Él bajó un momento a Christine para abrir la puerta y luego la tomó en brazos hasta dejarla recostada en el sofá. —¡Xander, tu casa es hermosa! —exclamó la pelirroja—. Sólo le hace falta un toque femenino —dijo mirándolo descaradamente. —Te mostraré tu habitación —dijo, ignorando su comentario. —Claro, aunque no me molestaría compartir la cama contigo, guapo —sonrió con todos los dientes y Christine apretó los dientes, furiosa. —Vamos —dijo él, frío. Xander se fue con ella, ante la mirada furiosa y dolida de Christine. Pasaron varios minutos y él no bajaba, comenzaba a pensar lo peor. —Se olvidó de mí por irse con la loca obsesionada —se dijo a sí misma con tristeza. “Cómo no hacerlo, teniendo aquella mujer a su lado,” pensó, porque muy a su pesar, reconocía que la pelirroja era muy