Risas. Sobre la mesa había una bandeja con bocadillos muy parecidos a los que compraron en Zerín, la señora Clara Viena hizo su mejor esfuerzo en replicar la forma y tamaño, pero el relleno era diferente, el sabor era bueno, más no el mismo. Pero lo más importante era la conversación – ¿es en serio?, te uniste a un barco pesquero – habló Diego. Giovani sonrió – se suponía que sería una semana, seguimos las corrientes, llegó la tormenta y estuvimos perdidos en alta mar unos tres o cinco días. – ¿Cómo puedes no saber cuánto tiempo estuviste perdido? – ¿Y cómo era el pez? – Enorme. La conversación siguió entre risas y de reojo Giovani volteó a ver a Liluina sentada en la cabecera de la mesa. Gabriel le golpeó el hombro – no puedo creer que te atrevieras. – Siempre me ha