Como no se lo esperaba, Christine quedó con los ojos muy abiertos, paralizada en su asiento. Ni siquiera le dio tiempo de reaccionar cuando Xander ya había cerrado la puerta.
Se sobresaltó con el ruido, porque su mente se había desconectado de su cuerpo por largo rato, hasta que el auto comenzó a rodar.
—¿Pero qué…?
Sacudió la cabeza, comenzando a molestarse no sólo por él y su atrevimiento, sino por la nula respuesta de su parte, como si le hubiera dado permiso o peor; le hubiera gustado.
“Demonios,” pasó las manos por su rostro, frustrada.
Tanto tiempo que había huido de sus descarados coqueteos, y por un descuido se había dejado besar. No podía creerlo y estuvo largo rato molesta, pensando si debía cancelar aquella cita.
“Se lo merece por cabrón,” dijo con una mueca.
—Señor Ston
