—¿Ya te vas, querida? —el tono fingido de amabilidad de Christine salió a pedir de boca. —Basta, ¿sí? —susurró Xander, tomando su brazo para acercarla a él. Pero nada que le hiciera o le dijera iba a detenerla de poner a esa tipeja en su lugar y tener la satisfacción de verla derrotada. Carla estaba con ojeras y el cabello fuera de lugar, miraba a Christine con ojos fieros, pero frente a Xander no se atrevía a hacer o decir nada. “Me las pagarás, maldita,” pensó molesta, viendo que la feliz pareja intercambiaba palabras como un matrimonio real. —Como dije, sólo era una noche que necesitaba —dijo con una sonrisa falsa, recordando las veces que insistió para que Xander la tocara, pero sin éxito alguno. “Qué brebaje le habrá dado la estúpida esa? ¡Lo tiene hipnotizado!,” pensó, apretan