Los gritos de Argenis no cesaban, bueno, eso fue hasta que nuevamente se sintió un temblor que sacudió los candelabros y me hizo bajar mis brazos para levantarme rápidamente del piso y mirar hacia el techo.
— ¡¿Qué esta pasando arriba?!—. pregunté tratando de calmar mi corazón que estaba inquieto al saber que mis abuelos y los guardianes estaban luchando con aquello que nos había atacado anteriormente.— Argenis, por favor, dime que sucede.— le pedí tratando de contener mi inquietud.
Sin más opciones, mi acompañante se detuvo y volvió a su forma humana para mirar con algo de cansancio hacia el techo de la biblioteca.
— Creo la oscuridad va ganando—. mencionó algo quitado de la pena a pesar de que estábamos en un momento de crisis, realmente ni entendía a ese guardián.
— Argenis, deja de lado esa tranquilidad... ¡debemos ir a ayudar!— le grité tratando de hacerlo entrar en razón, pero la prespyesta no fue la que esperaba.
— ¡No!. Vine aquí con la misión de ayudarte a encontrarte, no puedo llevarte a la superficie sin que sepas la verdad—. me respondió con una ligera expresión que denotaba su molestia ante mi petición llena de preocupación.
Algo furstrado traté de buscar con la mirada por los alrededores de lo que era la biblioteca, pero nada. Así que, sin más, comencé a correr por el lugar para buscar por mi mismo la salida de ahí sin importarme la misión de Argenis conmigo ya que lo que era más importante para mi en esos momentos era ir a tratar de ser partícipe de aquella gran lucha que libraba la luz y la oscuridad.
Sin dejar de correr y esperanzado de recibir su respuesta, grité llamandolo por su nombre;— ¡Alepoú!. ¡Sácame de aquí!
— ¡Aquí esta...!—. escuché detrás de mi una voz que fue irreconocible pero sin entender por qué, mi corazón latió con fuerza como reacción.
Al girarme para ver quien era, esperando a que fuera Alepoú quien había acudido a mi llamado, pude ver algo que no fue grato para mí. ¿Esto?, porque lo que me encontré fue a Argenis con un gran libro en manos que alzaba hacia arriba, creí que eso era porque me lo iba a dar, pero fue erróneo mi pensamiento tan iluso.
— ¡Aquí esta tu respuesta!—. me gritó como desesperación el de cabellos azules que solo seguía con el libro en alto entre sus manos.
Mi mirada se centró en aquel libro viejo y desgastado, tanta era mi atención puesta en este que el golpe que recibí fue algo que no pude evadir. Esto provocó que mi mirada se volviera borrosa y al final un dolor agudo seguido de la oscuridad me hizo perder la capacidad de permanecer de pie y despierto.
Horas, minutos y segundos que no sabía que habían pasado después de aquel golpe que me había dejado aturdido. Así que lentamente me comencé a reincorporar para tratar de levantarme pero solo pude quedarme sentado mientras sujetaba mi cabeza por la leve jaqueca que sentía.
— Ahg~—. me quejé entrecerrando mis ojos, tratando de recordar lo que había sucedido antes de despertar en...
Al abrir mis ojos me encontré en un lugar extraño, estaba en lo que parecía ser un jardín algo descuidado pero lo raro aquí era que en medio de este estaba la estatua de un ángel que en una de sus manos que se encontraba alzada tenía una vela y en la otra llevaba una copa que tenía pegada al pecho.
Realmente me parecía conocida esa figura pero no podía recordar en donde la había visto anteriormente, así que poca relevancia le di y me levanté para comenzar a analizar el lugar.
Mi mirada se dirigía en cualquier dirección en la que escuchara el crujir de las hojas que se encontraban en aquel descuidado jardín, ya que debía mantenerme alerta al estar lejos de... no recuerdo el nombre de quien debe estar a mi lado, pero se que más adelante podre recordarlo y lo que hago aquí.
A cada paso que daba podía ver como me acercaba cada vez más a una gran casa que se encontraba a la lejanía, pero algo me detuvo, y eso fue el canto de un ave azul que pasaba por encima de mi.
— Rara ave azul—. murmuré al sentir que ya la había visto en algún lugar.
Sin embargo, nunca esperé que el ave fuese un animal inteligente para poder entender que estaba hablando de ella, ya que bajó a mi hombro y me dio un picotazo en la mejilla.
— ¡Auch!—. me quejé a la vez que le di un manotazo al ave para bajarla de mi hombro pero esta comenzó a darme picotazos en la cabeza al percatarse de mis intenciones de alejarla de mi.— ¡Ahg!. ¡shu~!. ¡Fuera!. ¡Déjame en paz!
Por unos minutos traté de alejar al ave de la manera más pacífica que pude, corriendo, pero solo me seguía y para darme una ráfaga de picotazos en la cabeza.
Quise huir del ave, pero esta no me dejaba en paz. ¿Estaba acabado?. ¿Mi vida acabaría a manos de un ave?, eran preguntas que pasaban por mi cabeza en esos momentos en los que lamentaba haber insultado y tratado mal a Ferguson.
— ¡Dios, lamento haber tratado mal a Ferguson!. ¡Ya no lo callaré cada que cante!—. grité al aire para tratar de apaciguar al posible karma que estaba siendo devuelto por mis malas acciones con el pobre gallo mascota de mi madre.
Poco a poco y tal vez gracias a mi plegaria a gritó abierto, los picotazos terminaron pero... un fuerte golpe en la espalda me hizo caer al suelo, provocando que al impactar tragara tierra y hojas secas.
— ¡Puaj!. ¡ahg!—. me quejé mientras escupía tierra y hojas que se habían metido a mi boca por el impacto. Realmente si existía el karma.
Al despejar mi boca de cualquier suciedad, me levanté con cuidado para tratar de averiguar como salir de esa extraña situación y lugar en el que me encontraba, pero pronto sentí como algo me tomaba de la cabeza y me hacía regresar al suelo.