—¡Su majestad!, nos complace contar con su presencia.—La voz relamida de Bruna fue la causante de tal complacencia verbal. El músculo hombre de casi dos metros de estatura, solo tenía reparo en la pequeña y hermosa bruja híbrida que tenía en sus manos. Aún era una pequeña oruga, perdida en si misma, noto su hermosura, esa que seducía a los mortales, más a un demonio como el no, aún viendo como se podía entrever por debajo de la tela, un pequeño botón rosa seductor en su pecho. Le daban ganas de llevársela en ese mismo instante a lo más recóndito del infierno. Debía esperar que completará su fase metamórfica. —Servidoras, deben llevarla a casa, al parecer ya ha iniciado el ciclo pupal.—Les ordenó con pesadez, no tenía ganas de soltarla. —Claro su majestad, vamos a casa.—No miro a ninguna