Christine sabía que era un atrevido, nunca nadie la había tocado allí. Quería ponerlo en su lugar y decir una cuantas cosas, pero no podía hacer un show delante de aquellas personas, además, Xander se molestaría con ella y la echaría de inmediato. Por su parte, él notó que Christine estaba demasiado nerviosa cuando se retiró de la mesa. No le gustaba para nada su expresión. Quería pasarlo por alto, pensando que quizás era su imaginación, pero pasaron diez minutos y ella aún no había regresado. —Con permiso señores, iré a ver si Christine se encuentra bien —dijo poniéndose de pie. —Por supuesto, Xander —dijo Múnich. —Es lo mejor, la noté un poco extraña —agregó Joseph. Él se dirigió al tocador de damas y al entrar, divisó a Christine, la cual se encontraba frente al lavamanos. Par