de la gran casona estalló en risas y Peter no entendía nada. Ella adoraba golpear a su padre. Eso era lo único que valía la pena hacer con su padre. Si por ella fuera sería su actividad padre-hija favorita. —¿Sucedió algo ahí dentro? —No, nada. Solo lo rutinario. —¿Quiere ir a caminar, Mrs. Phelps? — Peter le extendió su brazo. —Seguro, Mr. Jensen. — y luego de unos segundos agregó: — Nunca serás Mr. Darcy. —Pero puedo intentarlo si eso te hace feliz. —Lindo, pero Darcy es aún más lindo. Peter sonrió y la abrazó. Estaba feliz de tenerla de vuelta entre sus brazos. Ella era todo lo que le importaba. Podrían haberse quedado abrazados cuatro billones de años y aun así jamás se cansaría. Ella se había convertido en su mundo, en sus pensamientos... En su vida, una nueva vida juntos.

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