Rápidamente corrió hacia ella con el corazón agitado, y en cuanto estuvo a su lado la abrazó con fuerza, olvidándose de su enojo. —Oh, Dios, no puedo creer que estuve a punto de perderte —le susurró, abrazándola muy fuerte. Ella temblaba en sus brazos, con la adrenalina corriendo por su torrente sanguíneo. Pero cuando ambos se calmaron, él le reprochó su imprudencia. —¿Estás loca? ¿Cómo diablos se te ocurre cruzar la calle sin mirar? ¡Maldita idiota! Ella lo miró en shock, pero lágrimas comenzaron a salir de sus ojos nuevamente, sin poder detenerlas. —No, no llores, nena —le pidió incómodo—. Lo siento, es que me diste un buen susto. Regresemos al auto, ¿quieres? —S-suéltame… —susurró dolida, pero él no le hizo caso. La ayudó a incorporarse y Christine sintió un horrible dolor en su