El tren se detuvo y Cadmia apretó las manos – todavía no – le dijo a su doncella Aime – esperaremos un poco – no había prisa por dejar el tren, estarían ahí veinte minutos y ella tenía todo ese tiempo para dejar que el barón Guinda bajara del tren y se alejara. Su doncella y su guardia se sentaron a esperar. Diez minutos después Cadmia decidió que le había dado suficiente tiempo y golpeó la mesa con los dedos, al levantarse miró su muñeca para ver la hora y se dio cuenta de lo extraño que eso era, ¿cómo podría mirar la hora en su piel? Era uno de esos pensamientos extraños que repentinamente asaltaban su cabeza – vamos – revisó su apariencia, acomodó su sombrero y abrió la puerta para salir al pasillo al mismo tiempo que el barón Guinda, al igual que ella, él también esperó varios minut