Durante un día me mantuvieron en cama y en observación para evitar otro ataque hacia mi. Estaba muy aburrido y solo podía ver hacia la ventana que se encontraba a un lado de mi cama, toda la vista era lo mismo de siempre, niños jugando mientras sus madres hablaban y uno que otro pájaro o gato sobre la barda de mi casa.
Estaba a punto de dormirme del aburrimiento pero mi madre llegó en mi rescate al entrar a mi habitación con un libro de apariencia gastada que se encontraba bajo su brazo y no era lo único que ella traía, también llevaba en sus manos un plato de fruta cortada y un vaso de agua. Con sumo cuidado colocó la fruta y el vaso en la mesita de noche que se encontraba al lado de mi cama para luego entregarme el libro.
Estaba un poco confundido al leer el título del libro, pero aún así solo devolví mi mirada hacia mi madre quien solo me miró con algo de molestia, algo que era raro en ella si no estaba mi tía o algún pariente más por parte de los Castelia.
— Nathaniel, se que tal vez estas confundido pero... necesitas este libro. Por favor léelo.— me pidió para luego darme la espalda.— tal vez eso te ayude.
— Madre, pero... esto es...— sin pensarlo mordí mi labio de miedo, pero aún así traté de escucharme tranquilo para no lastimar a mi madre quien me quería ayudar.— se lo agradezco pero... no necesito usar las artes oscuras si eso está prohibido en nuestra familia, la tradición sólo se lleva a cabo con lo poco que sabemos de la magia blanca.
Estaba a punto de dejar el libro en la mesita para enfocarme en comer algo, pero inesperadamente mi madre se giró para verme. Su rostro daba miedo, esos ojos color esmeralda perdidos en la nada mientras que su cabello rizado y rojizo algo alborotados por ella misma que con sus propias manos había conseguido, era extraño verla frustrada o incluso irritada pero siempre hay una primera vez.
Creía que solo se quedaría así pero sus labios comenzaron a balbucear algo que ni siquiera entendía, bueno, eso fue hasta que extendí mi mano hacia ella para tratar de sacarla del trance.
— Madre, no leeré pero...— hice una pausa para asegurarme de analizar bien lo que diría, y aún más ya que tal vez eso la molestaría, pero aún así quise decírselo.— primero debo de preguntarles sobre esto a mis abuelos.
De pasar de un bonito bronceado a un color pálido sobre su piel, me hizo preocuparme por ella, pero su acción me asustó. Sin darme tiempo de reaccionar me tomó de los hombros y aún manteniendo su mirada perdida se acercó a mi rostro mientras que yo solo abracé el libro y lo llevé a mi pecho de la impresión que me había causado.
— Ma... m-a.. mm..— fue lo único que pude balbucear.
— Nathaniel, nunca te he pedido nada pero hoy quiero que te encargues de aplastar a tu prima durante el ritual.— me pidió.— por favor, si lo haces... te prometo que te daré lo que quieras. Solo necesito que tanto tú tía como tú prima paguen...
— ¿T-todo?.— le pregunté respecto a su oferta que sonaba tentadora e irreal para venir de mi madre.
— Todo, solo debes aprender lo que viene aquí.— me respondió mientras me liberaba y se alejaba de mi para recuperar su postura.— eres muy talentoso para desperdiciar tu fuerza espiritual en solo magia blanca, expande tus horizontes y eso te llevará a ser exitoso.
— ¿Pero si mi deseo es dejar esto?.— le pregunté, provocando que ella alzara una ceja.— digo, después de colocar esa estúpida vela en el altar... yo no necesitaré más mis dones.
— Nada es fácil, incluso si hablamos de protección en tú vida. ¿Crees qué para que te estén preparando desde que tienes memoria... sería algo tan insignificante?. Vamos Nathaniel, deja de subestimar la tradición de tu familia y cree que todo esto te llevará a una dulce ensoñación sin final... el eterno descanso, en pocas palabras.
Sinceramente, mi corazón dio un brinco y mi garganta se hizo nudo. Ver eso que estaba frente a mi me hacía dudar si era mi madre o no, si lo que estaba viendo y escuchando era real. Quise levantarme para bajar a la primera planta de mi casa para cerciorar si todo era la mera realidad, pero ella me detuvo para luego tomar con un tenedor un poco del plato con frutos rojos para llevarlo hacia mi.
— Oh, no gracias madre.— rechacé la fruta apartandola con mi mano.— Estoy lleno.— le dije.
— ¿Lleno?. Nathaniel, ni siquiera has comido.— me dijo.
— Y tú solo das frutos rojos en el desayuno... ¿o lo olvidaste, "madre"?.— le hice mención a la vez que le sonreía levemente.
Parecía molesta pero aún así ocultó su expresión con una sonrisa forzada para tratar de contestarme de la mejor manera.— Lo siento, pero quise hacerte una merienda muy dulce, solo para ti mi querido Nathaniel.
Mi madre solo dejó de lado el tenedor con la fruta para luego pasar su mano sobre mi mejilla, pero al sentir el tacto de esta, noté que no era cálida y se encontraba fría. Sabía que podía ser algo imprudente de mi parte si quería enfrentarla en mi estado actual, ya que si terminaba siendo mi verdadera madre podría resultar castigado de la manera más despiadada con sus métodos pacíficos. Bueno, no lo sabría si no la confrontaba.
— ¿Madre?.— le llamé la atención, cosa que funcionó ya que me miró a los ojos al solo escucharme.— ¿acaso no soy Nath para ti?.
Al escuchar mi pregunta retrocedió, parecía que estaba realmente molesta pero poca importancia le dí para tratar de descubrir lo que estaba pasando a mi alrededor.
— Parece que tiene perdida de memoria o algo así.
— No se de que estas hablando Nath, creo que estas enloqueciendo por haberme despreciado la fruta.— se acercó a la mesita para volver a tomar el tenedor.— vamos, come para que tengas energías para volver a tu meditación o si quieres a leer el libro que te di.
— ¿Meditar?. Madre, otro error más y voy a comenzar a dudar.— le sonreí.— tengo un horario especial para eso, y esta no es la hora.
— Ahg, entonces solo come y lee.— me pidió algo desesperada.
— No puedo leer algo sobre magia si no es aceptado por mi padre o por mis abuelos Castelia.— le mencioné mientras me cruzaba de brazos.— además... los Fray no tienen nada que ver con la magia, eso es lo poco que se de mi madre.
— Ja, Nath, ¿por qué estás diciendo esto, dudas de mi?
— Mentiría si dijera que no.— le respondí.
— No seas tonto y solo come.— me acercó el tenedor a la boca.— necesito que estés sano y que dejes de hacerme preguntas.
— ¿y si no quiero comer eso?.—le pregunté desafiante.
— Si comes te diré todo sobre la familia Fray, sobre mis hermanos y antepasados, incluso la tradición que teníamos.
La tenía entre la espada y la pared, todo lo que decía no tenía sentido y más con lo de mis tíos, estaba seguro de algo y eso era que esa mujer o cosa que tenía frente a mi no era mi madre.
— Pero mis tíos fallecieron hace casi 25 años o tal vez más. Mi mamá no tiene hermanos el día de hoy.— le mencioné.
— Oh, pero nunca especifiqué.
— Pero aún así... ¡fallaste en todo!.— le grité a la vez que le lancé el libro.