Capítulo 40 No debí aceptar que ella es mi prometida. Al verla así de enojada después de superar su temor Sebastián se atrevió a suspirar aliviado; y es que, si esta mujer no sentía absolutamente nada por él, ni siquiera un poco de celos ¿no estarían en peligro sus planes para hacerla su señora de Montañez esta tarde? Con esto en mente su humor mejoró muchísimo, pues ya le parecía que la mujercita fuera del sexo era una roca impenetrable… dio un par de pasos con sus largas piernas intentando acercarse a ella; pero, antes de dar un tercer paso una pierna muy fuerte fue levantada hasta llegar a la altura de su pecho, amenazando con patearlo de manera muy dolorosa en el pectoral lo detuvo, seguida de… “le agradezco que no se atreva a acercarse a mí, esa fragancia a cortesana proveniente d