Ella aún no salía de su asombro, no podía creer que él le dijera esas palabras y la besara de esa manera. ¿Estaría alucinando? Cuando el beso culminó, ella lo miró con adoración, sin poder ocultar su sentir. —Realmente me extrañaste —musitó, sin aún poder creerlo. —¿Cómo no hacerlo? —sonrió él—. Vamos afuera, quiero que todos sepan que eres mía —dijo con un brillo posesivo en la mirada. —Xander, es que yo… —él la calló con un beso. —No quiero escuchar pretextos, Christine —alzó un dedo. —Bueno. —Dime una cosa, ¿por qué permitiste que ese tipo te tomara de la cintura? —indagó, alzando una ceja. —Es solo un amigo —dijo Christine, reprimiendo una sonrisa. —¿Amigo? Pues a mí me pareció algo más —frunció el ceño, parecía molesto—. Tú eres mía y sólo mía, que nunca se te olvide, nena —d