Capítulo 14
Coloca el anillo en su dedo
¿Cómo podría ser capaz de no prestar atención a su solicitud tan lastimera? Aunque, evidentemente él tampoco es el árbol de la experiencia en esta situación, sabía bien que la cosita que ahora era suya debía adaptarse al tamaño de su m*****o antes de poder continuar; pero, en lugar de esperar perezosamente mirando como se retorcía del dolor la mujercita debajo de él, comenzó a besar sus labios fruncidos, su ceño arrugado y el lóbulo de su suave orejita.
Transcurrió un rato, entre los dulces besos y suaves caricias del hombre grande sobre Lucrecia, ella dejó de retorcerse, ya no se sentía tan desdichada pues, lo que hace un momento era un ardor que no podía aguantar, se convirtió en una leve molestia, ya no sintió la necesidad de quejarse, ahora se
