—Comprendo que debió de ser terrible para todos— dijo Devona—, pero pienso que el padre de usted, que era una figura de autoridad en el seno de la familia, pudo haber procurado hacerle ver la realidad. —Todos lo intentaron una y otra vez— manifestó el Conde—, sin embargo, y como imaginaba que lo que intentaban era quitarle algo de su dinero, mi tío les cerró las puertas, y hasta amenazó a varios de mis primos con una escopeta. —¡No puedo creerlo!— exclamó Devona. —Pero es la verdad— insistió el Conde—, claro que, como no querían morir de una forma tan desagradable, regresaron a sus casas y siguieron hablando mal de él. Por un momento hubo silencio. Al fin, el Conde dijo: —¿Está segura que no le importa que yo hable de su padrastro de esta manera? Debe ser muy incómodo para usted. —Y