Capítulo 7
Fue esta mujer quien se aprovechó de él
¿cómo una mujer, tan exhausta como se encuentra Lucrecia en este momento, aunque haya practicado artes marciales durante toda su vida, podría morir ante sus ojos si él no se lo permitiera?
Es imposible que esta mujercita sea su rival...
Sebastián, quien desde el piso intentaba cubrir nuevamente la carpa del medio de sus piernas con la toalla que cada vez parecía hacerse más pequeña, escuchó esas palabras de despedida e inmediatamente se encendieron sus alarmas… en ese instante comprendió que, aunque parezca descabellado la repentina aparición de esta mujer no tiene nada que ver con la arpía descarada que le tendió la trampa, es un hecho que la chica llegó a este balcón genuinamente y toda esta situación, definitivamente es una coincidencia.
Al comprender la situación general suspiró en secreto y sintió que podía relajar su guardia; pues, aunque pensaba que la mujer sucia era parte del plan de su endemoniada prometida no pretendía renunciar a su belleza esta noche, y mucho menos después de haber probado el dulce néctar de sus suaves; pero, ensangrentados labios que lo recibieron con tanto entusiasmo, salvajismo y torpeza.
No obstante, al percibir que la única mujer que ha tocado en su vida sin causarle repulsión, tenía intenciones de lanzarse por el balcón para terminar con su vida por un malentendido, dejó de perder el tiempo arreglándose la bendita toalla que definitivamente ya se quería retirar, se puso de pie dando un gran salto, la tomó de nuevo por la cintura inmovilizándola en sus brazos y, levantándola sin el menor esfuerzo al mejor estilo de quien lleva un saco de papas en el hombro, ¿Qué otra cosa podía hacer?
Solo podía escuchar la dulce voz de la mujer en sus oídos
“¡suélteme, ¿Qué hace?!”
Además de una ráfaga de golpes y patadas que logró evitar con facilidad.
Pero, sin importar lo mucho que la cosita terca y sucia que llevaba sobre su hombro se resistiera e intentara zafarse de su agarre al mejor estilo de una gatita escapista, con mucho pesar porque sabía que el aroma adentro la iba a afectar mucho más intensamente; entró en la habitación, aseguró la puerta del balcón, y solo cuando estuvo totalmente seguro de que no podría escapar para hacer una estupidez la soltó, dejándola caer con suavidad sobre la cama.
Estando dentro del dormitorio la mujer comenzó a sentirse mucho más emocionada; pues, al estar en el interior con las ventanas cerradas se sentía mucho más fuerte el aroma del difusor y, cuando sintió nuevamente ese extraño hormigueo en sus partes íntimas con mayor intensidad se desesperó.
Al saber que su plan falló y finalmente fue atrapada por este hombre tan cruel, supo que solo podría conseguir escapar manteniéndose sobria, y con este pensamiento comenzó a golpearse con mucha fuerza el abdomen, sin importar que cada vez parecía estar más loca; sin embargo, aunque usaba toda su fuerza no sentía ningún dolor…
Después de notar que su desesperación no la estaba llevando a ningún lado, se obligó a calmarse y fue cuando notó que se encontraba sobre una suave y limpia cama.
En ese instante, su mente fue invadida por los recuerdos de los desgarradores gritos de las concubinas reales más jóvenes al perder su virginidad y no pudo evitar sentir un escalofrío nervioso recorrer toda su columna vertebral y su total estado de pánico actual le seguía diciendo que era mejor morir antes de ser humillada de esa manera…
Miró a su alrededor y no había absolutamente nada que pudiera usar para defenderse y evidentemente no es rival para este hombre, el palco estaba bien cerrado, por lo que ya no podría saltar, cerró sus ojos para pensar con claridad y después de una respiración profunda una idea bastante cruel consigo misma vino a su mente.
Decidida a morderse la muñeca hasta llegar a la vena, abrió los ojos con determinación y llevo su brazo a su boca, ya sus ojos verdes no eran lujuriosos, en este momento solo eran decididos.
Sebastián, quien había permanecido en silencio conteniendo su deseo s****l sentado en el sofá frente a la cama, observó con detenimiento todos sus cambios y aunque sí, definitivamente la mujer frente a él se comportaba como una verdadera paciente psiquiátrica, comprendía cada una de las etapas de su locura…
Y, bueno… La manera tan inusual de irrumpir en el balcón de un hombre desconocido, su cabello revuelto y sucio, la ropa andrajosa acompañada por ese comportamiento extraño le pusieron todos los vellos del cuerpo de punta a Sebastián, solo pensaba
‘¿Qué clase de mujer es ella?’
suspiró en silencio sintiéndose un poco impotente y negó con la cabeza pues ni siquiera sabía porque demonios esta mujer calló en su territorio tan casualmente, pensando en su beso ardiente, se levantó enérgicamente del sofá y caminó hacia la cama para sentarse a su lado, tomó sus muñecas con fuerza evitando de esta manera que continuara haciéndose daño, acercó su limpio rostro a su oreja y comenzó a hablar en voz baja
“por favor gatita no es necesario que te hagas ningún daño, ¿Por qué quieres morir o lesionar tu cuerpo tan hermoso de esta manera?, si estas huyendo de alguien poderoso puedes contar conmigo, te puedo ocultar de quien sea, pero no te lastimes más; ¡mírate, eres tan hermosa!, pero ya estas toda raspada y sucia”
El hombre le acariciaba las muñecas que estaban muy rojas, pero afortunadamente no estaban lesionadas mientras le hablaba con mucha paciencia, hasta con un poco de ternura como si estuviera engatusando a un niño travieso, cualquier persona que haya conocido a Sebastián Montañez pensaría que fue poseído por otra persona, pues, él nunca ha sido un hombre amable, a excepción de su madre, nadie ha escuchado un tono cálido salir de sus labios desde que era un niño…
De esa manera Sebastián le hizo algunas preguntas intentando comprender la razón de tanta desesperación; porque, definitivamente él no la forzó en ningún momento, el solo la beso con suavidad, quien se volvió agresiva e intensificó su beso sin permitirle ni siquiera respirar fue ella, no es una exageración decir que fue esta mujer quien se aprovechó de su inocencia…